La historia de Androcles y el león

Cuando aprendemos a dar gracias nos volvemos más prestos a ofrecer ayuda, más sensibles a los regalos que cada día recibimos.

19 DE DICIEMBRE DE 2017 · 17:00

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Un esclavo condenado a morir devorado por los leones, en el circo Máximo de Roma, fue indultado por el emperador que presenciaba el espectáculo, debido al suceso extraordinario que ocurrió en la arena. Para sorpresa de todos, uno de los leones defendió al esclavo frente al resto de la manada de fieras e impidió su muerte.

Sorprendido, el emperador mandó traer a su presencia al esclavo quien explicó que cuando era joven había habría liberado a un león de una gruesa espina que este se había clavado en una de sus zarpas y limpiado y cuidado las heridas, habiendo permanecido a su lado hasta que la herida estuvo curada. El buen recuerdo que la fiera guardaba de su benefactor fue lo que hizo que al encontrarlo, muchos años después, mostrase el león su agradecimiento, defendiéndole de las otras fieras.

Ante un acto tan realmente bondadoso, el esclavo fue liberado y se devolvió el león a la selva.

A veces nos olvidamos de ser agradecidos con quien cuidó, limpió, sanó cada unas de nuestras heridas. Aquel que nos dio la oportunidad de ser libres, de vivir una vida nueva.

Nos acostumbramos a ver amanecer cada día, a tener comida en casa, a ver crecer a nuestros hijos y nos olvidamos de que por todas esas cosas tenemos el deber de dar gracias a Dios. 

Acostumbrados al acto de pedir omitimos el acto de agradecer.

Nos habituamos a las bendiciones de Dios y sin ser conscientes nos creemos merecedores de su misericordia, de su fidelidad, de su amor…

Agradecer es saber reconocer la generosidad de quien nos ofrece un favor, saber que lo recibido debe tener como respuesta una muestra de sincera gratitud.

Cuando aprendemos a dar gracias nos volvemos más prestos a ofrecer ayuda, más sensibles a los regalos que cada día recibimos. Somos capaces de ver aún más allá de nuestro cercano vallado y reconocer, que no es por lo que somos, sino por lo que Dios hizo en nosotros.

A menudo, aunque nos cuesta entender lo que Dios hace con nuestras vidas, también tenemos que dar gracias por aquellas situaciones que no nos son favorables, pero que puestas en sus manos tiene un sentido.

Imitando a María debemos de romper nuestro vaso de alabastro y derramar el perfume, dejando que el aire se impregne del grato aroma, haciendo que Jesús sea coronado de fragancias, una escasa ofrenda de agradecimiento a quien tanto nos da.

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