La escucha a través del sermón

Entrevista con Manuel Rainho, secretario general del Grupo portugués IFES.

  · Traducido por Rosa Gubianas

EEA · 25 DE MAYO DE 2023 · 16:00

Manuel Rainho es el secretario general del Grupo Bíblico Universitário (IFES en Portugal). / EEA.,
Manuel Rainho es el secretario general del Grupo Bíblico Universitário (IFES en Portugal). / EEA.

Esta entrevista forma parte de una serie realizada por Alianza Evangélica Europea (EEA, por sus siglas en inglés). Tomaron como tema “La casa sobre la roca” y hablaron a diferentes personas sobre la escucha y la escucha de la Palabra, pues es con la escucha con lo que Jesús comienza esta parábola: "Por eso, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica..." (Mateo 7:24a).

Manuel Rainho es el secretario general del Grupo Bíblico Universitario (Grupo IFES portugués). 

Enseñó durante muchos años en el Seminario Bautista de Lisboa, apoyó la plantación de una iglesia en el centro de Lisboa y es autor del libro Misterioso Jesus. Procurando a verdade sobre a identidade de Jesus (Jesús misterioso. Buscando la verdad sobre la identidad de Jesús).

 

Pregunta: Los cristianos evangélicos leemos y escuchamos la Palabra tanto en casa como en la iglesia, donde el sermón suele ser el momento central del culto. ¿Crees que priorizamos una forma de escuchar la Palabra sobre la otra?

Respuesta: Yo diría que un verdadero cristiano evangélico es aquel que da la misma importancia a escuchar la Palabra corporativamente que a estudiarla individualmente; eso está en el ADN del evangelicalismo.

Un cristiano evangélico suele pensar que da la misma importancia a la lectura de la Biblia en casa que a la lectura de la Biblia en la iglesia.

En la práctica, sin embargo, esto no ha acabado sucediendo. Creo que hay generaciones que se han alejado de este ideal, pero por razones que no tienen que ver con esta mentalidad evangélica.

Es por razones prácticas, por las que se estructuró la sociedad con el tiempo: se trata del tiempo, o de la gestión del tiempo, que hace que sea más fácil para la gente reservar el tiempo para leer y escuchar la Biblia en la iglesia en lugar de hacerlo en casa. Pero quienes hacen esto saben que falta algo.

 

P: Dadas nuestras ajetreadas vidas, resulta sorprendente pensar que la gente acude a la iglesia para escuchar la Palabra, en lugar de sentarse en casa para ello. ¿Cómo ve este momento del sermón dentro de nuestros servicios religiosos?

R: Creo que ir a la iglesia y escuchar un sermón es un momento absolutamente único que tenemos en nuestra cultura. ¿En qué otro momento nos disponemos a dejar todo lo demás que estamos haciendo y aceptar que nuestras mentes sean invadidas por las palabras de otra persona?

Esto ocurre individualmente: escuchamos podcasts, la radio, la televisión. ¡Pero ir realmente a un lugar juntos y estar dispuestos a conectar unos con otros a través de este mensaje que se transmite desde el frente! Creo que es algo único.

No veo que esto ocurra en ningún otro sitio, incluso las familias en casa viendo la televisión y en sus teléfonos, cada uno está mirando su propio contenido. Puede que estén físicamente juntos, pero intencionadamente están en espacios diferentes, ya sean redes sociales, canales, etc. 

Así que el momento del Sermón es único, ¡creo que es un pequeño milagro!

Otra cosa extremadamente rara que ocurre aquí es que el sermón crea un momento de introspección para todos, que cada semana te lleva a cuestionarte porque el Evangelio nos deconstruye y nos desafía.

El Evangelio nos interpela cada semana. Fíjense en nuestros vecinos: ¿quién se sienta cada domingo y acepta ser interpelado personalmente? Esta es otra cara de este milagro cultural.

 

P:¿Cómo diría que interpretan los cristianos evangélicos el momento del Sermón: es Dios quien habla, es una voz profética, las personas buscan un sustento que les mantenga durante toda la semana, buscan un estímulo intelectual y espiritual?

R: Creo que es un poco de todas estas razones, excepto tal vez la primera. Esto se debe a que existe una profunda crisis de autoridad en nuestra sociedad actual. Esto tiene un lado bueno y un lado malo.

El lado malo es que la sociedad ya no confía en los profesores, los padres, la policía, los militares y mucho menos en los políticos. Delante de una figura de autoridad, nuestra cultura tiene esta predisposición automática de desconfianza. Esta es la mentalidad.

El pastor es una figura de autoridad, por lo que está incluido en esta actitud de suspicacia. Por lo cual creo que cuando las personas oyen un sermón, sinceramente no lo oye como que Dios está hablando, porque está oyendo a un ser humano interpretando la Palabra de Dios.

Y conectarán todo lo que esa persona está diciendo con lo que han buscado en Internet, sus conversaciones tomando café con sus familias, o sea, sus propias experiencias personales.

Mientras escuchan, siempre están en un diálogo interno entre lo que dice el predicador y "lo que yo pienso". De ninguna manera pocos recapacitan: "Muy bien, este es el momento en que estoy escuchando a Dios". 

Pero también hay aspectos positivos. Uno de ellos, creo, es que la crisis de autoridad está creando la necesidad de desarrollar líderes por encima de jefes o caciques. Este es un gran problema en Portugal. Portugal no tiene líderes, sólo tiene jefes, caciques (en las empresas), etc.

Esta crisis de autoridad hace que la persona que necesita convencer a otra tenga que hacerlo no por su posición de liderazgo, sino por su capacidad de persuasión. Y esto es bueno, porque esa es la diferencia entre un jefe y un líder.

Esto obliga al predicador a convencer al otro por su mensaje y no porque hable desde un púlpito.

 

P: Como sociedad siempre estamos buscando algo nuevo, lo último, y siento que esto se traslada a la forma en que escucho los sermones. A veces evalúo los sermones y los dejo de lado, diciendo: "¡oh, eso no era nada nuevo!". 

R: Exacto, el sermón es un momento en el que la gente busca sostenimiento pero también estímulo intelectual y éste es un aspecto negativo. Y un peligro. ¿Tiene que ser siempre nuevo el Evangelio?

Recordando a Chesterton, ¿hemos perdido la capacidad que tienen los niños de asombrarse ante la repetición de los mismos chistes y obras cuando sabemos cómo acaban?

Es un problema incluso con mi hija porque me aburro cuando juego con ella. Hago algo espontáneo y ella se ríe y me pide que lo repita. Pero creo que lo divertido de esto era la espontaneidad, ¡si lo repito no sirve de nada!

Esta es una gran dificultad cultural y conocemos su origen; es la sobrecarga de estímulos a la que está sometido nuestro cerebro. A cada clic en una página de Internet o en un artículo de noticias o saltando de un chat a otro en WhatsApp; en un momento estoy hablando contigo, al siguiente estoy hablando con otra persona.

Todo esto está alimentando mi cerebro, que está sobrecargado con una adicción a la dopamina. Así que cuando voy a escuchar un sermón, cada semana, también espero oír algo nuevo e inesperado.

Si alguien repite el mismo mensaje de la semana pasada, yo -que ni siquiera he tenido tiempo de aplicar ese mensaje durante la semana y ver cambios en mi vida- ¡me sentiré molesto y ofendido!

 

P: ¿Hay espacio para cuestionar el formato del sermón en nuestras iglesias? O quizás por lo que dice, no es tanto que debamos cuestionar el sermón en su formato sino la forma en que lo estamos recibiendo. Quizá sea nuestra predisposición a escuchar lo que deberíamos replantearnos.

R: Pues sí. Hay espacio para cuestionar el sermón pero este es el gran dilema. ¿De qué sirve el sermón si no llega a interactuar con quien escucha? No es un dilema del sermón, sino de la contextualización.

 

P: ¿Hay otras formas de "hacer" este momento del sermón? 

R: Sí, por supuesto, pero depende de lo que se entienda por "este momento". Cuando la gente estaba escuchando una parábola de Jesús, estaba escuchando a Jesús. Si es así, cada vez que estaban viendo o escuchando a Jesús, estaban escuchando la Palabra.

Si estaban escuchando la Palabra, entonces, naturalmente, hay otras maneras de oír e involucrarse con la Escritura más allá de los sermones. Porque el sermón es un formato muy específico y hay muchas otras maneras de escuchar la Palabra.

Y especialmente en esta sociedad compleja y plural, con esta cacofonía de voces, donde las personas tienen múltiples fuentes y el sermón es sólo una fuente más en medio de todas.

Yo diría que espero seriamente que haya otras formas de escuchar la Palabra más allá del sermón. Y con esto no estoy menospreciando el sermón -recuerden, creo que es un pequeño milagro-, pero teniendo en cuenta nuestra pluralidad, deberíamos tener otras formas de escuchar la Palabra.

Porque Cristo no habló de una sola manera. Habló en público, dio sermones, habló individualmente con las personas, hizo preguntas incómodas, habló a través de parábolas. Tiene que haber otros formatos además del sermón, de lo contrario tendremos problemas.

 

P:Teniendo en cuenta lo que hemos estado discutiendo, ¿qué le parece la parábola de la "Casa sobre la Roca"?

R: Escuchar debe ser una audición con apertura de corazón. Un comienzo a la alteridad. Estar abierto a escuchar las palabras del otro. No me refiero sólo a Dios sino a todos los que son diferentes a mí.

Y eso me desafiará a pensar de otra manera. En cierto modo, esto crea un trastorno en mi propio pensamiento. Y esto es algo que vemos en la parábola. El que oye -el que tiene esta predisposición a escuchar de verdad- no se queda ahí sino que consigue practicar.

En esta parábola, el que no oiga y no esté dispuesto a practicar, tendrá su casa construida sobre arena. Esto es más problemático de lo que estamos dispuestos a pensar. Nuestra cultura evangélica nos enseña a hablar y no a escuchar.

Enseña a decir la verdad que queremos transmitir, dando por sentado que los demás escucharán, pero no damos el ejemplo de oír a los demás.

Y este es un problema endémico en la cultura evangélica. ¿Cómo quieres que los demás escuchen el Evangelio si los que transportan la Palabra no enseñan a los demás a escuchar y piensan que ellos mismos no tienen que escuchar, porque son los demás los que deberían atenderles a ellos?

Este es un problema grave en nuestra cultura evangélica. Una vez más, la práctica del sermón puede ayudarnos aquí, porque es cuando nos detenemos y escuchamos. ¡Es un momento revolucionario en nuestra cultura!


 

Este artículo se publicó por primera vez en el sitio web de la EEA y se ha reeditado con permiso.

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