Creernos de verdad que somos vulnerables

El apagón en España es un recordatorio de que ni el estado ni la tecnología pueden garantizar nuestra seguridad. La lenta recuperación tras 6 meses de la DANA nos hace comprender que no debemos dar por sentado que ‘las cosas tienen que ir bien’.

29 DE ABRIL DE 2025 · 10:35

Una cola en Paiporta en un autobús lanzadera que lleva a la parada de metro más cercana , en marzo 2025. / Foto: J. Forster,
Una cola en Paiporta en un autobús lanzadera que lleva a la parada de metro más cercana , en marzo 2025. / Foto: J. Forster

“Gracias Señor por este día / ¡gracias Señor, gracias Señor! / Gracias, Señor, porque estás junto a mí, ¡gracias Señor!”. La canción que cantamos cada noche al poner a dormir a mis hijas la cantamos también ayer 28 de abril de 2025. El apagón había fundido los plomos de toda la península ibérica y el presidente Sánchez aún estaba reunido en comité de crisis.

Esa misma tonadilla (que inventamos improvisadamente cuando nació la mayor) la cantábamos cuando caía la noche en Paiporta hace exactamente 6 meses: mis hijas con más ímpetu que yo, que me encontraba totalmente abrumado por el desastre que acababa de ocurrir. 

Entonces, quedaron ‘cortados’ sin die el agua, el gas,internet, la red de telefonía. No había sistema de transportes, las calles intransitables por el fango y los vehículos destrozados, ni un solo comercio operativo. El 29 de octubre vimos los torrentes de más de dos metros corriendo furiosamente por nuestras calles, llevándose todo. Aquella noche sin luz, nos preguntábamos porvecinos que no volvieron a casa empapados hasta altas horas de la noche. Escribíamos mensajes alertando de personas en peligro en el Instagram del ayuntamiento, porque todos los canales de emergencia estaban saturados. Supimos al día siguiente de todos los muertos. 

 

‘Memento Mori’

La paralización del gran apagón en España estas últimas horas es un recordatorio (esta vez, para el 90% de los españoles) de que somos vulnerables. Que nada es estable.

Un bajón de la tensión de la red eléctrica puede llevarnos a un “cero”, como lo llaman los técnicos. Una sola jornada sin electricidad instiga temor, desordena las ciudades y causa un agujero en la economía de un país. 

El ambiente en Paiporta era más o menos calmado ayer. Padres y niños en el parque (a medio reconstruir aún pero usable), aprovechando el festivo en Valencia. Muchos pensamos al principio que el corte sería causado por algún trabajo en las obras de reconstrucción (¿en los garajes, quizás?). Luego supimos que era un apagón “histórico”, como lo definían los medios. 

Quedarnos sin internet y sin clases al día siguientes es un incordio, pero no causa demasiado revuelo en poblaciones en la Horta Sud que hace tiempo que no viven en la normalidad. El metro no funciona aún, el 90% de los ascensores en las viviendas tampoco. Los coches siguen aparcados en nuevas zonas que se han tenido que habilitar en solares y zonas peatonales porque el subsuelo de los edificios siguen inoperativos. De alguna forma, nos hemos acostumbrado a una vida menos cómoda. 

 

La ilusión de estar seguros

En Europa dábamos por sentado que las cosas simplemente funcionan. Que lo peor que puede pasar es que se caiga ‘whatsapp’ unas horas de vez en cuando. 

Pero la pandemia primero, los desastres naturales en zonas en las que no contábamos con ellos y la guerra en las fronteras de la UE nos han recordado que nuestra sensación de seguridad es una ilusión. 

Sabemos ahora de primera mano que el estado no garantiza bienestar sin fin. Que nuestros recursos son limitados. Que ningún seguro contratado devuelve la vida o la paz a nadie. 

Somos frágiles y somos incapaces. Como personas y como sociedad. Cuanto antes lo aprendamos (especialmente mi generación), más suave será el golpe. 

Dios está ahí. Disponible. También para las sociedades que pensaron que el progreso iba a hacerles eternos y convertirles en una especie de ‘homo deus’ al estilo de Génesis 11 y su intento de torre hasta el cielo. 

 

Amar, temer, respetar

Esta mañana, antes de ponerme a trabajar al ordenador (sin wifi pero con internet del 5G) leía un consejo de Pedro, seguidor de Jesús, a los cristianos del siglo I. “Amad a los hermanos, temed a Dios, respetad al rey”. 

Me parece un principio sabio para tiempos de emergencia. 

En primer lugar, ser proactivos en cuidar de quienes están más cerca: desde vecinos a, claro, hermanos en la fe. 

En segundo lugar, temer a Dios en medio de la confusión. Él es soberano y está al control, podemos pedir su presencia cuando lo demás falla porque su misericordia no se apaga. 

Y en tercer lugar, Pedro nos anima a respetar el trabajo de las autoridades. Esto incluye valorar en lo posible los esfuerzos que se hacen para encontrar soluciones, seguir las indicaciones de los gobernantes en materia de orden público. Y, también, no empeorar la sensación de caos compartiendo opiniones extremas o información sin contrastar que solo causan más desesperanza.

El gran apagón no será la última crisis que vivamos. Y desde luego, no será la más grave. 

Hoy que muchos columnistas en prensa usarán el concepto de ‘apocalipsis’ de forma exagerada, recordemos que nuestra vida ciertamente es frágil, pero nuestro Creador promete “estar con vosotros siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Actualidad - Creernos de verdad que somos vulnerables