Nueve veces virgen. Los cirujanos realizan cada vez más operaciones para reconstruir el himen

La mayoría de las pacientes son musulmanas y chicas de etnia gitana. Ya en el siglo XV, la Celestina, el personaje de Francisco de Rojas, se dedicaba al oficio de hacer renacer la pureza aparente de la mujer.

MADRID · 24 DE ABRIL DE 2006 · 22:00

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Historias, las hay de todo tipo, por ejemplo la de una prostituta de 25 años, que ha pasado ocho veces por la consulta de la cirujana plástica María José Barba en Madrid, con el fin de realizar un buen negocio. Ella ha sido nueve veces virgen. Ocho hombres han pagado 6.000 euros cada uno para ser el primero. Pero éste es un caso aislado. Las pacientes son en su mayoría musulmanas y gitanas de entre 20 y 25 años a punto de casarse y con miedo a las consecuencias de que el marido sepa su pasado sexual. ¿UNA FORMA DE ENGAÑO? Responde María José Barba que no, ya que presta un servicio social a través del cual muchas chicas “que sufren las consecuencias machistas de la religión o de alguna tradición pueden eludir el sufrimiento y la vergüenza”. Francisco Santiago, coordinador de la Unión Romaní, desconoce la existencia de estas prácticas pero le parecería un engaño ya que la himenoplastia permitiría salir airosa a cualquier mujer con antecedentes sexuales de la tradicional prueba del pañuelo que la comunidad gitana practica a las novias el día de su boda. Si la pierde de forma accidental, la familia debe notificarlo de inmediato para que quede constancia. No hay cifras, pero la mayoría de los médicos aseguran practicar unas 30 o 40 al año. Pérez Macías, presidente de la Sociedad de Cirujanos Plásticos y Reparadores de España, explica que posiblemente ahora hay más demanda por la inmigración. La operación es sencilla. Si hay restos de himen, se cosen. Si no, se hace uno nuevo con tejido de las paredes de la vagina. No precisa hospitalización y tiene que estar entre 15 días y un mes sin mantener relaciones sexuales. En EE UU se ha impuesto como moda entre mujeres que quieren regalar a su pareja una supuesta virginidad. Un símbolo de que esa persona ha sido la única importante.

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