El coronavirus y el ministerio del contacto

Pastoreo una congregación en Roma que está habitudada a los apretones de manos, los besos y el contacto físico. La propagación del coronavirus en Italia ha obligado a los italianos a reimaginar nuestra vida compartida. Por René Breuel.

12 DE MARZO DE 2020 · 19:00

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Foto de Mauricio Artieda en Unsplash.

Pastoreo una congregación en Roma, Italia, que está habituada a los apretones de manos, los besos y el contacto físico. Durante nuestros cultos, los amigos a menudo se abrazan mientras oran el uno por el otro. Ya no. La propagación del coronavirus en Italia ha obligado a los italianos a reimaginar nuestra vida compartida.

Nuestros modales expresivos de repente se ven como un peligro; otras personas ahora son posibles portadores del virus. En las últimas semanas, eché de menos ver a nuestra gente los domingos, especialmente los ancianos.

He aprendido que mirar a los ojos a alguien es más fuerte que cualquier cosa que predique.

Este fin de semana, el primer ministro de Italia ha prohibido la celebración de servicios religiosos y funerales, además de cerrar escuelas, cines y lugares sociales. Es un gran cambio para una cultura que enfatiza mucho lo físico y lo social: buena comida, sol y amistad. Las piazze están vacías, mientras que las personas viven la preocupación en soledad.

El domingo, nuestra iglesia celebró su primer culto íntegramente en línea a través de una plataforma de transmisión. En mi sermón, animé a las personas a volver a aprender el arte de expresar el amor a través de las palabras, ahora que se desaconseja el contacto cercano.

Pero una transmisión de video y los mensajes de texto no sustituyen la vida encarnada. La gente viene a la iglesia para ser escuchada y abrazada tanto como para escuchar y orar. Para muchos, el domingo es el día en que nos sentimos más apreciados por los demás.

Jesús a menudo tocaba a las personas que sanaba, incluidos los leprosos. Así que, traemos sanidad a las heridas pasadas y a los desaires recientes por igual cuando nos vemos y nos tocamos. A lo largo de los años, he aprendido que mirar a los ojos a alguien y pronunciar su nombre son acciones que pueden hablar más fuerte que cualquier cosa que yo predique.

Este invierno, el coronavirus ha enseñado a los italianos las precauciones de la distancia y el aislamiento. Pero esperamos que la lección termine pronto, reemplazada por una primavera de celebración y abrazos.

 

René Breuel es pastor de una iglesia en Roma.

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