Justicia poética

Hay algo que no cambia: Dios nos ayuda en todos los momentos de nuestra vida, sobre todo en los que nos parecen más complicados.

11 DE JUNIO DE 2018 · 08:00

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Fue uno de los primeros acontecimientos deportivos televisados a medio mundo. El campeonato mundial de fútbol celebrado en Inglaterra en 1966 terminó con el triunfo de la selección anfitriona sobre Alemania por 4 goles a 2. Los goles ingleses fueron conseguidos por Bobby Moore (1) y Hurst (3). Los dos jugadores habían nacido en las instalaciones del metro de Londres, donde la población de la ciudad se escondía durante los bombardeos de los aviones alemanes en la Segunda Guerra Mundial. La prensa tituló el resultado final de ese campeonato como «justicia poética».

Cuando recordamos momentos tan difíciles para todo un pueblo, la verdad es que algunos de nuestros sufrimientos parecen bien pequeños. Aun así, nadie sabe lo que una persona está pasando, ni se pueden comparar situaciones difíciles. Cuando sufrimos parecemos atravesar un desierto que no tiene fin y nadie puede convencernos de que podría ser peor, o de que las circunstancias no son tan malas como pensamos.

Hay algo que no cambia: Dios nos ayuda en todos los momentos de nuestra vida, sobre todo en los que nos parecen más complicados. «Derramaré agua sobre la tierra sedienta, y torrentes sobre la tierra seca; derramaré mi Espíritu sobre tu posteridad, y mi bendición sobre tus descendientes» (Isaías 44:3). Cuando atravesamos el desierto, lo que nos devuelve la vida es el agua; de la misma manera el Espíritu de Dios renueva nuestro ser por completo y lo hace brotando desde nuestro mismo interior después de ser derramado sobre cada uno de nosotros.

La Biblia dice que el Espíritu Santo viene como lluvia sobre nosotros. En muchas ocasiones se utiliza esa imagen, porque las bendiciones de Dios siempre se derraman. El amor de Dios siempre nos empapa por completo. Cuanto más cruel sea la aridez del desierto, más refrescante es su lluvia. Cuando parece que el calor agobiante nos impide dar un paso más, Dios restaura nuestras fuerzas haciendo brotar sus ríos de agua viva.

Además, ¡el agua también tiene que ver con la aventura! Esos ríos de agua viva (Juan 4:10) no solo nos refrescan, sino que también nos llevan a deslizarnos de una manera diferente por la vida. No está hablando de tres o cuatro gotas llenas de vida que caen del cielo, ¡no! Lo que Dios nos regala son ríos enteros que surgen de nuestro interior. Cuando alguien conoce al Señor, el aburrimiento desaparece, la monotonía pasa a peor vida, porque quienes pasamos a mejor vida somos nosotros.

Esa es una de las ideas claves en la vida espiritual. Ya que el Espíritu de Dios se presenta como agua, tenemos que sumergirnos completamente en él. No se trata de beber unos tragos, sino de nadar en la abundancia.

De esa manera ayudamos a los demás. Por medio del Espíritu de Dios, compartimos la vida que él nos regala. Porque no estamos hablando solo de ser llenos nosotros, ¡Dios quiere que vivamos rebosando de él!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Justicia poética