Jürgen Moltmann: esperando al Dios crucificado y resucitado

Moltmann abogó por una actitud que no desprecie lo temporal. La verdadera esperanza cristiana no puede sino conducir a un involucramiento cristiano en este mundo.

06 DE JUNIO DE 2024 · 18:31

Jürgen Moltmann.,
Jürgen Moltmann.

El pasado 3 de junio fallecía uno de los grandes teólogos protestantes de nuestros días, el alemán Jürgen Moltmann. Había nacido en 1926 en Hamburgo. Su familia no era nada religiosa. Participó en la Segunda Guerra Mundial en la estuvo a punto de morir al ser bombardeada la posición de defensa antiaérea que ocupaba en su ciudad natal. Un amigo, justo a su lado, murió en el acto, y este hecho dejo huella en su vida en forma de pregunta: ¿Por qué ha muerto él y no yo? En 1945, fue capturado por las tropas británicas e internado en un campo de prisioneros en Bélgica. Las fotos que le muestran allí de las atrocidades cometidas en los campos de Bergen-Belsen y Auschwitz le afectaron moral y físicamente hasta el punto de enfermar de gravedad. Pero es allí también donde recibe sus primeras influencias cristianas por medio de un grupo de estudio bíblico, y de las Escrituras que le ofrece un capellán del ejército americano, que le proporcionó un Nuevo Testamento y el libro de los Salmos. En una entrevista a Moltmann que le hizo la revista Christianity Today y que publicó la revista Aletheia en 1993, nuestro autor declara que: “Yo no hallé a Cristo, Cristo me halló a mí”. Profundiza en su fe cristiana mientras permaneció como prisionero de guerra en Escocia y en Inglaterra. Posteriormente, estudió teología en Gotinga con discípulos de Karl Barth. Fue profesor de Teología en Tubinga desde 1967 hasta su jubilación en 1994. Has sido un autor muy prolífico con numerosas obras entre las que destaca su Teología de la Esperanza y El Dios crucificado. Para Richard Bauckham no es solo “uno de los teólogos contemporáneos más influyentes sino uno de los más emocionantes y estimulantes para leer”.

La obra de Jürgen Moltmann representa un enorme intento de superación de la teología liberal alemana del siglo XIX. En este sentido, retoma la tarea emprendida ya por Karl Barth de deconstrucción del liberalismo teológico, dando incluso un paso más en esa dirección, al centrarse mucho más en el contenido de la fe, camino que ya había emprendido el teólogo de Basilea. Así, nuestro Pedro Laín Entralgo comenta que su obra representa “el más valioso de los esfuerzos del pensamiento protestante por armonizar una triple fidelidad, a Cristo, a Lutero y al mundo actual”. Moltmann no llega a abrazar una posición nítidamente evangélica con respeto a la naturaleza de las Escrituras como Palabra infalible de Dios. Aquí es heredero de Barth y Von Rad, entre otros. Pero Moltmann si ha sido capaz de mostrar que las grandes doctrinas históricas de la fe cristiana como son, la encarnación, la cruz, la resurrección y la esperanza del retorno de Cristo, tienen una enorme pertinencia para nuestro mundo actual.

La tesis de Moltmann es que“la escatología debería ser, no el punto final de la teología, sino su comienzo”.

En esta breve reseña no se puede entrar en muchos de los aspectos fascinantes de la teología de Moltmann. Pero, por los menos, hay dos áreas de su pensamiento que me gustaría destacar. Por un lado su enfoque escatológico, y , por otro su cristología. En la estela marcada por el teólogo judío Martin Buber, que veía el concepto de promesa como troncal para comprender la teología del Antiguo Testamento, Moltmann construye su teología desde el fundamento de la esperanza. Así su primera obra, de 1964, y que le catapultó a la fama teológica, se titula, sencillamente, Teología de la Esperanza.  La esperanza cristiana hunde sus raíces en el Dios fiel que no puede mentir. La esperanza cristiana se sustenta en el Cristo resucitado para nuestra justificación (Romanos 4.25). Como por otro lado enseña Pedro en su primera carta: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1ª Pedro 1.3). Y la esperanza se concreta en la expectativa de la segunda venida de Cristo, la parusía, al fin de los tiempos. Pero para Moltmann la escatología no es especulación, lo cual ya también señalaba entre nosotros José Grau. Moltmann afirmó que: “no entiendo el apocalipticismo, la teología de Armagedón, de Hal Lindasay y otros. No veo esto en la Escritura. En la Escritura yo veo que el Cristo crucificado y resucitado es el Señor. Veo que el futuro de la nueva creación-el renacimiento de la vida- ha comenzado ya con Cristo en el Espíritu. Por consiguiente no soy apocalipticista del tipo que especula sobre el fin del mundo”. Para Moltmann la esperanza no es, pues, conjetura. Es más, no es nada pasiva sino enormemente dinámica, precisamente por lo que espera, la consumación del Reino de Dios. El teólogo alemán escribió: “Mientras la esperanza no influya sobre el pensar y el obrar del hombre, transformándolos, permanece como invertida y sin eficacia”. Moltmann aboga, así, por una actitud que no desprecie lo temporal. La verdadera esperanza cristiana no puede sino conducir a un involucramiento cristiano en este mundo, en el aquí y ahora, en lo histórico y cotidiano como el escenario de la obra de Dios. Como decía Paul Ricour: “toda la historia es al final historia sacra”. Y es que no hay nada ajeno a la fe cristiana, parafraseando al teólogo y primer ministro de los Países Bajos, Abraham Kuyper. La esperanza es, pues, llevar una vida contemplada como misión que se realiza por medio de la vocación a la que cada uno es convocado. Aquí se pueden rastrear con suma brillantez las huellas de Lutero y de la Reforma en el pensamiento del teólogo alemán. Pedro Laín Entralgo entiende que la teología de la esperanza de Moltmann implica necesariamente “vivir y practicar vocacionalmente la profesión de médico, pintor, empresario o jornalero … contribuyendo a la tarea de enriquecer a la sociedad la sociedad en que se vive”. 

Pero es, sin duda alguna, la cristología el tema más candente de la teología de Jürgen Moltmann. El título de su obra más famosa lo dice todo: El Dios crucificado. Estamos, de hecho, ante el mismo corazón de la fe cristiana, pues como decía Lutero Crux probat omnia es decir, la cruz es la prueba de todo. Me propuse no saber cosa alguna entre vosotros que a Jesucristo y a este crucificado, afirmó Pablo como resumen del mensaje que había llevado a Corinto (1ª Corintios 2.2). No es este el lugar para entrar en los aspectos controversiales detrás de la teología que Moltmann desarrolla en esta obra, entre ellos su relación con la Teología de la liberación latinoamericana, señalada entre nosotros por Samuel Escobar, o su posición sobre la impasibilidad divina. Pero si es importante resaltar que, como ha hecho uno de los estudiosos evangélicos más importantes de su obra, el teólogo también recientemente fallecido Donald MacLeod: “Moltmann ha resaltado claramente la naturaleza paradójica del hecho de que Dios fuera crucificado; insistió en que no es algo que podamos tomar con calma, y llamó la atención sobre algunas de sus implicaciones revolucionarias para nuestra teología, nuestra práctica cristiana individual y el carácter distintivo de nuestra eclesiología”. Así lo expresa el mismo Moltmann: “La cruz de Cristo es el centro de la cristología y de la teología cristiana. En la cruz de Cristo se revela quién es el verdadero Dios; en la cruz de Cristo se revela quién es el hombre real. En el crucificado es reconocido, al mismo tiempo, el Dios del hombre y el hombre de Dios. La teología cristiana es, en su núcleo, una teología de la cruz; por ello, toda teología debe examinarse acerca de cómo responde al grito de Jesús moribundo 'Dios mío ¿por qué me has desamparado?' ...El Cristo crucificado, que redime con su muerte, que llama por su Espíritu a los hombres en su seguimiento, es lo único decisivo en el cristianismo. En él, Dios se identifica con el hombre culpable y doliente. En Él encuentran los hombre su identidad liberadora, tal como Dios la quiere”. El desacuerdo con algunas de sus conclusiones, no puede hacernos, pues perder de vista el reto que su posicionamiento sobre la centralidad de la cruz tiene para la fe cristiana, tanto en su anuncio como en su vivencia.

La obra de Moltmann es, como el mismo subrayó, una invitación a profundizar sobre la fe cristiana. Y es que como afirmó Richard Bauckham “su propósito al escribir su teología era la de involucrar a sus lectores en un diálogo crítico con su trabajo … su contribución ha sido masiva, pero no se impone a sí misma sobre el lector. Más bien invita al lector a un compañerismo en un viaje teológico”. Moltmann nos llama, pues, sobre la base de la muerte y la resurrección de Cristo, a una “existencia relevante cristiana” y a “esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1ª Tesalonicenses 1.10).

 

 

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