La medida de un adorador

Iván Castro Rodelo

05 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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Apocalipsis 11:1-2 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses. Dios parece estar interesado en la estatura de quienes le adoran. La adoración es la forma más alta de alabanza. Es una muestra de admiración y aclamación a Dios mismo por su persona, carácter, atributos y perfección. Es una actitud del corazón en una concentración reverente en el Señor, una contemplación. Es una profunda meditación acerca de la grandeza y la dignidad de Dios y, finalmente, es el derramamiento del alma en expresiones de reverencia, admiración y el desborde espontáneo de pensamientos y emociones… Adoración parece ser algo, por su carácter espontáneo, que no puede trabajarse o fabricarse. Todo lo anterior es lo que, a la hora de adorar, Dios medirá en los adoradores, y hará que cada adorador tenga su medida. El aparataje externo es lo de menos. Adorar no es algo que tenga que ver con la cosmética, sino con el corazón. Los adoradores crecen, van en ascenso. En 2º Crónicas 9:11-12 se nos muestra cómo las gradas al lugar de adoración en el templo de Salomón fueron hechas de la misma madera de las arpas con que se adoraba al Señor. La madera era el sándalo y era aromático. La idea, a lo mejor, es mostrar que lo mismo con que adoramos es lo mismo con que subimos. El mismo aroma que percibían los adoradores era el mismo que percibían quienes subían las gradas hacia el altar del Señor; y es que Dios tiene mejores lugares para quienes le adoremos en espíritu y en verdad. ¿Será por eso que El manda medir tanto el altar como a quienes adoran en él? “Dar la talla” se dice cuando algo o alguien está a la altura del desafío. Lamentablemente, muchos hoy tienen su propia medida para un asunto tan vital como la adoración. Muchos se miden entre sí por su talento o por el sello discográfico que les ampara. Otros no saben qué cosa inventarse para aparecer en el “top” de los adoradores más cotizados. Otros, sin duda, han llegado ahí, empujados por el azar. No se dan cuenta de que lo que están provocando es la fermentación de la adoración. Quieren subir el sándalo de las graderías, pero su carácter o su arpa están fermentados. Por eso tenemos hoy una canción cristiana algo decadente. Canciones estúpidas, ambiguas; como escritas por enfermos metales para retrasados mentales, que dicen sobre almohadas que hablan o de Jesucristo como un pescado con papitas fritas, o que Cristo es mejor que Spiderman. Mucha canción cristiana se ha vuelto de una puerilidad tal que está demasiado cerca de lo blasfematorio. Otra vez se le dice al anciano Juan: “Mide el altar y a los que adoran en él. Lo que está afuera, en el patio, será pisoteado por los gentiles”. (Ap. 11:2). Lo que está afuera es lo que no ha subido las gradas del altar. Comencemos a adorar ahora al Padre en espíritu y verdad; porque, con toda certeza, la adoración será nuestra protección siempre. La adoración sincera impedirá al enemigo pisotearnos. Iván Castro Rodelo

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