Concha y Rosita, dos siervas del Señor en su presencia

Concha Segura y Rosita García, dos personas de esas cuyo servicio se realiza día tras día en forma paciente, eficiente y anónima pero que contribuye de manera significativa a la vivencia y el avance del Evangelio.

06 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 15:00

Alex Siale, Unsplash,silueta de dos mujeres al atardecer
Alex Siale, Unsplash

La comunidad evangélica de Valencia se ha despedido de dos siervas del Señor en estos días. Dos personas de esas cuyo servicio se realiza día tras día en forma paciente, eficiente y anónima pero que contribuye de manera significativa a la vivencia y el avance del Evangelio.

Primero se nos fue con el Señor la hermana Concha Segura, madre del pastor Eduardo Delás Segura, de la Primera Iglesia Bautista de Valencia, y del pastor Luis Delás Segura, de la Iglesia La Buena Nueva, también de Valencia.

La obra pastoral de estos hermanos es conocida y ampliamente apreciada entre los evangélicos de nuestra ciudad. Además ambos son activos como profesores en la Escuela Bíblica Evangélica de Valencia (EBEVA). Luis acaba de completar un curso de Introducción al Antiguo Testamento y en su iglesia se desarrolla el programa docente de EBEVA.

Eduardo ha empezado esta semana un curso basado en su libro Jesús: la Buena Noticia del Seguimiento, acerca del Evangelio de Marcos. Tiene que haber habido algo especial, digno de admiración, en el hogar de Concha para que le salgan dos hijos pastores.

La gratitud y admiración aumenta cuando se conocen las condiciones en que Concha sacó adelante su hogar y crió a sus hijos. Había nacido en la ciudad de Valencia, donde se casó, y como nos lo recordaba Eduardo en el culto funeral: “En el año 1957 nuestro padre decidió emigrar a Venezuela para nunca más volver. El príncipe desapareció, la carroza se volvió calabaza y nuestra madre tuvo que rehacer su vida sin medios económicos,  con dos niños de 6 meses y 3 años y la ayuda inestimable de su madre Concha, su suegra Consuelo  y su hermano Carmelo, su esposa Pepita y sus sobrinas Lusi y Concha, que fueron siempre para ella sostén, ayuda, consuelo y fortaleza en medio de circunstancias de prueba inimaginables. Con ellos emprendió un nuevo camino que la llevó a trabajar, sufrir, luchar y salir adelante contra viento y marea poniendo siempre la mirada en el bien de los suyos.”

Concha Segura

Una clave que nos ayuda a entender mejor es lo que Eduardo narra con una sensibilidad filial agradecida: “En el año 1964 su vida dio un giro radical cuando conoció al Señor. Entonces tomó conciencia de que Dios siempre había estado presente en su vida acompañándola, sosteniéndola y guiándola a lo largo de todo el camino, aunque ella no lo supiera. La fe en el Jesús crucificado y resucitado fue a partir de ese momento la razón última de su existir. Se distinguió sobre todo por ser una mujer de oración intercediendo siempre por múltiples motivos y de manera especial por su familia a la que tanto quiso, clamando al Señor por la conversión de aquellos que más quería.  La suya fue siempre una fe sencilla, sólida y profunda hasta el final de sus días.”

Mis largas y gratas conversaciones con Doña Conchín me permitieron comprobar la verdad y profundidad de lo que dice su hijo Eduardo, y por eso mismo creo entender cómo su sentido de gratitud y fidelidad a Dios condujo a despertar la vocación pastoral en sus hijos y los llevó a capacitarse para luego servir al Señor.

Pocos días después de Concha se fue también a la presencia del Señor nuestra hermana Rosita García, cuyas hijas Ester y Raquel tienen un notable ministerio en la Iglesia de calle Quart.

Ester Aguilarte es Secretaria de la iglesia y colaboradora de nuestro pastor Pau Grau, y Raquel Aguilarte  una de las Ministras de música de nuestra iglesia, que en su tiempo libre dirige el coro y el canto congregacional. Su hija Rosabet colabora en la Escuela Bíblica de Vacaciones en Quart, y su hijo Daniel ha heredado su talento artístico.

Rosita había nacido en 1943 en el poblado Las Cuevas de Utiel, en la comunidad valenciana, y se casó con Antonio Aguilarte en la Iglesia de Alacuás, ya que en ese momento su Iglesia de la calle Quart estaba en obras. Eduardo Delás y su esposa Elisabet Ortega recuerdan que “Algún tiempo después de contraer matrimonio, Rosita y Antonio comenzaron a asistir junto con nosotros a los campamentos cristianos  de Mar Cristalino. Allí continuamos compartiendo muchos momentos de amistad y fraternidad. Eran vacaciones sencillas y modestas, pero inolvidables por las experiencias tan intensas vividas los unos con los otros.”

Mar Cristalino había sido fundado en 1968 por el misionero alemán Reimar Nägelen y su esposa Ada Bataller, de la misión Portadores de Antorchas. Eduardo Delás recuerda: “En la fachada más visible de ese centro de retiros al que juntos asistimos muchos años,  aparecía inscrito un texto bíblico que era imposible ignorar por su enorme tamaño: Jer. 6:16 – Así dijo el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma.”

En el programa del culto funeral de Rosita su hija Rosabet escribió: “Noble, humilde, luchadora, valiente, de voluntad admirable, no había cansancio alguno que le detuviera en su entrega ciega al prójimo…Mujer virtuosa, alegre, de humor divertido y espíritu joven, creativa, amante de la lectura, el arte, la música y el teatro… y sobre todo mujer de fe, creyente de actos verdaderos, sirviendo a Dios de manera sincera y humilde… Todo aquel que la conozca sabe la persona tan especial que ha sido, un ejemplo en muchos sentidos.”

Por su parte Eduardo Delás evocó también en el culto funeral: “En los últimos diez años, he tenido el privilegio de ser el pastor de su iglesia en la calle de Quart, tarea que me ha permitido recordar con ella viejos tiempos y retomar nuestra antigua amistad de muchos años. Si hay una cosa que ha caracterizado a Rosita a lo largo de todo el tiempo que la conozco, desde el principio hasta ahora,  es su extraordinaria vocación de servicio y ayuda a los demás.”

Me llamó especialmente la atención una anécdota con que este pastor ilustró la calidad de su relación con Rosita: “Desde que puedo hacer memoria, Rosita se dedicó a visitar con regularidad a los que entendía que más la necesitaban. Hace algunos años me llamó para decirme que, además de esta tarea,  le gustaría acompañarme a visitar a hermanos de la iglesia que necesitaban ánimo y consolación. A pesar de los severos problemas auditivos que padecía, su capacidad para empatizar con ancianos, enfermos y personas necesitadas me dejaba a la altura del betún, por eso siempre aprecié su compañía por lo mucho que de ella se podía aprender. Acabé llamándola, cariñosamente, mi copastora, aunque sería más justo decir que en aquella tarea el aprendiz era yo.”

Aquí tenemos dos historias de creyentes, hermanas activas de sus iglesias  que siguiendo el impulso que sólo puede venir del Espíritu Santo, hacen lo que pueden por vivir en obediencia y por servir al Señor. Oremos y hagamos nuestra parte para que en nuestros hogares surjan también más vocaciones pastorales y de servicio. Seguramente si la obra del Señor avanza en España es porque hay militantes como Conchín y Rosita, que sin pretensiones de figuración o liderazgo viven vidas de obediencia gozosa al Señor y servicio a sus semejantes. Al Señor sea la gloria.  

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