Salvarnos a nosotros mismos

Jesús debe ser siempre una incomodidad y un desafío a emular.

29 DE ABRIL DE 2019 · 12:32

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Esa tarde, después de la puesta de sol, le llevaron a Jesús muchos enfermos y endemoniados. El pueblo entero se juntó en la puerta a mirar. Entonces Jesús sanó a mucha gente que padecía diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios (…). A la mañana siguiente, antes del amanecer, Jesús se levantó y fue a un lugar aislado para orar.

Marcos 1:32-35, NTV

Yo habría sido de las que fueron a mirar, en silencio y admiración, a aquel hombre asombroso que estaba en una casa de mi diminuto pueblo que no figuraba en ningún mapa importante. Aquel hombre que no solo hablaba de manera diferente, sino que actuaba con una autoridad que parecía provenir del mismo Dios. Tenía poder sobre los mayores imposibles del ser humano: la enfermedad y la muerte. Yo también habría sido de los que querían verlo con sus propios ojos.

Solo estamos en el capítulo 1 del evangelio, aún no le hemos visto actuar con toda su gloria, ni hemos escuchado sus palabras, ni sus promesas nos retumban en la memoria. En este momento Jesús solamente es un loco en una casa de un pueblo perdido que se acostó tarde aquel día atendiendo a una miríada de pobres y enfermos que no se acababa nunca y que se levantó lo más pronto posible a la mañana siguiente porque dijo que necesitaba orar. Jesús era incómodo entonces y lo es ahora. Qué desconsiderado, que no dijo a sus discípulos dónde podían encontrarle cuando se marchaba a orar. Qué descuidado, que no guardaba las horas de sueño necesarias, ni tenía una dieta rica y variada. Qué mal tipo, que vivía de las donaciones y de la caridad, que había abandonado su trabajo para esto. Hoy no entra en los estándares de un buen ciudadano. Entonces no entraba en los estándares de un buen judío.

Hay que recordar que los fariseos eran los buenos judíos, los que habían puesto todo de su parte para cumplir la ley y agradar a Dios. Y ese era el tema: estaban tan convencidos de que su método para lograr la salvación era el correcto que no podían soportar a un Jesús que venía a decirles que en realidad era él el único camino a Dios. Para la forma de pensar de los fariseos, Jesús no era necesario: ellos ya se habían instaurado como sus propios mesías. Y no solamente tenían la salvación, sino también el prestigio, el poder y el respeto incluso de los gobernantes romanos, que nunca respetaban las estructuras sociales de los lugares que invadían, pero habían llegado a aceptar la autoridad de los judíos. Y aquel tipo, hijo de un carpintero de la región más pobre de Judea, quería ir a darles lecciones. Y los suyos no eran los poderosos, además, sino que se rodeaba de gente pobre, iletrada, de tipos tan cutres y extravagantes como Juan el Bautista. No era un iluminado al que solo le interesaba la vida contemplativa, o que únicamente predicaba las bondades de lo espiritual frente a lo material. A Jesús le importaban los pobres y los desposeídos, los que tienen todo el día frente a sí mismos su miseria material, cuyas vidas son efímeras y desechables. Esos eran los de Jesús.

Es posible que hoy sigamos teniendo el hábito de los fariseos de no querer mezclarnos con los pobres. A Jesús le sigue sin importar nuestra opinión al respecto.

Él estuvo allí hasta que se le hizo tarde. Lo estuvo prácticamente todos los días de su ministerio en la tierra. Probablemente no fue nada sistemático, no utilizó buenas herramientas de marketing, no cuidó nada su marca personal; probablemente desperdició mucho tiempo, no supo rentabilizar su fama, ni estableció relaciones de prosperidad con sus semejantes. No vestía como un ganador, ni pensaba como un ganador, ni se rodeaba de ganadores. Ya sabéis: nunca le habrían invitado a dar una charla TED, o a dar conferencias sobre ministerios de éxito y liderazgo. 

Mirar a lo profundo del evangelio para sacar de ahí las verdades que rijan nuestra vida va mucho más allá de lo que estamos acostumbrados a ver, a la seguridad de un mensaje domesticado por la comodidad dominical. Jesús debe ser siempre una incomodidad y un desafío a emular. Siempre es un escándalo. Él es el médico de los enfermos en un mundo ortoréxico, el libertador de los endemoniados en un mundo racionalizado, el salvador de los perdidos en un mundo hipercomunicado. Bendita sea su incomodidad, porque en ella hemos encontrado nuestro hogar. Su esperanza no ha perdido nada de brillo ni de poder, porque todo lo que nos hemos inventado desde entonces para disimularla ha sido una excusa para salvarnos a nosotros mismos; una excusa igual de inválida que la de los fariseos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Amor y contexto - Salvarnos a nosotros mismos