“¿Qué es la verdad…?”

Nosotros ─como Jesús─ estamos en el mundo para “dar testimonio a la verdad”. Pero nuestro mundo sigue haciéndose la misma pregunta que aquel escéptico Pilato después de escuchar al Señor: “¿Qué es la verdad…?”

ESPAÑA · 14 DE OCTUBRE DE 2019 · 17:01

photo by Hjrc,
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Esta sociedad se ha convertido en un juguete para Satanás, con el que se divierte destrozando vidas, destruyendo principios, pisoteando valores y deformando la realidad. Aunque el príncipe de este mundo haya sido derrotado y arrojado de su posición de autoridad por el sacrificio de Jesús[1] ─quien ha recibido toda potestad en el cielo y en la tierra y está a la espera de que todos sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies[2]─ todavía detenta el poder sobre la gente por medio del engaño, y se resiste a entregarlo a menos que el Espíritu Santo le obligue a ello[3]. Cómo la gente no se da cuenta del mal que les infligen sus mentiras, los falsos conceptos que difunde y las conductas perversas que promueve es incomprensible para el creyente; aunque no debemos olvidar que también nosotros estuvimos ciegos en otro tiempo, hasta que el evangelio de Jesucristo nos iluminó, librándonos del engaño del diablo con el que aún controla a este mundo[4].

La imposibilidad de convencer a nuestros seres queridos, familiares, amigos o vecinos inconversos del error en el que viven, nos causa una inmensa tristeza; pero el saber que Jesús vive y reina hoy sobre el universo entero, que ha de volver en gloria trayendo consigo el reino de Dios en toda su plenitud y llevando esta Creación ─sujeta todavía en esperanza[5]─ a su clímax eterno, y que Él nos ha hecho testigos y mensajeros suyos en este mundo[6], produce en nosotros un enorme gozo que nadie nos puede arrebatar[7]. Por otro lado, el conocer que es el Espíritu Santo quien engendra la fe en los corazones de la gente por medio del evangelio nos libera de una responsabilidad que seríamos incapaces de soportar, y hace todo más sencillo y llevadero; sin que esto nos releve del deber que tenemos de vivir según la enseñanza de nuestro Maestro y Salvador[8] y de no avergonzarnos de Él ni de sus palabras ante los hombres[9].

Nosotros ─como Jesús─ estamos en el mundo para “dar testimonio a la verdad”[10] y disipar la niebla mentirosa con que el diablo envuelve a las personas y las mantiene cautivas a su voluntad[11]. Pero nuestro mundo sigue haciéndose la misma pregunta que aquel escéptico Pilato después de escuchar al Señor: “¿Qué es la verdad…?”[12]; para luego darse la vuelta sin esperar respuesta. ¡Como si la verdad fuera simplemente un concepto abstracto sobre el que debaten los filósofos pero que, al fin y al cabo, nadie puede conocer![13]

Nuestro tiempo ha complicado aún más las cosas al aceptar esa falacia de que la verdad es relativa: “Tú tienes tu verdad y yo la mía”. La verdad sería así un conjunto de ideas humanas por las cuales vivimos y actuamos, y que puede ser diferente e incluso totalmente incompatible con el de otros.

La verdad a la que se refería Jesús, y que encontramos en el Nuevo Testamento y en la Biblia entera, es una verdad fidedigna y fácil de entender, no un concepto complicado que deba destripar el hombre por sus propios medios (filosóficos, médicos, científicos, artísticos o de cualquier otro tipo) para comprenderlo.  Se trata, simplemente, de cómo son las cosas en realidad. La verdad tiene que ver con un Dios eterno que creó todo lo que existe[14]; con una criatura privilegiada, hecha a imagen y semejanza Suya, que decidió escuchar al engañador y mentiroso en vez de honrar la advertencia de su Creador, labrando así su propia ruina, la de su descendencia y la de toda la Creación[15]; y con un Salvador[16], Hijo eterno de Dios, que “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”[17] y a reconciliar con su Padre todas las cosas, entregando su vida para que nosotros pudiéramos tener paz con Dios[18] y ser parte de ese mundo nuevo que se manifestará cuando Jesucristo vuelva en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos[19].

Cuando la Biblia habla de la verdad lo hace de la Verdad con mayúsculas. No hay otra; es un absoluto que no necesita adjetivación, ni que se especifique quién la sustenta (la verdad de los ateos, la verdad de los budistas, la verdad de los humanistas, la verdad de los musulmanes, la verdad de los cristianos…). Porque la verdad es la naturaleza y el estado real de las cosas y no hay más que una. O se conoce o no se conoce; o se está en ella o se vive engañado[20].

La verdad es de Dios, un atributo divino. Dios mismo, que se encarnó en el hombre Jesús de Nazaret[21] y todo aquello que el Espíritu Santo enseña por las Sagradas Escrituras a los que han puesto su confianza en Jesús[22]. Si Pilato no hubiera tenido tanta prisa en huir de la verdad[23], y hubiese esperado la respuesta del Señor, habría conocido cuál era esa Verdad de la que Jesús le estaba hablando, y dejado de ser un juguete en manos del diablo para convertirse en heredero de la vida eterna y en un instrumento útil en las manos de Dios.

Esta es la situación de los que hemos creído en Jesús. Como dice el apóstol Juan: “No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (1 Jn. 2:21-22).

 

Juan Sánchez Araujo – Pastor jubilado – España


[1]  Jn. 12:31; 14:30; 16:11; Ap.

[2] He. 1:13

[3] Jn. 16:7-11

[4] Ap. 12:9; 1 Jn. 5:19

[5] Ro. 8:19-23

[6] Mt. 28:18-20

[7] Jn. 16:22; 1 P. 1:3-9

[8] Ef. 4:21

[9] 2 Ti. 2:19; 1:8; 2:12; Mr. 8:38; Lc. 9:26

[10] Jn. 18:37; Lc. 21:12-15

[11] 2 Ti. 2:26

[12] Jn. 18:38

[13] Jn. 8:31-32

[14] Gn. 1:1─2:3

[15] Gn. 3­─4

[16] Lc. 2:10-12

[17] Lc. 19:10

[18] Col. 1:15-23

[19] 2 P. 3:9-14

[20] 2 Jn. 2:1-3

[21] Jn. 14:6

[22] Jn. 14:16-18; 15:26-27

[23] Jn. 3:17-20

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