Retazos del evangelio a los pobres (XVII)

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Jesús y el nuevo orden de valores

Retazos del evangelio a los pobres (XVII)

“Arrepentíos, porque el Reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 3:2. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede entrar en el Reino de Dios”. Juan 3:3.

10 DE ENERO DE 2011 · 23:00

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Quizás los cristianos no hayamos captado en su profundidad el cambio de valores, el nuevo orden de cosas que supone el Reino de Dios que irrumpe en nuestra historia con la vida y la enseñanza de Jesús. Ya hemos dicho en otras ocasiones lo que implican los valores del Reino que aparecen en las parábolas, valores dignificadores de los débiles, de los oprimidos, de los desempleados por su debilidad y porque nadie los quiere contratar, de la revolución que significa el hecho de que los últimos pasen a ser los primeros, los valores que acogen en el banquete del Reino a los pobres y lisiados, a los excluidos de la sociedad, a los despreciados y a los ignorantes. Si en la sociedad en la que vivió Jesús toda este trastoque de valores podía parecer algo subversivo, una inversión de valores que podía parecer un escándalo, una destrucción de todos los valores viejos sociales que marginan y el intento de crear una nueva sociedad, un nuevo orden de valores que revolucionara las viejas esencias que dividían a los hombres en dignos e indignos, ricos y pobres, últimos y primeros, fuertes y débiles, dándose esta inversión revolucionaria de valores que fueron difíciles de aceptar en la época de Jesús. La única diferencia entre la época en la que irrumpe el Reino y la nuestra, es que a Jesús lo crucificaron los religiosos de su época, y hoy, los religiosos de nuestros días, simplemente muestran su indiferencia hacia estos valores y pasan a la vivencia de un cristianismo cómodo, no comprometido y de autodisfrute. Tampoco queremos defender, a pesar de que estamos escribiendo desde el compromiso con los pobres de la tierra desde Misión Evangélica Urbana, un cristianismo que se fundamente solamente en el compromiso social. Somos conscientes que un humanismo ateo, podría defender también la dignificación de los proscritos y la liberación de los pobres de la tierra. La revolución, la subversión y el nuevo orden de cosas que implica la irrupción del Reino, va muchos más allá de estas vivencias y de estos hechos que pueden cambiar la realidad sociopolítica. Implica una revolución que cambia al hombre, que le renueva en su interior y en su exterior, en sus relaciones sociales y en su relación con Dios. Es como si se quisiera destruir todo el viejo orden de valores y conseguir que nazca un hombre nuevo, renovado espiritualmente, y que la relación que tenga tanto con Dios como con el hombre, sea a partir de una muerte de lo viejo y un nacimiento de lo nuevo. Es por eso que para entender el Reino de Dios y sus valores hay que pasar por la experiencia que Jesús quería que pasara Nicodemo y todo aquel que quiera entrar en el Reino de Dios: Nacer de nuevo. El que nace de nuevo no va a tener problemas con el nuevo orden de valores que exponen las parábolas del Reino y tampoco va a caer en una especie de humanismo que, como hemos dicho, incluso podría ser ateo. Los valores del Reino son una llamada de atención, un reto subversivo para aquellos cristianos que quieren vivir el cristianismo desde la comodidad de los cumplimientos de rituales insolidarios con el prójimo, al igual que lo son para aquellos que se centran sólo en los cambios sociales sin haber pasado por el nuevo nacimiento. El que no nace de nuevo, rompiendo con el viejo hombre y los viejos valores, no puede entrar en el Reino de Dios. El nuevo orden de cosas, el nuevo orden de valores del Reino, implica la vivencia integral de la espiritualidad cristiana. Esta integralidad abarca el nuevo nacimiento, el cambio interior, el amor a Dios que nos lanza a la dignificación de las personas, a la denuncia social desde ese nuevo ser y sentir arraigados en Dios mismo, a la práctica del concepto de projimidad que nos ha dado Jesús. O sea, que, siguiendo el Evangelio, tanto desde Misión Evangélica Urbana, como desde estas series de artículos o estos escritos en Protestante Digital, no caemos en la ingenuidad de la defensa de un simple cambio social que se podría defender igualmente desde cualquier humanismo que podría ser, como ya hemos dicho, incluso ateo. Es por eso que en varias ocasiones he podido hablar de la teología de la acción social que se vive desde los valores del Reino y desde el cambio que implica la aceptación y deseo de muerte a lo viejo y de nacer a lo nuevo en una renovación total. El compromiso social dentro de las líneas de projimidad y de los valores del Reino es algo teológico, es algo que dimana de la profunda vivencia de la espiritualidad cristiana. Que nadie se confunda nunca pensando que desde estos artículos estamos defendiendo algo estrictamente sociopolítico. Sin embargo, sin olvidar la necesidad de cambio espiritual y nuevo nacimiento para enfrentarse a la vivencia de un cristianismo integral, sí tenemos que decir que el ejemplo de Jesús que hemos de seguir no acepta una sociedad desigual dividida entre acumuladores y pobres, oprimidos y opresores. No acepta una sociedad injusta en la que los derechos de los débiles son pisoteados, en donde una gran cantidad de personas en el mundo son como un sobrante humano, despojada y excluida de todo bien social, viviendo en el no ser de la marginación y en la infravida de la exclusión. Hay que hacer, siguiendo las líneas del nuevo orden social que implica la instauración del Reino, toda una inversión de valores, aunque parezca algo revolucionario y subversivo… a la vez que se vive una espiritualidad cristiana que implica la muerte a lo viejo y el nuevo nacimiento a una realidad nueva que transmuta las relaciones entre los hombres, que vive la projimidad desde los parámetros que marca Jesús que nos dice que el amor a Dios y el amor al hombre están en una relación de semejanza y que el que dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es mentiroso. Los valores del Reino implican un cambio radical en donde, realmente, los últimos pueden llegar a ser los primeros, aunque esto para la mente humana y para el hombre conformado por el egoísmo y la necedad del poseer parezca realmente una locura. También la cruz de Cristo es una locura para los que no han pasado por la experiencia de morir y resucitar. Pero este morir y resucitar, este nuevo nacimiento, el abrirnos a una nueva vida por fe, va a ser lo que realmente nos hace entender la urgencia y la necesidad del cambio de valores que implica la instauración del Reino entre los hombres. Si es verdad que el Reino de Dios no se va a instaurar por simples esfuerzos sociales, también es verdad que la aceptación del Reino y el renacer a una nueva vida, nos va a llevar a la lucha por la justicia y la dignificación del prójimo despojado y sufriente. Esa es la grandeza de los valores que nos deja Jesús. Esa es la grandeza de ese nuevo orden de cosas que propone Jesús y que ha de apoyarse en los valores del Reino que él nos deja.
Artículos anteriores de esta serie:
 1El evangelio a los pobres: retazos 
 2El rico y Lázaro 
 3Los pobres, Moisés y los profetas 
 4Todo en el cielo y todo en la tierra 
 5Ricos inquietos y ricos satisfechos 
 6El deber del siervo 
 7Siervos inútiles somos 
 8El examen del juicio global 
 9La omisión de la ayuda 
 10Cuando oramos con nosotros mismos 
 11Fariseos, el ritual y el prójimo 
 12Evangelio, fariseísmo y humildad 
 13Precedente del cántico de María 
 14El cántico de María 
 15Sin lugar en el mesón 
 16Oidores y hacedores 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - Jesús y el nuevo orden de valores