“Tengo un sueño...”

El 28 de agosto de 1963 Martin Luther King habló ante más de 200.000 personas en Washington, clamando a favor de la igualdad y la libertad, por el sueño de construir un mundo distinto.

Redacción PD

WASHINGTON D.C. · 29 DE AGOSTO DE 2018 · 11:41

Martin Luther King Jr., el 28 de agosto de 1963. ,mlk
Martin Luther King Jr., el 28 de agosto de 1963.

Hace 54 años*, el pastor evangélico y activista político Martin Luther King pronunció un discurso que marcaría la historia de su país. “Yo tengo un sueño”, sus palabras más conocidas, fueron pronunciadas ante los cientos de miles de congregados en Washington que ese 28 de agosto marchaban reclamando un cambio en un país que arrastraba la lacra del racismo y la desigualdad.

Martin Luther King Jr. nació en Atlanta (Georgia) el 15 de enero de 1929. Fue pastor bautista, como también lo fueron su padre y su abuelo. Su fe impregnó asimismo su actividad social y política. En 1954, King fue elegido pastor de la Iglesia Bautista de Dexter Avenue en Montgomery, Alabama, liderando el boicot al bus de Montgomery en 1955. En 1957 participó en la fundación de la Conferencia Sureña del Liderazgo Cristiano (SCLC, siglas en inglés), creado para organizar el activismo por los Derechos Civiles.

King Jr. fue formado en la “teología liberal blanca” con énfasis en el activismo social, más allá de lo que se entiende como un cristianismo ortodoxo, explica en una entrevista a Protestante Digital el teólogo y periodista José de Segovia. “Pero en sus momentos de crisis en su lucha social siempre volvía a la fe ortodoxa evangélica”, por lo que lo ve como un continuo buscador de reencuentros con la fe que vivió de niño, “conviviendo en tensión ambas experiencias, la intelectual o racional que duda y la vivencial que quiere arraigarse en lo básico de la fe cristiana en Jesús”.

 

UN DISCURSO PARA LA HISTORIA

Esto se percibe en el histórico discurso, del que ha trascendido la frase “yo tengo un sueño”. Para José de Segovia no es sólo un discurso político y social, sino que no se puede entender sin percibir la implicación teológica del mismo. “Está lleno de una esperanza que sólo puede ser de origen divino”, con frases en las que existe “la fuerza de las palabras de carácter bíblico, y una visión que creo que venía de Dios”.

 

“Tengo un sueño...”

En este sentido, y sobre todo ante la radicalización que suponía Malcom X, sólo la fe de MLK le sirve para salir adelante, y en esto “creo que debemos ver la providencia de Dios, que abrió el camino entre la tibieza blanca y el radicalismo violento negro”. “Podríamos decir que es la visión social del Evangelio, y la injusticia social que entra en contradicción con el mensaje bíblico lo que lleva a MLK a enfrentar el problema de la injusticia con los negros”.

El ve a todos los hombres como iguales, y busca un proceso pacífico de lucha por los derechos civiles que es sumamente complicado y difícil, y que le supuso “una tensión enorme”. Pero entiende De Segovia que debemos reconocer que había una inspiración cristiana en su vida y actividad, aunque también tenía dudas sobre algunos aspectos concretos de la fe cristiana, él desde luego “vivió su activismo como una misión de parte de Dios”.

 

DEL “TENGO UN SUEÑO” A SU ÚLTIMO DISCURSO

Así como el “Yo tengo un sueño” nos muestra esa faceta luchadora y llena de esperanza, el último discurso de MLK nos revela a alguien que tras pasar dificultades, se aferra a Dios. Poco antes de ser asesinado, en concreto la noche anterior, King Jr. hablaba en la iglesia de Mason: “Quisiera tener una larga vida, pero eso no es lo importante, simplemente quiero hacer la voluntad de Dios”.

Y de forma profética, recuerda José de Segovia, expresó: “Dios ha permitido que llegara a la cima de la montaña y desde allí he visto la tierra prometida. Y es posible que no vaya a la tierra prometida con ustedes (…pero) Estoy feliz esta noche. Nada me preocupa. No temo a hombre alguno. Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor”.

Esto demuestra de forma clara, afirma De Segovia, que “MLK no es ya el mismo joven de las dudas de fe iniciales de su vida pública, fruto de su educación teológica liberal, sino que las crisis y la fragilidad le han llevado a sostenerse aferrado a la esperanza en Dios y en la misión, con sus defectos y contradicciones, luchando contra el pecado del racismo. Sin duda fue utilizado por la providencia de Dios para dar un giro a la situación injusta del pueblo negro en EE.UU.”.

 

N.d.E. Este artículo se publicó originalmente el 28 de agosto de 2017.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Opinion - “Tengo un sueño...”