¿Había pastoras en la Iglesia primitiva? La evidencia histórica (III)

El propósito de este artículo es evaluar la evidencia y llegar a una conclusión sobre el rol de la mujer en la Iglesia primitiva.

02 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 20:55

Fresco en las Catacumbas en Roma, del siglo IV.,
Fresco en las Catacumbas en Roma, del siglo IV.

En dos artículos previos, he expuesto toda la evidencia histórica conocida en favor y en contra de que hubiera pastoras en la Iglesia primitiva. El propósito de este artículo es evaluar la evidencia y llegar a una conclusión sobre el rol de la mujer en la Iglesia primitiva. En primer lugar extraigo unas conclusiones sobre la evidencia en favor de la existencia de pastoras en la Iglesia primitiva. En segundo lugar extraigo conclusiones en contra de dicha existencia. Por último hablo de la importancia de este estudio para el debate de hoy.

 

A favor

Según la evidencia expuesta por los eruditos Kevin Madigan y Carolyn Osiek más los tres testigos que ellos no incluyeron pero yo sí, hay doce textos e inscripciones discutibles que pueden interpretarse como referencias a pastoras en la Iglesia primitiva y siete textos e inscripciones que probablemente se refieran a lo mismo (uno de los cuales data del s. X). Sin embargo, mucha de la evidencia—sobre todo la discutible—proviene de zonas bien influídas por ciertas sectas tales como el montanismo (Asia Menor) y el gnosticismo (Egipto), las cuales tenían pastoras y/o mujeres en puestos de autoridad. De los textos discutibles, incluso los tres mejores candidatos que a lo mejor hablan de pastoras, a saber, Artemidora, Flavia Vitalia y la sacerdota de Solin, no son suficientemente claros para confirmar su sentido, y la evidencia indirecta (ver abajo) que tenemos sobre la presencia de pastoras en varias sectas pone en duda cualquier intento de asegurar que estos textos hablan de pastoras de iglesias ortodoxas. Del mismo modo, en algunos casos el lexema presbytera y sus derivados y sinónimos dificultan la identidad y función de varias mujeres porque se puede defender cualquiera de los tres significados posibles, a saber, una mujer anciana posiblemente con cargo de otras diaconisas, una esposa de un presbítero o una pastora. No estoy diciendo que ninguno de los textos discutibles hable de pastoras de iglesias ortodoxas sino que es imposible estar seguro de que cualquier texto hable de una pastora de una iglesia ortodoxa. Sin embargo, si tomamos en cuenta la evidencia indirecta, a saber, que los ortodoxos acusaban a las sectas de tener pastoras, que todos los pastores y eruditos de la Iglesia primitiva que escribieron sobre el tema estaban en contra de pastoras y que mucha de la evidencia posiblemente en favor de pastoras se encuentra en zonas bien reconocidas por la influencia del montanismo o del gnosticismo, creo que la evidencia va en contra de una lectura igualitaria.

De los textos e inscripciones probables, tampoco tenemos mucha evidencia clara de la existencia de pastoras—unos textos hablan de la posibilidad de pastoras o de mujeres que enseñan o presiden sobre la Santa Cena, pero no de su existencia. Sin embargo, hay evidencia muy clara de pastoras de iglesias ortodoxas que proviene de la zona del sur de Italia y de Silicia en los ss. IV-V. La evidencia de Kale Presbytis, Papa Gelasio I y Leta deja claro que había pastoras de iglesias ortodoxas en esta zona durante este periodo.

 

En contra

A diferencia de la evidencia en favor de la existencia de pastoras, la evidencia de en contra es clara, numerosa y universal. Tenemos evidencia de diecinueve testigos que provienen de casi todos los sectores del Imperio romano, a saber, África, Palestina, Siria, Asia Menor, Italia, y Galia. Además viene de los eruditos y pastores más importantes y más influyentes de la Iglesia primitiva, por ejemplo Juan Crisóstomo, Ambrosio, Jerónimo y Agustín. Cuando evaluamos su testimonio en conjunto, su enseñanza sobre el tema es a la vez uniforme y fácil de resumir: la única prohibición puesta sobre las mujeres en la Iglesia primitiva era la de ser ordenada al pastorado.1 A nivel práctico, dicha prohibición asumía dos más, a saber, la de predicar o enseñar de forma autoritativa en el culto y la de presidir sobre los bautismos y la Santa Cena.2 En resumen, la prohibición se extendía al ministerio público de la Palabra y los sacramentos.

Los argumentos que daban eran cuatro aunque los dos primeros los utilizaban con mucha más frecuencia que los otros dos. El primer argumento estaba basado en la exégesis. Los textos más citados eran los tres siguientes: 1 Cor 11.3ss, 14.34-35 y 1 Tim 2.11-14.3 El segundo argumento estaba basado en el ejemplo de Jesús. Específicamente se enfocaba en dos razones. Primero, Jesús escogió a doce hombres pese a que había otras mujeres—por ejemplo, María—que igual podrían haber sido apóstoles. Segundo, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista pese a que había otras mujeres que también le podrían haber bautizado. Estos dos argumentos demuestran que la postura ortodoxa salió de su reflexión sobre las Escrituras en lugar de otros motivos como la supuesta misoginia con que algunos la acusan hoy día. El tercer argumento estaba basado en el ejemplo de las sectas. Varios autores notaban que sólo los grupos heréticos ordenaban a las mujeres al pastorado y que por lo tanto no se debe hacer dentro de la Iglesia ortodoxa. En mi opinión es bastante irónico notar que hoy día mucha gente cita Gál 3.28 para apoyar el igualitarismo sin darse cuenta de que era el versículo favorito de las sectas para justificar su postura.4 El cuarto argumento estaba basado en el hecho de que las mujeres eran ritualmente impuras durante su menstruación y que por lo tanto no podían presidir la Santa Cena. Este argumento no fue usado con mucha frecuencia y tampoco sería aceptado hoy día como un argumento válido.

Se debe notar que la postura de la Iglesia ortodoxa estaba bastante bien defendida. Los Padres conocían los dos argumentos más importantes de sus oponentes, a saber, los ejemplos de la Biblia (María la hermana de Aaron, Débora, Hulda, Ana la profetisa, Priscila, las hijas de Felipe, etc.) y los argumentos basados en la exégesis (Gén 2-3, Gál 3.28, etc.) y hacían lo siguiente con ellos: o respondían a dichos argumentos con contraargumentos o los incorporaban a su postura como algo necesario a incluir. En la misma línea creo que es muy instructivo notar qué argumentos no fueron usados por sus oponentes. Por ejemplo, no tenemos ninguna evidencia de que el ejemplo del supuesto apostolado de Junia (Rom 16.7) fuera usado por sus oponentes para justificar sus prácticas, y tampoco tenemos evidencia de que los ortodoxos lo incorporasen a su postura. En resumen, Junia no era importante al debate. Sin embargo, hoy día el ejemplo de Junia es usado por los igualitaristas como uno de los versículos más importantes para establecer que había pastoras en el s. I. ¿Por qué nadie lo veía así antes de la modernidad? Lo mismo se podría decir de otros textos como Joel 2; Mat 28.18-20; Hechos 2; etc.

Creo que es muy instructivo notar también que no tenemos ningún dato histórico de ninguna secta justificando su práctica de tener pastoras apelando a una tradición apostólica regional. Por ejemplo, durante la controversia cuatrodecimaniana del s. II los dos lados de Roma y Asia Menor apelaban a su tradición apostólica regional para justificarse, lo cual dejaba claro que los dos se tenían que respetar, lo cual es precisamente lo que hacían. Sin embargo, con respecto a la existencia de pastoras no existe ninguna evidencia de una apelación parecida.

 

La importancia de la evidencia histórica

En ca. 434 Vicente de Lérins escribió su Commonitorio, el cual era su exposición sobre cómo uno puede asegurarse de que lo que cree es verdad. Su respuesta se encuentra en §2: «En la Iglesia universal hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos». En otras palabras, en el s. V la gente ya veía difícil distinguir entre lo verdadero y lo falso precisamente porque ambos lados apelaban a las Escrituras para justificar su postura y Vicente llegaba a la conclusión de que, para citar otro proverbio bien conocido, «lo verdadero no es nuevo y lo nuevo no es verdadero». Las doctrinas que son universales tanto en el tiempo como en geografía son las que forman parte de la verdad. La evidencia histórica es clarísima con respecto a este tema: tanto en el tiempo como en la geografía la Iglesia primitiva rechazaba el oficio de pastora porque la Biblia misma lo prohibía, y este conseno seguía intacto hasta la modernidad. No somos los primero en leer la Biblia y debemos valorar el testimonio de los primeros cristianos debido a su cercania a los Apóstoles y a sus sucesores inmediatos.

Sin embargo, el dictamen sola Escriptura nos exige volver a la Biblia para justificar cualquier de nuestras creencias, y los siguientes cinco artículos* serán dedicados a la exégesis de ciertos pasajes importantes para la discusión.

 

Notas

*Los siguientes artículos de la serie se publicarán en la sección Tu Blog (N.del E.)

1 Está claro que podían ser diaconisas, sobre todo para asistir en los bautismos de otras mujeres (todos se bautizaban desnudos en aquel entonces y las diaconisas ayudaban a las mujeres a vestirse) y en cuidar de los enfermos (sobre todo a mujeres enfermas).

2 Se las permitía enseñar a otros hombres y a otras mujeres en privado (Hch 18:26; 1 Tim 2.15; Tito 2.3) y podían asistir en el bautismo de otras mujeres y en la Eucaristía como diaconisas.

3 Se debe notar que aunque muchos veían que Gén 3.16 era el versículo al que Pablo se refería en 1 Cor 14.34-35, no obstante entendían que dicho versículo seguía en vigor en su día, incluso para las mujeres «santas y doctas» (cf. la amiga de Jerónimo, Marcella).

4 Cf. Epifanio, Panarion (Contra herejías) 49.2.1-3.

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