José Grau, una vida llena de gracia divina

Dejamos de lado el personaje –una vida llena de logros- y nos centramos en la persona, una vida llena de gracia.

16 DE ENERO DE 2014 · 23:00

<p>
	Jos&eacute; Grau.</p>
,

José Grau.

“El día de mi entierro que no se hable de mí, sino de Cristo. Quiero que Cristo sea el centro del acto” (petición de José Grau a sus hijas). Respetar su deseo no es fácil, pero intentaremos hablar no de la obra que José Grau hizo, sino de la obra que Dios hizo en él. Sin embargo, dos apuntes previos son imprescindibles para valorar su enorme legado y su valía. En cuanto a su legado, de él se puede decir con propiedad: “El que da semilla al que siembra y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia” (2 Cor.9:10). A la luz de esta hermosa metáfora, José Grau ha sido “panadero” que ha provisto abundante pan y semillas de calidad. Despedimos a uno de los hombres que más han enriquecido y bendecido al pueblo de Dios en España en los últimos 50 años. En cuanto a su valía, me permito citar un fragmento de las Memorias (inéditas) de mi padre José Mª Martínez. Me parece no sólo legítimo sino necesario hacerlo por la relación de profundo aprecio, respeto y compañerismo que les unió a lo largo de toda su vida, relación que tuvo un bello colofón en la reciente concesión a ambos (junto a D. Pablo Wickham) del Premio Jorge Borrow 2013. La cita alude a una carta escrita por mi padre en 1958 en la que expresa su deseo de que José Grau “que se había destacado como un pensador nato y un escritor de elegante estilo… …pudiera dedicarse plenamente al ministerio de la literatura”: “Deseo enfatizar mi convicción personal de que el hermano Grau, por su gran capacidad para la obra de la literatura, es uno de los hombres que más necesita la obra evangélica en España. Yo me alegraría en gran manera si todo evolucionase de tal modo que pronto él pudiera dedicar todo su tiempo a la obra que le es tan querida” (carta de José M. Martínez a A. Hoppler, 15.02.1958). “Hasta la fecha, que yo sepa, ningún escritor evangélico en España ha sido tan prolífico y tan sólido como José Grau Balcells, lo que no deja de ser para mí un motivo de legítima complacencia” (memorias inéditas José Mª Martínez). José Grau ha sido escritor prolífico, editor valiente, teólogo coherente y maestro cercano. En todas estas facetas es mucho y bueno lo que se puede decir de él, pero respetando su deseo no lo haremos. Dejamos de lado el personaje –una vida llena de logros- y nos centramos en la persona, una vida llena de gracia. Es aquí donde vemos brillar con fulgor la obra que Dios hizo en él y que podemos resumir en una frase: la vida de José Grau es un monumento a la gracia y la providencia de Dios. Me consta que uno de sus versículos favoritos era: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1ª Corintios 15:10). Una vida sin gracia es una vida desgraciada. Esta gracia obró, entre otros, tres aspectos que se corresponden con sendos rasgos esenciales de su vida y de su obra. La gracia hizo de él: 1. UN HOMBRE FUERTE Fue un hombre fuerte porque supo reconocer su debilidad. No es la fortaleza aparente de una persona con “carácter”, no. Su fortaleza era mucho más profunda: surgía de la gracia transformadora“bástate mi gracia”. Como el apóstol Pablo, él experimentó numerosas veces que “cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Así ocurrió con su conversión que ilustra bien esta realidad. Como el salmista, “este pobre clamó y le oyó Jehová” (Salmo 34: 6). Curiosa y providencial forma de llegar al conocimiento de Dios. Nos lo contó con brillo en los ojos y entusiasmo durante una visita que le hicimos hace un mes escaso. A principios de los años 50, en el periódico de los domingos se incluía el texto de la Biblia que era leído en la misa dominical. Un domingo el Señor le habló poderosamente a través del pasaje de Juan 12: 1-8: María a los pies de Jesús derramando el perfume de gran precio. Formidable ejemplo de cómo la Palabra de Dios tiene vida y poder en sí misma. No es casualidad que José Grau fuera siempre un hombre fiel a la Palabra. Desde aquel domingo las Escrituras fueron el medio por el que la gracia de Dios le hacía fuerte en su debilidad. Nunca se apartó en su teología y en su vivencia de la centralidad de la Palabra. Esta fortaleza que nace de saberse débil le convirtió en un luchador. José Grau luchó contra: - Problemas de salud: su delicada vista de siempre y su lucha contra la enfermedad en los últimos años. - La intolerancia y la represión arbitraria del franquismo contra un editor y escritor “peligroso porque era protestante”. 2. UN HOMBRE HUMILDE Es consecuencia de lo anterior: tomar conciencia de nuestra debilidad nos vuelve humildes. Contrariamente a los valores del mundo, la humildad es una expresión de fortaleza. Es mucho más difícil ser humilde que engreído u orgulloso. Por ello sólo es posible por la obra de la gracia. Nunca vimos en José Grau un atisbo de ser engreído, vanidoso o ególatra, nunca tuvo “más alto concepto de sí que el que debe tener” (Rom 12:3). Acertada cita la de Pedro Tarquis en la reseña de Protestante Digital de hoy: “Fue un grande de nuestra historia y corazón, ejemplo de grandeza y humildad”. La humildad es inseparable de la sabiduría. Es la “modestia” de los sabios a la que aludió el filósofo Karl Popper, pero ya descrita muchos siglos antes en el libro de Proverbios en la Biblia y, sobre todo, encarnada por el Señor Jesús: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Ahí, en su humildad, como en otras tantas cosas, el Sr. Grau fue un hombre fiel a Cristo. 3. UN HOMBRE AGRADECIDO José Grau pasó el último año de su vida dando gracias: a Dios en primer lugar, a sus hijas, a sus yernos, a sus nietos, a sus hermanos en Cristo etc… La gratitud es una forma de dar. El lenguaje lo expresa muy bien: “dar las gracias” implica dar algo de uno mismo. En este sentido, la ingratitud es una sutil forma de egoísmo. Con este rasgo el Sr. Grau demostró que también era un hombre fiel a las personas. Toda su vida fue fiel: a su esposa, a sus hijas, a su iglesia local de la que fue miembro durante casi 60 años, a sus principios teológicos. La gratitud es el mejor antídoto contra la amargura. Por ello murió en paz. Los evangélicos no decimos “descanse en paz”, que es un deseo o una oración, sino “descansa en paz”: la afirmación de una realidad. Vivir una vida llena de gracia, la gracia de Dios, permite una muerte llena de paz. En conclusión,José Grau fue un hombre: Fuerte porque se sabía débil Humilde porque era sabio Agradecido porque amaba, se daba Ello le permitió ser fiel a la Palabra, fiel a Cristo y fiel a las personas. Ésta fue la obra de gracia que Dios hizo en él. En frase favorita suya, Soli Deo Gloria: sólo a Dios sea la gloria.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Actualidad - Jos&eacute; Grau, una vida llena de gracia divina