Estrés, distrés y eustrés: de monstruo y pesadilla a amigo

El ser humano ha sobrevivido a múltiples peligros a lo largo de su historia. Para ayudarlo en su supervivencia ha contado con un aliado: el estrés.

Mª Jesús Núñez Dios

04 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 16:17

Estrés, distrés y eustrés,
Estrés, distrés y eustrés

Hoy me gustaría reflexionar sobre este concepto de “estrés“, del que tan frecuentemente se habla, desde el estrés postvacacional hasta el estréxs ante todo tipo de situaciones.

Continuamente se están publicando estudios e investigaciones que nos hablan de lo nocivo que es para nuestra salud estar sometidos a esta tensión continua, muchas veces impuesta, pero otras percibida erróneamente por nosotros.

Numerosos problemas de salud (cardiovasculares, neurológicos, del aparato digestivo, problemas psicológicos, emocionales..., la lista es inmensa) son la consecuencia de padecerlo.

¿QUÉ ES EL ESTRÉS?

Proviene del término inglés stress (esfuerzo, presión, tensión…) y está asociado al estado que se produce a partir de hechos que generan temor, agobio o angustia.

Cuando recibimos demandas que nos resultan excesivas, comenzamos a sentir ansiedad y a experimentar diversos síntomas, como sensación de ahogo, palpitaciones, nerviosismo, dificultades para dormir, etc.

Los factores que nos producen estrés se conocen como estresores y son estímulos que, ya sea de forma directa o indirecta, desestabilizan el equilibrio de nuestro organismo. Sucesos percibidos como amenazantes, enfermedades, la obligación de procesar mucha información de manera inmediata, la presión del grupo, etc., son algunos de los estresores más comunes.

LA RESPUESTA DE ESTRÉS.

El ser humano ha sobrevivido a múltiples peligros a lo largo de su historia. Para ayudarlo en su supervivencia ha contado con un aliado: el estrés.

El estrés es el responsable de que hubiera una respuesta rápida y eficaz, inconsciente e instintiva, desarrollada para facilitar la supervivencia frente a determinados peligros o situaciones. Es decir, es una respuesta de carácter fisiológico que ante un estresor produce una segregación de hormonas (cortisol y adrenalina) que generan respuestas en diversas partes del organismo.

Antiguamente, la respuesta frente a un elevado estrés era luchar o huir, y en ambos casos las substancias que se vertían a la sangre para ese esfuerzo intenso y súbito eran consumidas. Pero en la sociedad actual, hay que aguantar situaciones muy tensas y sostenidas en el tiempo; el cuerpo las resiste con dificultad, ya que el cortisol y la adrenalina que circulan por la sangre, no son consumidas y pueden llegar a producir diversas patologías.

¿TODO ESTRÉS ES MALO?

Hemos hablado de la respuesta de estrés como una respuesta normal, orientada a solucionar situaciones potencialmente peligrosas o amenazantes. Se puede hablar entonces de un estrés positivo (eustrés), que nos ayuda a relacionarnos con las situaciones del mundo y nos capacita para enfrentarnos a ellas, obteniendo incluso sensaciones placenteras.

El eustrés incrementa la vitalidad, la salud y la energía, facilitando la toma de decisiones y la excelencia en el trabajo.

Pero también hay un estrés desagradable (distrés), que va acompañado de un desorden fisiológico producido por la aceleración de las funciones: hiperactividad, agotamiento muscular, somatizaciones, envejecimiento prematuro… Esta vertiente negativa del estrés, si no aprendemos a controlarla para responder de forma equilibrada, puede desembocar tanto en trastornos psicológicos (ansiedad y depresión), como en trastornos físicos (trastornos tiroideos, cardiopatías, hipertensión, migrañas, etc…)

Y como todas las personas somos diferentes, hay muchas diferencias individuales en la percepción de agentes estresores, es decir, el agente que es capaz de generar distrés en una, produce eustrés en otra.

¿CÓMO DETECTARLO?

Los síntomas generales más comunes del estrés, además de un estado de ansiedad permanente, son las dificultades para dormirse y concentrarse, la rigidez muscular, la sensación de no tener aire (ahogo), palpitaciones, agotamiento y fatiga, falta o aumento de apetito, sudores “fríos”, temblores, irritación casi permanente, etc… Y otro de los síntomas más frecuentes que reflejan que una persona se halla inmersa en un estado de ansiedad y estrés es la pérdida excesiva y continuada de cabello.

Algo muy importante: ¿Cómo podemos combatir el estrés?  Aguanten hasta el próximo artículo...

María Jesús Núñez Dios es psicóloga. Puedes seguirla en  enterapiapsicologia.es

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