Vivir la fe evangélica en la Cuba de hoy

Las iglesias evangélicas han crecido numéricamente de manera notable en Cuba, y en forma a veces inesperada.

21 DE MARZO DE 2017 · 18:00

,Cuba, La Habana

Me encuentro dando clases de educación teológica en el Seminario Evangélico de Cuba, Los Pinos Nuevos, en Villa Clara, a unas cuatro horas al Este de La Habana.

He venido invitado por las mismas iglesias que me invitaron hace 34 años, en 1983, pero mis anfitriones son ahora el decano del Seminario Manuel Gallardo y el profesor Jaisel Piñero, parte de una nueva generación de líderes jóvenes que enfrentan el desafío de ministrar en una sociedad  que se está transformando. En hay conciencia de que se avecinan cambios pero no parece haber claridad respecto al nuevo rumbo que tomará  la sociedad cubana en el futuro inmediato.

En mi breve estancia de paso en La Habana y en el viaje en automóvil hasta Villa Clara me ha impresionado, como en mi viaje anterior,  la ausencia de carteles con avisos comerciales característica de los países capitalistas. La ausencia de esa y otra señales, propias de la sociedad de consumo en la cual vivo en España, me hacen percibir una vida menos agitada y competitiva, y menos condicionada por los supermercados y el afán consumista.

Pero es también una vida de carencias en cuanto a comida, transporte y comodidad. Para el visitante puede ser difícil al comienzo, pero parece que los cubanos se han acostumbrado. No detecto a primera vista en el ambiente un agudo espíritu de queja o protesta por este obligado “estilo de vida sencillo”. Lo que si se advierte es la existencia de carteles y retratos de Fidel Castro, y a veces de su hermano Raúl, y uno no sabe si son señales espontáneas de afecto popular o propaganda del gobierno.

Las iglesias evangélicas han crecido numéricamente de manera notable en Cuba, y en forma a veces inesperada. Así, por ejemplo, las restricciones en etapas anteriores dieron lugar a la multiplicación de iglesias en casas y a una expansión evangelizadora. En los dos servicios en los que prediqué el Domingo 12, en la cercana ciudad de Santa Clara, el templo estaba lleno y el canto era entusiasta pese a la modestia de los instrumentos musicales.

A pedido de mis anfitriones, en mi primera semana desarrollé el tema de “Hacia una dimensión misionera de la educación teológica,” y los asistentes eran decanos y profesores de seminarios e institutos bíblicos.

El interés en el tema y los diálogos en la clase me parece que reflejaban una toma de conciencia y preocupación por que podría estarse perdiendo el vigor evangelizador característico del pueblo evangélico. Y eso sucede precisamente en un momento en que la transformación social presenta nuevos e inéditos desafíos.

Mi segunda serie de exposiciones se centró en el tema “Hacia la contextualización del Evangelio” con una veintena de estudiantes y profesores de Seminario, deseosos de aprender. He compartido la experiencia de mi generación y de la Fraternidad Teológica Latinoamericana en el esfuerzo de contextualización del Evangelio en una América Latina cambiante, desde la década de 1960, pero el contexto cubano de hoy tiene características muy particulares al respecto. El marxismo sigue siendo una especie de “Filosofía Oficial” en las instituciones educativas que son todas estatales, y en los medios de comunicación, pero al mundo evangélico también están empezando a entrar apóstoles de mega-iglesias y el evangelio de la prosperidad.  

Para la pastoral de las iglesias evangélicas el contexto se ha vuelto complejo e incierto, y ello demanda un trabajo teológico al mismo tiempo arraigado en la Biblia y atento a los nuevos interrogantes.

Describiendo el contexto el Decano Manuel Gallardo manifiesta: “Las nuevas relaciones CUBA-USA suponen nuevo mesianismo socio-cultural. Crisis de identidad socio-cultural. Subyace el peligro de tomar la cultura americana (estadounidense) como paradigma de vida, sin discernir críticamente los elementos que atentan contra la cosmovisión bíblica y cristiana. Más allá de meras mejoras económicas significa un radical cambio de cosmovisión y aspiraciones de vida en la población.”

A varios evangélicos con los que he conversado les preocupa mucho el deterioro de la familia que se ha dado en los últimos cincuenta años. El índice de divorcios entre aquellos matrimonios que formalizaron su unión llega al 94%.

He quedado impresionado leyendo las declaraciones de la psicóloga Patricia Arés Muzio en una entrevista que le hicieron para la revista Didajé, del Seminario Evangélico de Teología de Matanzas. Es directora del Programa de Asistencia a la Familia del Centro de Orientación y Atención Psicológica y como se dice en la revista “Dialogar, investigar, escribir y atender las diversas problemáticas familiares ha sido una constante en su carrera profesional y humana.”

Según Ares, “El incremento del divorcio en Cuba –el índice más alto de la América Latina-, sin duda, tiene que ver con el giro que se produjo a partir del impacto del proceso revolucionario y su consecución. El reordenamiento de los lugares que ocupan el hombre y la mujer y la redistribución del poder en el ámbito social, causan un impacto importante en la organización familiar, cuya expresión se da, en lo simbólico, a partir de cierto desmontaje de la idea o del modelo tradicional de familia, atravesado por realidades como, por ejemplo, el hecho de que la mujer se posicione en el ámbito social de un modo diferente. En estos tiempos la mujer espera del hombre mucho más: espera otra forma de participación en la vida familiar.”[1]

Esta nueva posición de la mujer trae una reformulación de lo que es la familia –según Arés– y puede afectar negativamente a la mujer: “Hay un reposicionamiento mediante el cual el poder público la reubica en un dominio familiar que nada tiene que ver con las subordinaciones, el sometimiento, el silenciamiento. Se siente imprescindible en el ámbito público y también en el familiar. Pero es una opresión de segundo orden, pues la liberación no implica solo salir a trabajar, sino salir, pero desde otro lugar. Ser una supermujer, sin embargo, ha tenido un costo en la salud: la menopausia se adelanta, aparecen más temprano las enfermedades coronarias, los infartos, el stress, se ha elevado el consumo de psicofármacos.”[2]

Esta psicóloga es también crítica de la política del gobierno hacia la familia: “No hay algo más descuidado que la familia, a pesar de ser contenido de nuestro Código de la Niñez y de la Juventud, del Código de la Familia. Lo que quiero decir es que muchas de nuestras políticas concretas no tienen una mirada multidisciplinaria. Incluso hubo cierto momento en que referirse a la ‘familia’ era tener una mirada burguesa… Y al querer desmontarla, esa visión de familia se sustituyó por la visión de mujer o por la visión de niño, para ponderar a esos miembros, pero no nos dimos cuenta de que con ello desarticulábamos los diferentes tipos de familias, sus estructuras, su organización y sus dinámicas…”[3]

El Decano Gallardo cree que una pastoral de la familia es un punto clave en la agenda del Seminario Evangélico de Cuba, y se ha propuesto ofrecer capacitación que potencie a los futuros pastores de las iglesias en el área de: “Consejería y acompañamiento familiar  dado el resquebrajamiento de la familia cubana y las relaciones inter-personales de manera general, el auge cada vez mayor de familias disfuncionales y los índices elevados de divorcio en Cuba.”[4]

El Seminario Los Pinos Nuevos dispone de un hermoso local de arquitectura funcional con capillas y biblioteca. Uno puede ver la visión del líder evangélico cubano y el misionero que lo fundaron en 1928. El local se usa para reuniones y encuentros diversos y cuenta también con una imprenta en la cual se publicó año pasado la tercera edición del libro Panorama del Protestantismo en Cuba. Este libro escrito por el pastor bautista Marcos Antonio Ramos, historiador, periodista, y profesor en varias universidades de Estados Unidos, ha sido desde 1986 una obra de referencia para quienes trabajamos en la historia del Protestantismo en América Latina. En un próximo artículo ofreceré una nota bibliográfica acerca de esta valiosa obra.

Me siento privilegiado de haber compartido estos diez días con mis hermanos y hermanas en Cuba, miembros de iglesias que han permanecido fieles al Señor a pesar de las restricciones que les impone la sociedad en que viven su fe. Ha sido inspirador compartir su visión de futuro y su sentido de responsabilidad testimonial, y tratar de contribuir al esfuerzo por definir y articular la agenda para las iglesias evangélicas en el futuro que se avecina.

Hemos cantado juntos y emocionados ese hermoso tango “Tenemos esperanza” que compusiera el obispo Vicente Pagura en la Argentina agitada de los años 60:

Porque Él entró en el mundo y en la historia 

Porque él quebró el silencio y la agonía

Porque llenó la tierra de su gloria

Porque fue luz en nuestra noche fría;

Porque él nació en un pesebre oscuro

Porque él vivió sembrando amor y vida

Porque partió los corazones duros

Y levantó las almas abatidas

Por eso es que hoy tenemos esperanza

Por eso es que hoy luchamos con porfía

Por eso es que hoy miramos con confianza

El porvenir …en esta tierra mía.

 

[1] “Cincuenta años de cambios: ¿qué pasa con la familia cubana?” Entrevista con Patricia Arés Muzio por Idania Trujillo de la Paz, en Didajé No.2 jul-dic 2012, pp 25-26. 

[2] Ibid, p. 27.

[3] Ibid, p. 37.

[4] “Proyecto de Desarrollo”del Seminario, p. 4.

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