Vidas y sueños rotos por la crisis

Como consecuencia de la crisis, muchos españoles perderán su casa por impagos, la natalidad ha bajado por primera vez en diez años y los jóvenes pierden la ilusión por formar una familia.

MADRID · 18 DE JULIO DE 2010 · 22:00

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Sin discriminar por edad, sexo, nacionalidad ni categoría profesional, la recesión se entromete en los destinos de los españoles. Según una encuesta del Eurobarómetro de la Comisión Europea, el 12% de los españoles tienen dificultades para pagar los recibos corrientes de la casa, frente al 10% de la media europea, en la misma línea del 35% de españoles que asegura que no podría hacer frente a un pago imprevisto de 1.000 euros en el próximo año, frente a tan sólo el 24% de europeos, y uno de cada diez españoles cree que tendrá que dejar la casa en la que vive en los próximos doce meses por no poder pagarla. En 2009 se celebraron en España algo menos de 176.000 bodas. Los malos datos económicos no invitan a que los jóvenes puedan iniciar un proyecto de vida en común, truncando sus ilusiones y dando un parón en su trayectoria vital. En algunos casos, las jóvenes parejas terminan viviendo juntos en la casa paterna de uno de los dos. “¿Quién se arriesga a independizarse? Hace una semana me comunicaron que me rescindían el contrato, mi novio trabaja en un taller mecánico y los sueldos actuales no dan para mucho y hay que pagar los gastos de la casa, la comida, el coche”, lamenta una joven teleoperadora que reside en Humanes de Madrid. “Claro que mi sueño es independizarme y me gustaría casarme, pero no podemos”. Al vivir con su padre, ella se ahorra el alquiler y la manutención, “pero en los gastos de la casa vamos a medias”. La convivencia es tranquila, pero los sueños de empezar una vida en común e independiente con su novio tendrán que esperar. MENOS HIJOS La llegada masiva de inmigrantes a nuestro país de años atrás había abierto una puerta a la esperanza de la recuperación demográfica. Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) esta semana han ahogado cualquier anhelo de frenar el envejecimiento de la población. La natalidad ha bajado por primera vez en la última década. En el año 2009, vinieron al mundo un 5% menos de niños (algo más de 25.000 pequeños). Es uno de los indicadores más válidos para cerciorarse de que la crisis económica está golpeando con contundencia y sin disimulo a las familias. El caso de Beatriz, madrileña de nacimiento, resume la situación que enfrentan los de su generación. Esta joven de 24 años tenía un brillante porvenir como esteticista y maquilladora profesional. “De vacaciones en Túnez, conocí a un chico, nos enamoramos y dos años después nos casábamos. Lo teníamos todo planeado: él se vendría a España, nos meteríamos en un pisito al que yo ya le había echado el ojo y, con la ayuda de mi padre, yo me pondría por mi cuenta y, por supuesto, tendríamos un bebé y formaríamos una familia... los dos somos muy niñeros”, recuerda. “Todo empezó a ir mal, mi marido no conseguía encontrar trabajo, así que como medida provisional nos metimos de alquiler en un piso”. Pero la historia no termina allí. Los acontecimientos se precipitaron hasta dejar sin hálito a este joven matrimonio. “Hace siete meses murió mi padre, precisamente el día de mi cumpleaños... unos días después me despidieron sin ninguna humanidad y tuvimos que irnos a vivir con mi madre y mi hermana, de dieciséis años”, evoca Beatriz con un nudo en la garganta. “En este intervalo hemos vuelto a intentar independizarnos, pero yo sólo consigo trabajos por obra y me da miedo. Mi esposo ya trabaja, pero sólo cobra 750 euros, la misma cantidad que les ha quedado de pensión a mi madre y mi hermana. A veces pienso que después de lo que ha pasado en mi casa, un bebé traería la alegría y devolvería la sonrisa a todos, pero mi madre me repite y me repite que ni se me ocurra... ¿quién va a querer contratar a una mamá?”. Aunque su marido le ha propuesto en varias ocasiones buscar fortuna en Francia —“él dice que hasta en Túnez vivía mucho mejor”, explica— ella se resiste a dar el paso “principalmente por mi madre, aunque confieso que hay mañanas que no me quito la idea de la cabeza. Mi chico me ha dado un plazo de dos años, si la cosa no mejora tendremos que emigrar de España para buscar un futuro mejor y poder formar una familia”, augura esta joven.

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