“Olvidamos fácilmente que el 85% de los refugiados no vienen a Europa”

Arie de Pater, representante en Bruselas de la Alianza Evangélica Europea: “Hay una tendencia a señalar al migrante como el problema, alimentando una retórica en la que nosotros, los europeos, somos las víctimas. Pero ese no es el caso”.

Joel Forster

Evangelical Focus · BRUSELAS · 27 DE JULIO DE 2018 · 11:57

De siete años, Vahide sostiene a su hermana en su casa en Estambul. / © UNHCR, Emrah Gurel,
De siete años, Vahide sostiene a su hermana en su casa en Estambul. / © UNHCR, Emrah Gurel

Más de 43.000 personas han llegado a España, Italia y Grecia entre enero y junio de este año. Los líderes europeos todavía están muy divididos acerca de cómo abordar este complejo problema humanitario que continúa causando profundos debates políticos.

En Evangelical Focus, Arie de Pater, representante en Bruselas de la Alianza Evangélica Europea (EEA), nos dio su perspectiva sobre una crisis que define como un asunto “moral”.

 

Pregunta. Desde la perspectiva que tienes al estar en contacto con evangélicos de toda Europa, ¿cuál es el estado de ánimo entre los evangélicos sobre la crisis migratoria y de refugiados en este momento?

Respuesta. En primer lugar comenzar me gustaría señalar que hay una clara distinción entre refugiados y migrantes. Me preocupa un poco cuando escucho hablar sobre la “crisis de refugiados”. Ese es el término que se usa ampliamente, pero ellos mismos no son la crisis. Es una crisis política y moral más que una crisis de refugiados.

Un migrante es alguien que se muda de un país a otro voluntariamente, por lo que si usamos el término “migrante”, eso implica libre elección. Pero un refugiado es alguien que no puede o no desea regresar a un país, debido a un temor fundado de persecución u otras razones, y tiene derecho a la protección internacional.

Si un refugiado viene a Europa, nos guste o no, debemos protegerle y darle la bienvenida.

 

P. ¿Crees que otros cristianos evangélicos en países europeos tienen un enfoque similar al que acabas de compartir en este tema complejo?

 

Arie de Pater, de la EEA.

R. Vemos una clara distinción entre evangélicos que han podido conocer a un refugiado en persona y aquellos que simplemente están consumiendo las noticias como la mayoría de nosotros, como cualquier otra persona de otros credos.

Para aquellos que han conocido a refugiados en persona, es más natural tratar a un refugiado como un ser humano tridimensional, alguien como tú y como yo, creado a la imagen de Dios y, por lo tanto, con un valor y una dignidad infinitos. Para esas personas, es más fácil acercarse a los refugiados con compasión y amor cristiano, pero para aquellos que solo están absorbiendo las noticias, supone un desafío ver más allá de los números.

 

P. Los líderes de los países de la UE tuvieron una cumbre clave en junio para mejorar en la cooperación. Las palabras “solidaridad” y “responsabilidad” se escucharon una vez más. Uno de los acuerdos fue crear una especie de “centros de procesamiento de migrantes”, donde se pueda decidir si son refugiados o migrantes económicos. El segundo acuerdo ha sido establecer “plataformas regionales de desembarco” en el norte de África. ¿Qué opinas?

R. Tener centros controlados en Europa tiene sentido. No es una mala idea tener un centro de recepción, donde se les dé la bienvenida a los refugiados, sean atendidos y se satisfagan sus necesidades básicas. Merecen un proceso justo y eficiente para saber si se les permitirá permanecer en Europa o si serán devueltos.

En cuanto a los inmigrantes económicos: eso depende de los estados miembros si quieren recibirlos o si los necesitan, pero no tienen derecho a protección, por lo que pueden ser devueltos. Si hay una decisión de no aceptarlos, debería haber un sistema eficiente para enviarlos de vuelta a sus países de origen de una manera humana. Eso no es necesariamente una cosa mala. Necesitamos acelerar la eficiencia de los procedimientos. Me encantaría ver un enfoque común europeo, porque ahora depende de los estados miembros, por lo que hay una imagen diversa de quién es aceptado y quién no. Esto es algo preocupante.

Pero estamos más preocupados por los grupos vulnerables, por ejemplo, por los refugiados que se se han convertido en cristianos en su camino hacia Europa. Cambiaron la religión, se convirtieron al cristianismo... Son particularmente vulnerables, pero eso no siempre está claro para los funcionarios que se ocupan de las solicitudes de asilo. Así que estamos viendo que varios países en Europa están repatriando personas a Afganistán, mientras otros no lo hacen.

Se me hace difícil aceptar que se pueda considerar a Afganistán como un país seguro. Creo que sería útil tener una política europea común que establezca directrices claras sobre qué es un país seguro y qué no, quién es un refugiado y quién no. En ese sentido, los centros en el territorio europeo serían útiles, eso no sería necesariamente algo malo.

Derivar a los refugiados a los países del norte de África sería mucho más preocupante. Veo las razones detrás de esto, porque no quieres ver a gente ahogándose en el Mediterráneo. Pero, al mismo tiempo, deshumaniza aún más a los refugiados: reduce a las personas a números y a un problema.

Hay problemas legales y sociales que vemos en los campos de migración fuera de la UE, pero lo que más me preocupa es ese enfoque general de decir: “No queremos verlos, queremos mantenerlos a distancia, y son solo un número que necesita ser controlado”.

Si nosotros, como europeos, deshumanizamos a los refugiados y los vemos como números, también nos deshumanizamos. ¿Dónde está la compasión? ¿Dónde está la solidaridad? Es bueno volver a ver este tipo de palabras en las conclusiones del Consejo Europeo, pero tenemos que volver a estos términos en un sentido más amplio en nuestras sociedades europeas.

 

P. La Alianza Evangélica está dialogando con otras organizaciones en Bruselas sobre este tema. ¿Cuáles son algunas de las ideas que se escuchan allí?

R. La mayoría de los grupos con los que estamos trabajando en Bruselas están realizando grandes proyectos en los países donde llegan los refugiados. Y hacen una buena investigación en el norte de África también, en países de tránsito. Es una mezcla interesante de experiencia muy práctica: saben cómo son estos centros de recepción, o lo que significa recibir personas en los campamentos en Libia, o en Níger y otros países, y al mismo tiempo están en Bruselas, saben qué está pasando, qué es factible en el debate político.

Conseguir el equilibrio correcto es, por supuesto, siempre una pregunta difícil. Por un lado, escuchas tantas historias de refugiados, que son simplemente horribles; entonces quieres hacer todo lo que puedas para ayudarlos. Y al mismo tiempo, enfrentamos los desafíos políticos, y nadie es inmune a eso.

Tratamos de ser explícitos con los desafíos que supone, por ejemplo, externalizar a los refugiados. Exploramos las implicaciones legales y prácticas. Y al mismo tiempo, tratamos de ayudar a los funcionarios a encontrar alternativas constructivas y realistas.

 

P. Has mencionado a Libia y los países subsaharianos en África. Muchos dicen que la solución es resolver los problemas en los países de origen. ¿Qué se puede hacer?

R. Mi preocupación es que con esta retórica fácilmente se olvida que el 85% de todos los refugiados no vienen a Europa, sino que son hospedados por países en desarrollo. Países como Níger, Malí, Libia, Etiopía, pero especialmente países como Líbano, Turquía y Jordania. Reciben a la mayoría de los refugiados, al menos porcentualmente.

Lo que llega a Europa es un pequeño porcentaje. Y las iniciativas para invertir en el norte de África con ayuda al desarrollo no son un fenómeno nuevo. Hemos estado haciendo eso durante décadas, y tenemos que seguir haciéndolo.

Tenemos que invertir en las personas, tenemos que invertir en desarrollo económico y educación. Pero no solo como una herramienta para detener la migración sino para ayudar a las personas a descubrir su fortaleza y desarrollar los talentos que Dios les ha dado. Queremos que florezca África, y queremos que las personas vivan la vida digna que Dios quiere que vivan.

Para los asuntos políticos, como vemos especialmente en Siria, donde hay una guerra civil, no hay soluciones fáciles. Pero tenemos que invertir en soluciones para estos problemas.

 

Bangladesh. Vista aérea del campo de refugiados Kutupalong. / © UNHCR, Roger Arnold.

P. ¿Cómo podrían los cristianos ser una voz profética sobre este tema?

R. Para un cristiano, creo que es importante seguir dándonos cuenta de que se trata de personas. Un refugiado es un ser humano, como tú y yo, creado a imagen de Dios. Entonces, tenemos que responderles con corazones abiertos. Intenta ponerte en sus zapatos, nadie se va de su país solo porque... ¡Bueno, no son vacaciones! La gente está en situaciones desesperadas, y es por eso que dejan su país. Siempre hay una historia detrás de personas que dejan su país.

Debemos ser muy cautelosos para no aceptar fácilmente la retórica política del momento. Hay una corriente política que simplemente se está comunicando de una manera, proporcionando respuestas simples a problemas muy complejos.

Creo que es el papel de la iglesia hacer las preguntas correctas y desafiar a quienes usan la terminología cristiana para su propia agenda política. Es el papel propio de la iglesia, por supuesto, orar por las personas en autoridad y refugiados, pero también volver a la Biblia y preguntar: “¿Qué dice la Biblia?”

Los valores cristianos de hospitalidad y solidaridad son pautas importantes para nosotros en el trato con los refugiados. ¿Dónde está la compasión en nuestras sociedades?

Las personas necesitan recibir la seguridad que necesitan para ellas y sus familias, debemos ayudarlos a integrarse en un país, un clima y una cultura que son totalmente nuevos para ellos.

Por supuesto, no somos ingenuos. Somos conscientes de los desafíos y ellos necesitan una respuesta. Pero hablando de la voz profética de la iglesia: no reduzcamos a los refugiados a meros números y a un problema que necesita ser resuelto.

Hay una tendencia a llamar al migrante el problema, que alimenta una retórica en la que nosotros, los europeos, somos las víctimas. Pero, por supuesto, ese no es el caso. Estos refugiados son víctimas de regímenes represivos, de una guerra civil, de otras catástrofes que han afectado a ese país. Tenemos que tratar con ellos como seres humanos, y esa es la vocación de la iglesia, ser esa voz profética en nuestras sociedades.

 

P. Entonces, ¿qué pueden hacer las iglesias a nivel local, en las ciudades y pueblos en donde están?

R. Hay muchas iglesias que están llegando a los refugiados. Una vez que un refugiado ha aprobado su solicitud y obtiene permiso para quedarse, la función de la iglesia es ayudarlos a integrarse.

Ves muchas iniciativas donde las iglesias están organizando actividades abiertas para ayudar a los refugiados a aprender el idioma, a entender la cultura... Y al mismo tiempo, hay comunidades donde ven a los refugiados venir a la iglesia, personas que no llegaron a Europa siendo cristianos. Es grandioso ver iglesias creciendo con refugiados. Se ve la compasión y las cosas prácticas que las iglesias pueden hacer, pero además el cuidado espiritual y pastoral. Todos vienen con sus propias historias, tenemos que ayudarlos a superarlas y reasentarse en un nuevo país.

 

P. ¿Qué diría a los cristianos en Europa y en otros lugares que apoyan las políticas que criminalizan la migración y castigan a quienes ayudan a los solicitantes de asilo?

R. Como dije, no todos los que vienen a Europa son refugiados. Tenemos que tener cuidado, y somos muy conscientes de las preocupaciones y de que necesitamos soluciones sensatas que tengan sentido.

Pero un refugiado nunca es ilegal. Si huyes de un país, por supuesto tienes que cruzar una frontera para solicitar asilo, no puedes solicitar asilo en tu propio país. Tienes que salir de tu país para solicitar asilo en algún lugar. Si no hay formas legales de llegar a Europa, podrían cruzar la frontera ilegalmente, pero eso no los convierte en migrantes ilegales, porque es necesario cruzar la frontera para solicitar asilo.

Por supuesto, siempre hay personas que aprovechan la oportunidad y tratan de hacer dinero con personas en situaciones desesperadas: escuchamos sobre traficantes en todas partes, y eso es terrible, y necesitamos políticas sólidas para detener eso. Pero no deberíamos impedir que nuestras sociedades se acerquen a las personas y les den un trato justo, y un procedimiento eficiente y rápido en Europa.

 

P. Algunos cristianos dirían que la afluencia de inmigrantes y refugiados está llevando a Europa a perder su identidad cristiana.

R. Me temo que la cultura de Europa ya ha cambiado. Como dije, para mí, la solidaridad, la compasión, la hospitalidad son valores europeos. Pero ya los perdimos en el debate político sobre los números. Entonces, nuestra cultura ya ha cambiado, y como iglesias, tenemos que volver a la Biblia y decir: “¿Es eso correcto?”

En la Biblia hay una distinción. Tenemos al extranjero o el viajero, que generalmente llegaba a Israel sin recursos propios. Ellos dependían de la ayuda de Israel y estaban dispuestos a integrarse. Siempre fueron bienvenidos. Pero también había otro grupo, los extranjeros que no necesitaban ayuda, que venían a Israel por su propia iniciativa y no estaban realmente dispuestos a integrarse, y en el Antiguo Testamento había una advertencia sobre estas personas.

Por lo tanto, existe la obligación de los refugiados de integrarse en nuestras sociedades, pero al mismo tiempo, puede haber una responsabilidad aún mayor sobre nosotros para ayudarlos a integrarse, darles la bienvenida y acogerles.

 

P. Hace poco tuvimos el Domingo del Refugiado en muchas iglesias evangélicas en Europa y en todo el mundo. Uno de los proyectos que habéis realizado es la película “The Peace Between”. Cuéntanos un poco al respecto.

R. Siempre se trata de seres humanos. Con esta película, describimos las amistades entre un refugiado y un europeo y los desafíos y las ventajas que conlleva.

Nos damos cuenta de que existe una dificultad para tener un debate sincero entre las personas que están genuinamente preocupadas por los refugiados y las personas que están ansiosas por darles la bienvenida. Y a veces ves estas dos posiciones se combinan en una sola persona.

Esperamos que esta película realmente ayude a las personas a ponerse en la piel de un refugiado y decir: “Bien, ¿y si fuera un refugiado, cómo me sentiría? ¿Qué necesitaría? ¿Qué esperaría de la comunidad anfitriona?” Es por eso que esta es solo una historia sobre las amistades y cómo se desarrollaron.

Como Alianza Evangélica Europea redactamos una guía de discusión que ayuda a las personas a lidiar con estas preguntas, al igual que hemos hecho ahora en esta entrevista. Todos estamos luchando con los desafíos que vienen con la afluencia de refugiados. Y esperamos que, con esta película y la conversación que abrimos, ayudemos a la gente a reflexionar sobre eso.

Publicamos la película justo antes del Domingo del Refugiado pero esta seguirá estando disponible, y seguimos alentando a la gente, a echar un vistazo a los materiales, ver la película y ver cómo pueden usar eso en sus propios grupos de iglesia o incluso en conversación con la sociedad en general.

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