Los científicos avisan de una guerra biológica tras los «juegos» de Venter con bacterias

Craig Venter sorprendió a la comunidad internacional al anunciar la «creación» de nueva vida. Algo que vende, pero que no deja de ser una exageración, según los expertos. Sin embargo, la elaboración de bacterias sintéticas abre la puerta al peligro de una guerra biológica para la que la humanidad podría no estar preparada. En este terreno, además, la legislación, de momento, calla.

MADRID · 24 DE MAYO DE 2010 · 22:00

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Científicos y bioéticos españoles coinciden en dos aspectos. El primero, un cierto escepticismo ante el anuncio de Craig Venter: «No es una bacteria nueva», resume el presidente de la Sociedad Internacional de Bioética (Sibi), Marcelo Palacios, en línea con otros, como el profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Pere Puigdomènech y el responsable de Bioética y Salud del Consejo de Europa, Carlos de Sola. Gráficamente, Palacios indica que lo que ha hecho el científico estadounidense es «copiar» un ADN, «montar un puzzle que tiene mucho mérito», pero apunta a que el resto de la bacteria (la membrana y los orgánulos del citoplasma) ya existía. Es el mismo reparo que pone al trabajo Javier Novo, de la Universidad de Navarra. Pero, hecha esta salvedad, los expertos consultados creen que la primera preocupación tras el trabajo debe ser la seguridad. Puigdomènech remite a un informe del Grupo Europeo de Bioética, que ya en noviembre señaló que ante el previsible anuncio de Venter -de hecho se entrevistaron con él- se determine «cómo colmar las posibles lagunas» en la legislación para controlar la posible liberación de estos organismos, o de otros más complejos con genes incorporados, en el medio ambiente. «La demanda de que se revise [la legislación] tiene razón de ser», afirma De Sola, aunque, de momento, no ve peligro «porque es un trabajo en laboratorio». En la misma línea, un paso más allá, está el temor a que se puedan fabricar microorganismos que se usen con fines bélicos. Puigdomènech y Palacios establecen un paralelismo que sirve como prevención básica ante un futuro en el que Venter -o quien sea- no se limite a copiar el genoma de una bacteria, sino que lo modifique introduciendo nuevos genes. Eso ya se hace en la práctica por otros métodos (hay bacterias recombinantes que producen penicilina o insulina, apunta Palacios), y hay toda una regulación, la que tiene que ver con los organismos transgénicos, que ya está en vigor. Una vez establecido el principio de que no es una bacteria nueva y la importancia de la seguridad en su manejo, Palacios indica otras dos ideas. La primera: ¿A quién va a ser útil? «A Craig Venter y a su equipo en primer lugar», se responde. Y señala que, sobre todo al principio -a nadie se le escapa que lo que quiere el investigador es patentar su trabajo-, habrá «una discriminación» entre quienes puedan beneficiarse de estas técnicas (mejores fármacos o bacterias capaces de limpiar el suelo de metales pesados, por ejemplo) y quienes no. "Cuando nos reunimos con él, Venter nos dijo que tiene identificados 50 millones de genes recogidos de microorganismos de todo el mundo, y su intención es combinarlos», apunta Puigdomènech. Y, aunque el tema de la propiedad industrial del material genético es complicado -recientemente, EE UU revocó las patentes de un laboratorio sobre los genes BRCA implicados en el cáncer de mama-, «nada debe impedir que los beneficios lleguen a todo el mundo», señala el profesor del CSIC. También De Sola duda que sea ético patentar un gen que ya existe. Por último, Palacios establece un cuarto nivel: la necesidad de que se elabore una regulación universal para el uso responsable de la biotecnología, similar a los derechos humanos. Por su parte Antonio Cruz, biólogo y pastor protestante, expresa en un artículo en Protestante Digital que «¿Está el científico jugando a ser Dios? ¿Será capaz de crear especies nuevas? De momento, no se fabrican genes nuevos (esto sería muy arriesgado sin conocer qué proteínas o funciones tendrían), lo que se hace es copiar genes conocidos de las células naturales y ordenarlos según secuencias determinadas con el fin de que sinteticen productos que interesan. Esto no es crear nueva vida sino modificar el rompecabezas genómico existente con una finalidad concreta. Es posible que en un futuro el hombre consiga muchos logros en el área de la vida artificial, aunque siempre será imitando lo que ya existe en la naturaleza. No me parece posible crear vida en el laboratorio a partir de cero. No es lo mismo transformar que crear. Se podrá manipular y modificar el material biológico ya existente. Es decir, será posible copiar a Dios, pero jamás llegar a serlo».

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Opinion - Los científicos avisan de una guerra biológica tras los «juegos» de Venter con bacterias