¿Cuál es el lugar del hombre?

Navegando entre la asociación a roles históricos, la superación de estereotipos o los cambios en el paradigma de relaciones, la masculinidad enfrenta su particular crisis.

Daniel Hofkamp

PONTEVEDRA · 03 DE MARZO DE 2019 · 22:33

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La figura masculina está en discusión en los últimos años. Se puede ver en diversos ámbitos -social, laboral, eclesial-, en diferentes contextos -desde las escuelas y universidades a los parlamentos- y por supuesto en las redes sociales y los medios de comunicación, que juntos logran que ciertos temas de debate adquieran una proyección global.

Términos como “masculinidad tóxica”, “masculinidad igualitaria” o “masculinidad hegemónica” aparecen últimamente en el discurso público y político. El debate se disparó en los medios a raíz de un anuncio de Gillette, a finales de enero, que generó una avalancha de aplausos y críticas, dependiendo del enfoque y la lectura que se hiciera del mismo.

 

CRISIS

Que la masculinidad está en crisis es algo que muchos sociólogos, psicólogos y pastores consideran indudable. “Lleva en crisis muchos años”, considera Juan Varela, director del Instituto de Formación Familiar y del grupo de Familia de la Alianza Evangélica Española. “Está en crisis por una debilidad y confusión en lo que atañe a sus funciones, y la feminidad también está en crisis, pero por una fortaleza basada en un empoderamiento equivocado”. En general, opina Varela, “el ser humano está en una grave crisis de identidad” y la crisis del hombre es parte de ello.

Para Silvia Pérez, terapeuta sexual, que la masculinidad esté en crisis puede ser bueno, porque como sociedad nos permite cuestionar “la masculinidad como la hemos entendido hasta ahora, es decir, una masculinidad que representa a un hombre fuerte, duro, rudo y con un rol en la esfera pública más importante que el de la mujer. Esta masculinidad consigue poner una carga demasiado pesada para los hombres (con consecuencias como que hay mayor número de suicidios masculinos) y un deterioro en las capacidades la mujer”.

El psicólogo Esteban Figueirido, también pastor en una iglesia evangélica en Vigo, coincide en que al hombre le cuesta encontrar su lugar. “Lo que marcaba el ser hombre se empezó a cuestionar, sobre todo por aquella parte de la tradicional forma de representar lo 'masculino' en detrimento de lo femenino”. Ese modelo de enfrentamiento “claramente perjudicó a la mujer”, dice Figueirido. “El problema es que el hombre que intenta desmarcarse del modelo machista, sin querer ser identificado como 'femenino' o ser declarado por ignorantes como homosexual, queda en tierra de nadie. Al fin de cuentas, si aquello no era ser hombre, ¿qué es ser hombre?”.

 

BUSCANDO SU LUGAR

La cuestión de un modelo masculino cerrado y condicionado a ciertos comportamientos, rasgos o roles es uno de los puntos que más cuestiona Esteban Figueirido en esta crisis, que considera que se ha incrementado en las últimas dos décadas. En su opinión ha sido dañino, sobre todo para “aquellos hombres que no encajaban en ese perfil de masculinidad, por ser mas empáticos, sensibles, conversadores y preocupados por temas más íntimos de las personas, nada violentos, hasta en ciertos casos con una posible complexión más débil”.

Juan Varela considera que la sociedad ha perdido el enfoque de una masculinidad sana. Pone como ejemplo que “en nuestras sociedades occidentales no hay sanos rituales de paso o de transición para la masculinidad, no así para la feminidad pues la mujer tiene un ritual biológico de transición a la madurez. Lamentablemente el hombre carece tanto de rituales biológicos como culturales para afirmar su proceso de madurez” que acaban “favoreciendo estados de pasividad o de violencia”, considera Varela.

Otro problema se manifiesta, según Silvia Pérez, en el modelo educativo que va recibiendo el niño con una masculinidad que tiene más que ver con el poder que con la responsabilidad o la convivencia. Así, se pueden fomentar “mensajes destructivos como que en una relación es el hombre el que tiene que ser activo y la mujer quien espera paciente, que tienen que ganar más dinero…todo son ataduras que dan poder pero también juega un papel en su contra a la hora de gestionar, por ejemplo, situaciones emocionales de cara a la pareja, la educación de los hijos o la tolerancia a la frustración”.

Así, encontramos una sociedad que, en opinión de Esteban Figueirido, se ha vuelto “muy crítica en respuesta al machismo que debía y debe ser desbancado”, pero desechando otros aspectos de la masculinidad que “son sanos, buenos y necesarios, y que por el hecho de ser masculinos no quiere decir que sean discriminatorios hacia la mujer, sino diferentes y yo creo que complementarios”.

 

ENFRENTADOS: ¿INEVITABLE?

En este debate en la sociedad surge a menudo la confrontación y el ataque. Para Juan Varela, es consecuencia del triunfo de un exceso. “El machismo histórico ha dado aire al feminismo radical que, superando el feminismo legítimo de equidad que pretendía la igualdad, lo que pretende es empoderar a la mujer, prescindir del varón y cuando menos dejar como sospechoso a todo hombre heterosexual, monógamo y con valores conservadores. Hoy desde los colectivos afines a la ideología de género se victimiza a la mujer y se criminaliza al hombre, al menos a todo hombre que no comulgue con el ideario LGTBI”.

Silvia Pérez apunta que “hay mujeres muy cabreadas por años de opresión y ese enfado lleva a formas de expresión digamos 'políticamente poco correctas'. Quizá no esté de acuerdo, en algunos casos, con el continente pero sí con el contenido, y me asombra como genera más revuelo mediático el desnudo de una mujer reivindicando los derechos de todas las mujeres, que los asesinatos machistas. Permíteme el chiste pero una teta no muerde, no mata, el machismo sí. Y creo que el problema precisamente está en el género, la parte biológica está en nuestros genitales, hormonas, cromosomas… pero la forma de vestir, actuar o pensar se compone por constructos sociales”.

En esa construcción social, Esteban Figueirido aboga por no ignorar las diferencias. “Querer difuminar la diferenciación entre el hombre y la mujer es un tremendo error. Luchar por la igualdad en el trato, en los derechos, en el respeto es un acierto”, afirma Estaban Figueirido. “La respuesta conviene que salga de un planteamiento que no esté de moda. En este sentido, defiendo que reconocer los principios bíblicos en cuanto al ser hombre y ser mujer, desde el diseño creado, son los más sanos para el desarrollo personal y social”.

 

IGLESIA Y FAMILIA, CLAVES

Si algo claro transmite la Biblia, desde sus primeros párrafos, es que no es bueno que el hombre esté solo. Será en relación con otros donde el hombre encuentra sentido, propósito y valor.

Juan Varela opina que para una masculinidad sana “hay que volver a las fuentes de la ética bíblica, valores que no son antiguos ni modernos, sino eternos. Se necesita fomentar dichos valores desde dos instituciones fundamentales hoy: la iglesia y la familia. Abogamos por un modelo de hombría basado en la heterosexualidad, la monogamia, la complementariedad de los géneros (hombre, mujer), y el compromiso con sus valores bíblicos”.

En la Biblia, el mejor ejemplo de masculinidad el que podemos fijarnos “es Jesús”, afirma Silvia Pérez. Un Jesús que desafió algunas de las costumbres que entonces le vincularían a un modelo masculino que no coincidía con el plan de Dios. Así, Jesús “tenía discípulas, no le importaba ser tierno con sus amigos, y si tenía que llorar en público lo hacía”. Pérez considera que las iglesias deberían además “seguir avanzando en la igualdad de hombres y mujeres”, revisar si “estamos cayendo en el sexismo” y emprender acciones prácticas como “más mujeres en los púlpitos e invitadas a eventos, más grupos femeninos en conciertos cristianos, babyshowers para las madres y los padres, hombres en la escuela dominical, revisar los mensajes que damos a los y las adolescentes respecto a las relaciones amorosas…”.

Ante una sociedad donde pueda reinar el enfrentamiento, Esteban Figueirido considera que podemos marcar una diferencia mostrando “amor y respeto a los que piensan diferente. Que sea esa nuestra marca de identidad que marque la diferencia ante muchos movimientos e ideologías que se levantan con un gran tono de odio e intolerancia ante los que piensan y viven de manera distinta”.

Coincidiendo con Juan Varela, apunta que es clave “esforzarnos por dar buena formación a los hijos, prioritariamente en casa, y en la iglesia. Enseñar claramente lo que Dios dice ayudará a un mejor conocimiento de uno mismo, a un desarrollo más sano de la identidad, a unas bases firmes y estables que sirvan para tener un remanente en la sociedad que dé una respuesta adecuada, sana y equilibrada”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Opinion - ¿Cuál es el lugar del hombre?