Abordando la realidad en Cataluña

La responsabilidad de los medios de comunicación (televisión, radio, prensa escrita o digital) es muy alta en un ambiente como el actual en España.

Redacción PD

05 DE OCTUBRE DE 2017 · 16:00

,imágenes mundo, información plural

Escribimos este Editorial en medio de una auténtica tormenta de opiniones, sentimientos y datos que conforman el rompecabezas actual del conflicto en Cataluña, que como un torbellino intenta engullirlo todo.

Como bien opina Eduardo Delás, asistimos a una “guerra civil” de información que pretende convencer a la ciudadanía de que sólo la verdad absoluta de cada cual es digna de crédito.

Observamos con preocupación cómo medios de comunicación considerados de referencia han bajado a las “trincheras” en las últimas semanas. Se repiten ‘editoriales’ que expresan posiciones muy cerradas que excluyen a parte de la población. Incluso en las noticias rasas se repiten titulares que simplemente parafrasean las consignas ideológicas de los partidos políticos.

La responsabilidad de los medios de comunicación (sean televisión, radio, prensa escrita o digital, como nosotros) es muy alta en un ambiente como el actual en España. Nuestros contenidos llegan a centenares de miles de personas, y el bajón en la ética periodística en momentos tan importantes como éste saca a la luz las dependencias económicas de muchas empresas comunicativas, que aprovechan el río revuelto para consolidar sus audiencias.

Muchos se preguntan estos días: “¿Dónde puedo informarme de una forma mínimamente equilibrada?”

Desde Protestante Digital animamos a consultar siempre varias fuentes. Pero sobre todo, animamos a cada lector a desarrollar una capacidad crítica con todo lo que leemos y escuchamos, especialmente con los medios más afines a nuestras propias ideas.

¿Es cierta la información que me llega? ¿Está escrita para provocar una reacción concreta en mí? ¿Me ayuda esta información a comprender otras posiciones? ¿Cómo afecta esto a la forma en la que veo a personas que no se identifican conmigo?

Como cristianos, nuestra identidad en Dios nos permite relegar a un segundo lugar otras lealtades. Esto es bueno porque nos capacita para construir un filtro que frenará el impulso de compartir en redes sociales ideas que chocan con nuestro llamado a ser pacificadores y reconciliadores.

Por ello, nos hemos ceñido en Protestante Digital más que nunca a hechos, intentando que sean objetivos, trascendentes y contrastados sin dudas ni deformaciones interesadas por una u otra parte.

Junto a ello hemos incluido la publicación de los Comunicados de tres de las entidades representativas que se han manifestado, en concreto la Alianza Evangélica Española (con sede y oficina en Barcelona), la FEREDE (Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, con sede en Madrid) y el Consell Evangèlic de Catalunya.

También un reportaje a diferentes líderes de opinión, intentando incluir diferentes perspectivas.

En cualquier caso, siendo conscientes de la complejidad, el dolor por la violencia y los enfrentamientos producidos (que van a dejar en cualquier caso heridas hondas y duraderas), sí queremos dejar una reflexión.

Jesús eligió a dos discípulos muy especiales, que nos ilustran en este contexto.

Simón llamado el zelote, lo que significa que formaba parte del movimiento nacionalista e independentista judío, que avalaba incluso la lucha armada.

Y Leví-Mateo, recaudador de impuestos para el Imperio Romano, invasor de Israel y opresor militar y político del pueblo judío.

No podían existir personas de ideologías y trasfondos más enfrentados. Tampoco creemos que cambiasen sus puntos de vista de un día para otro. Convivieron porque les había llamado el mismo Maestro. Se entendieron porque las enseñanzas del Hombre de Galilea les ayudó a acercarse y cambiar, a entenderse, a modificar su visión de la vida.

Jesús no apoyó ni al nacionalismo judío ni al poder de Roma. Tampoco rechazó a los que venían de ese contexto, sino que los escogió para ser parte de sus discípulos y esto suponía que también ellos con sus ideas y personalidades servían al fin último de un Reino perfecto en Cristo.

La situación en Cataluña nos da una oportunidad para que podamos dar ejemplo de unidad los cristianos involucrados directamente en este conflicto, más allá de posiciones políticas. Debemos bajar la intensidad agresiva en los discursos (sin renunciar a ellos), y seguir en la vida real la enseñanza sobre cómo las palabras hieren y son semilla de guerras tal y como enseña la carta de Santiago (capítulo 3).

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