Refugiados (II): miedo y fronteras
España está muy lejos de cumplir sus compromisos adquiridos con los refugiados en el marco de la Unión.
ESPAÑA · 21 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 17:34
La crisis de refugiados ha mostrado las “costuras” de la Unión Europea. A pesar de los avisos de diversas entidades y expertos en migraciones antes del 2013, apenas hubo una preparación adecuada o unificada para hacer frente a la masiva llegada de personas al continente.
Las iniciales buenas intenciones de la Unión Europea, dando difusión al lema “Refugees Welcome” en septiembre de 2015 parece un lejano sentimiento que apenas ha producido una verdadera acción política coordinada.
Sí, hay países que han respondido mejor que otros -Alemania, por ejemplo, que es donde la mayoría de los refugiados intentaba llegar al principio-, pero en Europa la tendencia ha sido a dejar atrás este discurso y actuar con medidas proteccionistas e unilaterales por parte de cada Estado.
Entre los motivos que se podrían apuntar que han impedido una reacción adecuada, se podrían señalar:
- Una política no unificada sobre refugiados
- Una capacidad de negociación poco efectiva en la práctica, dado que los acuerdos alcanzados en las cumbres han tenido una aplicación relativa
- La crisis económica en la que sigue sumida parte del continente europeo, que hace que se prioricen las “necesidades” de los nacionales
- La escasa presión social para una respuesta política más efectiva. Más bien ha sucedido lo contrario, dado que los discursos anti-refugiados han ganado peso en Europa en los últimos meses
- El aumento del miedo ante los ataques terroristas, relacionados mediáticamente con los refugiados aunque estadísticamente sea incierto, y la mayoría de los ataques hayan sido efectuados por europeos
MEDIDAS INMEDIATAS, MEDIDAS POSTERGADAS
Si hay una medida que destaca en Europa ante la crisis es la del fortalecimiento de la protección de fronteras. Varios países cancelaron el libre tráfico de personas en el conocido como espacio Schengen.
Las iniciativas proteccionistas han mostrado ser mucho más rápidas en aplicarse que las de acogida. Es por eso que aunque el Parlamento Europeo prometiese recientemente revisar los protocolos para que la solicitudes de asilo se unifiquen y se desarrollen más rápido, algunos son escépticos, como ACNUR, que esta semana volvía a recordar la necesidad de “permitir un asilo más ágil”.
Mucha más facilidades se han dado para la aplicación inmediata del acuerdo con Turquía firmado en marzo, tildado como el “acuerdo de la vergüenza” por diversas entidades y ONGs, que permite reasentar a refugiados que llegan a Grecia en campos de Turquía, a cambio de que en un país europeo se acoja a cambio a algún refugiado sirio que estuviese en el país turco. La Unión Europea ha considerado este destino como “seguro” para los refugiados, cuando está bastante lejos de serlo.
Si bien este acuerdo ha rebajado la presión migratoria sobre Grecia, a su vez ha aumentado el tráfico en la peligrosa ruta por el Mediterráneo hacia Italia.
EL PAPEL DE ESPAÑA
El Rey Felipe VI acaba de expresar en su discurso ante la ONU la intención de que España sea un actor “importante” en la acogida de refugiados. Lamentablemente estas palabras poco tienen que ver con la realidad.
La acogida de refugiados en España está siendo extremadamente lenta. Hasta la fecha, España ha acogido a unos 586 refugiados, a pesar de que se ha comprometido a reubicar a 15.888 personas que ya están en Europa, en un plazo de dos años. Es decir, antes de llegar a septiembre de 2017.
En los últimos meses, el vacío gubernamental ha favorecido un clima de “dejar pasar” el problema de los refugiados. En la última campaña electoral apenas apareció en los discursos, y las propuestas han sido escasas. En el barómetro del CIS de febrero ni siquiera aparecía el tema entre las principales preocupaciones de los españoles.
Este escaso interés se puede deber a varios factores. Por una parte, la crisis de refugiados apenas tiene incidencia aún en España, al acogerse a tan pocas personas. Por otra parte, el atasco político en la formación de Gobierno se lleva gran parte del protagonismo mediático y nadie parece querer hacerse responsable de reclamar que se cumpla lo prometido. Además, la situación económica sigue siendo el principal problema que perciben los ciudadanos.
¿SE PODRÍA HACER MÁS?
A pesar de las dificultades políticas o económicas que atraviesa España, cumplir con lo prometido en Europa es más una cuestión de liderazgo y voluntad política que de imposibilidad. Hay varios aspectos que hacen de este país un destino adecuado para los refugiados.
- Percepción positiva de los refugiados. Un 82% considera que se debe “hacer más” y hasta un 18% los acogería en su casa.
- Percepción del extranjero. A pesar del aumento de los delitos de odio y xenofobia, España sigue teniendo un índice bajo de estos delitos con respecto a sus vecinos. Tampoco han tenido un repunte significativo los partidos políticos xenófobos, como en otras partes de Europa.
- Estructura social para la ayuda. La descentralización permitiría a los ayuntamientos poder asumir la atención a familias o grupos pequeños de refugiados. La Federación Española de Municipios y Provincias mostró hace un año sus buenas intenciones al respecto.
- Redes solidarias: la estructura de comedores sociales, albergues, roperos, iglesias... demuestran que la sociedad responde positivamente ante la necesidad del prójimo.
Es evidente que hay características complejas, sobre todo relacionadas con el impacto socio-económico a corto y medio plazo. Una llegada masiva de refugiados supondría un reto en un país con un 20% de paro y casi un 45% de paro juvenil.
Sin embargo, el desafío sigue presentándose ante la sociedad. Si bien la política ha mostrado su escasa capacidad, otros actores se han puesto manos a la obra para ayudar, aunque sea, en la distancia. Entre ellos, iglesias evangélicas y ONG españolas que han puesto en marcha iniciativas que vale la pena destacar con detalle en el próximo artículo.
Próximamente | Refugiados (III): la oportunidad de la iglesia
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ESPAÑA - Refugiados (II): miedo y fronteras