Maltrato infantil: víctimas inocentes e indefensas

El maltrato infantil ha existido siempre, pero los continuos avances sanitarios y las mejoras sociales han hecho desaparecer otros problemas de salud, y han convertido a éste en uno de los de máximos interés social. Una reciente noticia de incesto continuado unido a secuestro, ha conmocionado a nuestra sociedad preguntándose por qué ocurre.

MADRID · 05 DE MAYO DE 2008 · 22:00

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El origen del problema es muy complejo y multifactorial y por esto, difícil de erradicar. La consecuencia de toda situación de maltrato es la aparición de víctimas con un daño que costará reparar. Mucha gente, jueces en ocasiones, no entiende el por qué la víctima no se defendió. Si hablamos de maltrato, el agredido suele ser un niño pequeño, menor de tres años, que depende totalmente de quien le agrede, y por tanto, incapaz de protegerse. En las situaciones de abuso sexual intrafamiliar, el abusador es alguien próximo: el padre, el padrastro, el abuelo, etc. Es fácil adivinar que el niño está sometido al poder del agresor que utiliza todas sus armas para engañar, conquistar, amenazar y equivocar al pequeño. Por esto, muchas veces, los abusos duran años hasta que, un día, algo o alguien les hace ver lo que está ocurriendo. El conocimiento de los hechos suele provocar un derrumbe en el entorno del niño. La familia se desmorona, se descompone. Unos están a favor del niño, otros del agresor. Queda por vivir todo un calvario de preguntas, exploraciones, declaraciones. A lo mejor, para protegerlo, hay que aislar al niño de la familia. Ante todo este cúmulo de problemas hay niños que dicen cosas como por ejemplo que hubiese sido mejor no contar lo que pasaba, y así todo esto no pasaría. Es cuando la víctima se siente culpable. Difícil será eliminar cualquier forma de maltrato, pero sí se puede contribuir a que el sufrimiento sea menor para el agredido. Los niños que relatan un maltrato deben ser creídos. Los profesionales, del ámbito médico, social, judicial, policial, el que sea, que tratan con ellos, deben ser muy expertos, competentes y con tacto. La sociedad debe poner y adecuar los recursos necesarios para que estas víctimas no lo sigan siendo una vez que se conoce lo que ha sucedido.

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