Poner en práctica la verdad

Tener comunión con Dios nos hace tener comunión unos con otros; vivir en la luz, practicar la verdad, es lo que hace que esa comunión sea posible.

20 DE SEPTIEMBRE DE 2021 · 18:17

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Foto de Kazuo ota en Unsplash.

Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros…

1 Juan 1:6-7

 

1 Juan es un texto muy interesante porque su concepción de la realidad es muy diferente a la nuestra. Es un ejemplo claro de que cuando uno lee un texto con buenas intenciones y buscando aprender de él, y no encontrar una excusa para sus creencias ya preestablecidas, suceden cosas maravillosas.

Por ejemplo, no me acordaba de que para los judíos el concepto de “verdad” no es algo que se cree, sino que se hace. Para nuestra cosmovisión grecolatina es algo muy difícil de entender, porque en el mundo grecolatino (y después en el medieval, el moderno y hasta nuestros días) “la verdad” es algo que se cree, algo abstracto que pertenece a las ideas, una perspectiva. De hecho, en la actualidad se utiliza la palabra “verdad” como sinónimo de perspectiva, y por eso es legítimo que alguien te hable de “su verdad” o “mi verdad”: es aquel lugar, aquel conjunto de creencias, desde el que uno se posiciona para observar el mundo. Desde bien antiguo, en Occidente entendemos la verdad como algo estático, inmutable, o al menos algo que no debería mutar, porque hemos tenido muchas guerras culturales cuando los márgenes de la verdad común se mueven.

Para mí es una alegría abrir un texto como 1 Juan y encontrarte con una definición completamente diferente. Y me pasa algo: no rechazo el concepto moderno de verdad similar a “perspectiva”. Es la forma en la que se cree aquí, en el donde y el cuando vivo. No puedo despreciar la cultura en la que habito sin más, solo porque a mí me iría mejor volverme una ermitaña o desear tener una máquina del tiempo para irme a otra época en la que “se creía mejor” (spoiler, esa época nunca existió, es una idealización). Estoy segura de que nadie aguantaría un día en esa época idílica “en donde todo se hacía bien” en cuanto se diera cuenta de cómo olía la gente en realidad porque no tenían costumbre de ducharse, por ejemplo). No tengo por qué negar la definición actual de verdad para apreciar, entender y poner en práctica la definición de verdad que se expone en 1 Juan. Aunque, reconozco, me cuesta entenderlo, porque soy hija de mi tiempo. Pero voy a hacer el esfuerzo.

Este pasaje que hay citado al principio funciona como una sola estructura sintáctica. Si analizamos el principio y el final de la estructura, tener comunión con Dios nos hace tener comunión unos con otros; vivir en la luz, practicar la verdad, es lo que hace que esa comunión sea posible. Dios es luz y verdad. Siempre que nos enfoquemos en permanecer en esa luz y practicar esa verdad, la comunión que tenemos con Dios se verá reflejada en la comunión que tenemos unos con otros. Y es aquí, precisamente, donde la estructura se nos desmorona alrededor.

Yo creo que muy pocas veces pensamos en la luz de Dios, y cuando pensamos en su verdad lo hacemos desde una perspectiva muy guerrillera. Si apenas entendemos la verdad como una perspectiva, una entre muchas, es lógico que queramos andar siempre de guerra para imponer la nuestra; y que además creamos que es algo legítimo. Pero si se entiende la verdad como aquello que se hace a la luz de Dios, podemos tener más libertad y capacidad para hacer caso a este llamado. 

He escuchado darle muchas vueltas a este “practicar la verdad”, y desde nuestra cosmovisión occidental de herencia grecolatina básicamente se resume en preceptos morales. Se predica que practicar la verdad es vestirse de tal o cual manera, ser fieles a la asistencia al culto dominical, no ir a tal sitio, no relacionarte con tal gente, y todo aquello que el predicador de turno considere que es “bíblico” como un eufemismo para referirse a aquello que se aprueba en esa congregación. Y esas cosas, como bien sabemos, varían con el tiempo y no suponen salvación para nada. Tienen muy poca trascendencia y se merecen tener un lugar, pero no un lugar superior ni más elevado a su realidad. La mayor parte de las veces se utilizan para acomodarnos fuera de la sociedad en la que tendríamos que ser luz y sal, y no dejarnos salir de dentro de la iglesia. 

Sin embargo, una lectura fiel y básicamente “literal” de estos versículos nos señala que esa práctica de la verdad consiste, en gran medida, en la comunión que tenemos con Dios y con los demás. La comunión puede entenderse como una clase de unidad en la que cada parte conserva su independencia. La comunión con Dios es esa relación maravillosa que empezamos a tener con él en el momento en que el Espíritu Santo viene a vivir en nosotros, su templo. A partir de ese momento suceden cosas, pero nada se hace para violentarnos o incomodarnos; el Espíritu nunca actúa bajo coacción o amenaza, y del mismo modo nunca nos inspirará a nosotros a practicar esa verdad con obligación, amenaza, miedo, culpa o vergüenza. La comunión con él es santa, pacífica y amable. Lo es a pesar de que nosotros, en general, solo conozcamos la guerra. 

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