La Navidad según los ángeles

¿A qué se debe este protagonismo angelical con respecto al nacimiento de Jesús?

23 DE DICIEMBRE DE 2024 · 09:00

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Las Escrituras nos invitan constantemente a contemplar la Navidad desde distintas perspectivas. Así, la navidad es anticipada por los profetas siglos antes de que aconteciera: Isaías 7,14 o 9.6,7; Miqueas 5.2. Pero también por medio de algunos otros testigos oculares del nacimiento del Señor como, por ejemplo, fueron los pastores. Pero otro punto de vista es el de los ángeles. Curiosamente, su mirada es anterior al hecho mismo de la Navidad, pero, también, simultánea a la misma. Así, Lucas nos presenta al ángel Gabriel en una aparición ante Zacarías anunciando el nacimiento de su hijo conocido como Juan el Bautista, el precursor de Cristo, Lucas 1.11. O, este mismo Gabriel ante la virgen María para comunicarle que sería la madre de Jesús, Lucas 1.26-33.

Pero el papel de los ángeles en la Navidad no se limita meramente a anticipar ese nacimiento del Señor Jesús, sino que son los primeros en anunciarlo al mundo. Así lo relata nuestro evangelista: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”, Lucas 2.8-11. Pero no solo es un ángel el que proclama el nacimiento de Jesús sino que Lucas refiere que: “repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”, Lucas 2.13,14. La pregunta, pues, resulta evidente ¿A qué se debe este protagonismo angelical con respecto al nacimiento de Jesús? o ¿Por qué son los primeros en anunciar el nacimiento de Jesús? 

En primer lugar, estas huestes celestiales muestran otra realidad que normalmente permanece invisible; otro universo paralelo, uno que es sobrenatural, en el que moran otras criaturas que están cerca del Dios que está en los cielos. La comparecencia angelical se puede decir que es la irrupción de ese otro mundo en el natural, una invasión, si queréis, de lo celestial. Es igualmente cierto que representa el hecho de que el nacimiento de Jesús no solo tiene que ver con la tierra, sino también con el cielo. Qué el universo en su totalidad celebra la venida de Dios al mundo. El apóstol Pedro recuerda a los lectores de su primera epístola que los ángeles están muy interesados en indagar en todo lo que tiene que ver con Cristo (1ª Pedro 1.12) Y tu ¿tienes esa misma curiosidad? Algunos dirán que ya no se cree en la existencia de los ángeles, añado yo que muchos no creen tampoco en el nacimiento virginal del Señor. Pero, nos tenemos que preguntar entonces, ¿si despojamos al cristianismo de su contenido sobrenatural, qué nos queda? Sea lo que sea que permanezca, ¡no es realmente la fe cristiana! Y es que el cristianismo está ineludiblemente unida a acontecimientos sobrenaturales. Como le dice Hamlet (William Shakespeare) a su amigo: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”. Es un reduccionismo el cerrarse a considerar la realidad sobrenatural. Pero, dirás, esto contradice nuestra experiencia cotidiana de la vida en la que no vemos ángeles o asistimos a nacimientos virginales. Pero precisamente este es el quid de la cuestión; este nacimiento solo aconteció una vez, si ocurriera todos los días, dejaría de ser portentoso. Su naturaleza es precisamente la de ser un hecho único e irrepetible. La aparición entonces de los ángeles apunta a que estamos ante un hecho incomparable como es el de la venida de Dios al mundo en forma humana.

Pero, en segundo lugar, los ángeles se aparecen para anunciar una comunicación: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”, Lucas 2.10,11. Y es ahora cuando podemos recordar lo que significa la palabra ángel. Su significado es mensajero. Pero no son unos meros emisarios sino unos seres sobrecogedores. Lo podemos notar en el hecho de que ¡sus primeras palabras son para quitar el miedo a los pastores! Son unos heraldos que ¡no pueden dejar indiferentes a los que los ven! Los ángeles son embajadores enviados desde la misma presencia de Dios con misivas celestiales. Podemos apreciar esa crucial función cuando se aparece un ángel a Zacarías para anticiparle el nacimiento de Juan el Bautista, o a María para decirle que sería la madre de Jesús y también en el caso de los pastores al decirles que había nacido el Mesías. El cristianismo no es un consejo, ni siquiera un buen consejo meramente, es un anuncio, es un evangelio, es decir, una buena noticia. La fe cristiana es un acontecimiento redentor; en concreto es, exclusivamente, una Persona divina y humana: Jesucristo: “un Salvador, que es CRISTO el Señor”. Según los ángeles, solo El nos salva. Pero, dirá alguno ¿no tengo que hacer nada? La respuesta que da la Escritura es clara: absolutamente nada, tan solo recibir esa buena nueva, lo que la Biblia llama creer, tener fe. Y esto es así porque nos ha nacido a todos, sin excepción alguna, un Salvador: no es un Salvador para pobres o para ricos, o para blancos o negros, es para todos sin excepción pues todos somos culpables y todos necesitamos un Salvador. El camino es el mismo para todos, es el de la fe. Es precisamente por eso que se le llamó Jesús. Como lo anunció otro ángel, en este caso a José: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”, Mateo 1.20,21. Si la salvación dependiera de algo nuestro, sería discriminatoria, si depende de mi limosna, por ejemplo, es porque yo puedo darla y otros no la pueden ofrecer. La fe es un doble reconocimiento, por un lado, de mi incapacidad para salvarme por mi mismo y, por otro, de que solo Cristo me puede salvar.

Finalmente, notemos como los ángeles no solo anuncian un nacimiento, ¡también lo celebran! Alaban y dan gloria a Dios por la venida de su Hijo al mundo. Lo hacen por la magnitud de lo acontecido, nada más y nada menos que la morada del Hijo del Altísimo, el Hijo de Dios, entre nosotros en forma humana. En realidad, es la celebración de una Persona, la de Jesús, ¡un salvador para la raza humana caída! Es la expresión más clara de que Dios nos quiere bien, pues el nacimiento de Jesús significa que Dios ha tomado la iniciativa para restaurar esas relaciones rotas con El por nuestro pecado. Esto es lo que la Biblia llama la gracia de Dios ¡En navidad celebramos la buena voluntad de Dios! Su condescendencia y disposición a salvarnos. Jesús mismo es la paz para con Dios que será obtenida por el Mesías, el Cristo, por medio de su muerte en la cruz. Los ángeles nos dan, pues, ejemplo, de cómo hemos de recibir las buenas nuevas del nacimiento de Jesús. Solo cabe un actitud coherente con las mismas. ¡Es celebrarlo! Y es que el festejo es sentirse parte de los que han sido agraciados.

Conmemorar la Navidad es recibir a Cristo como lo que es, un Salvador. La fe cristiana no en una carga, es un descanso, es gozo, ahora, y para siempre: “Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti”, Salmo 16.11.

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