Jonás, un mensaje para nuestra época

El llamado de Jonás es un llamado para nuestros días de dejar atrás todo “racismo espiritual” y gozarnos de la salvación de todo hombre sin importar su condición.

ESPAÑA · 01 DE AGOSTO DE 2018 · 19:09

,

Los profetas menores son aquellos “olvidados” de nuestra Biblia. Podremos preguntar a cualquier creyente alguna cuestión respecto a Jesús, Pablo o el Rey David. Sin embargo, raro sería encontrar algún miembro de nuestra congregación que pudiera enumerar los profetas menores aunque no fuera en orden.

Quizás esto se deba al pequeño contenido que poseen (exceptuando alguno como Zacarías), o quizás pueda ser por los extraños nombres de algunos como Sofonías o Habacuc. Sin embargo, considero que uno de los factores principales por los que estos profetas no están en la boca de la iglesia de manera corriente es por la falta de un sentido práctico de sus oráculos para la sociedad actual.

De hecho, no solamente la aplicación de los oráculos es complicada, sino que dicha aplicación a veces no es realizada de manera correcta debido a una mala interpretación. Gordon Fee respecto a la lectura de los textos proféticos dice lo siguiente: Los libros proféticos están entre las partes más difíciles de interpretar y leer de manera receptiva de la Biblia. Las razones de esto están relacionadas con falsas nociones sobre su función y su forma[i].

Es por ello que en este artículo nos gustaría enfocarnos en uno de estos profetas, con el objetivo de poder plasmar por este medio una aplicación práctica o, al menos, una reflexión personal que pueda ayudarnos a crear un “interés” por esta sección veterotestamentaria. Para ello, escogeremos al profeta menor más conocido en nuestras escuelas dominicales, el profeta Jonás.

Todo aquel que haya acudido a la escuela dominical ha oído hablar acerca de la historia de este trepidante profeta. ¿Quién no se ha asombrado de pequeño al conocer la historia de un hombre que llegó a estar dentro de un gran pez? ¿Quién no ha pintado al pobre Jonás aterrado en el mar mientras una ballena (eso decían en mi escuela dominical) llegaba hasta él para introducirlo en su estómago? Los niños quedábamos asombrados por cómo ese hombre fue capaz de salir vivo de esa ballena por su orificio superior e incluso algunos soñábamos con llegar a experimentar una aventura similar.

Sin embargo, ahí se quedaba la historia. Nada más sabíamos de Jonás en ese entonces, y pocos saben algo más con el pasar de los años. Ese profeta recibió las consecuencias de no hacer caso al mandamiento de Dios y es llamado popularmente “el profeta desobediente”.

¡Oh! Que pena quedarnos con una imagen tan pobre de estos escritos llegando a omitir la mitad de la historia.

Ahora bien, para entender todo lo ocurrido, debemos adentrarnos en varios detalles contextuales:

En primer lugar, Jonás era un profeta judío nacido posiblemente entre el siglo noveno y octavo. Es mencionado en 2 Reyes 14:25, por lo que se cree que ejerció su ministerio durante el reinado de Jeroboam II. Jonás se identifica tanto en este libro como en sus escritos como hijo de Amitai y en el libro histórico mencionado anteriormente como procedente de Gathefer, pueblo cercano a Nazareth[ii].

Por tanto vemos en este profeta que sirvió en el reino del norte que es un gran devoto del judaísmo, un gran defensor del pueblo de Israel que contenía los rasgos característicos de un judío.

En segundo lugar, hay que analizar la situación histórica y política de la época en la que Jonás se encuentra. El imperio asirio era la principal potencia de Oriente Medio durante los siglos IX y VIII. La capital de este imperio era la ciudad de Nínive.

De esta manera, si consideramos los factores culturales, religiosos y políticos, podemos llegar a comprender mayormente el porqué de la huida de Jonás hacia Tarsis. Un profeta judío es llamado por Dios a predicar en la capital del pueblo gentil más peligroso y al que más odio le podían tener a causa del amplio poderío militar que podría provocar la destrucción de la nación.

Sin embargo, nos encontramos con que Jonás finalmente obedece a Dios y llega a predicar en la ciudad de Nínive. La demografía de Nínive es un dato que no podemos pasar por alto, el propio texto nos cuenta que la distancia es de “tres días a pie”, por lo que Jonás seguramente tuvo que repetir su mensaje de arrepentimiento varias ocasiones.

Ahora bien, después de todo el esfuerzo realizado por Jonás, los resultados fueron más que satisfactorios, ya que esa inmensa ciudad se arrepintió y se entregó a Dios. Satisfactorio el resultado, menos para el propio Jonás, ya que éste se enojó hasta la muerte por la salvación de esa ciudad.

Es entonces cuando Dios utiliza la calabacera para darle a entender a Jonás una lección que no está muy lejana de nuestra época. Jonás se enfada con Dios por la salvación de un grupo de gentiles cuando debería haberse alegrado por el resultado de su mensaje. El propio Jonás odiaba a los gentiles hasta no querer que su Dios les salvara.

A fin de cuentas, el libro de Jonás es un reflejo de nosotros mismos. A veces creemos que por ser Iglesia somos más privilegiados y merecedores de la gracia de Dios en nuestras vidas. Algunos llegamos incluso a pretender identificar a los “cristianos de raza pura” utilizando parámetros como los años que llevamos acudiendo a la iglesia o el número de familiares conversos. En cualquier caso, llegamos a la discriminación, deseando la no conversión de aquellos que bajo nuestro punto de vista no son dignos de merecerla. Cuán diferentes eran las enseñanzas de Jesús, exhortándonos a amar incluso a nuestro propio enemigo.

A fin de cuentas, el llamado de Jonás es un llamado para nuestros días, dejar atrás todo “racismo espiritual” y gozarnos de la salvación de todo hombre sin importar su condición.

 

Julio de Torres Oña – Estudiante – España

 

[i] FEE, Gordon. La lectura eficaz de la Biblia. Miami, FL: Editorial Vida, 2007, p. 155.

[ii] SCOTT, Jack B. El plan de Dios en el Antiguo Testamento. Miami, FL: Editorial Unilit, 2002, p. 239.

 

 

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - JULIO DE TORRES OÑA - Jonás, un mensaje para nuestra época