La invitación… ¿a una secta?

La Invitación, película ganadora del Festival de Sitges, es un thriller de suspense que nos muestra lo sencillo que es caer en las redes de una secta, peligro del cual no se libra ninguna persona –por muy inteligente que sea-, ni siquiera un cristiano con buenas intenciones.

ESPAÑA · 01 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 03:26

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La Invitación, película ganadora del Festival de Sitges, es un thriller de suspense que nos muestra lo sencillo que es caer en las redes de una secta, peligro del cual no se libra ninguna persona –por muy inteligente que sea-, ni siquiera un cristiano con buenas intenciones.

Podemos pensar que una secta se vende a sí misma de manera extravagante y está formada por personas lunáticas que encienden velas negras cuando se reúnen. Nada más lejos de la realidad. Salvo excepciones como las de corte destructivo y extremistas que buscan beneficios económicos o sexuales, suelen comportarse ante la sociedad con normalidad: estudian, trabajan, tienen familia, diversas aficiones, etc.

 

La mentira mezclada entre la verdad

Las diferencias son tan sutiles entre una iglesia cristiana sana de una secta de corte cristiano que, a primera vista, puede no ser fácil hacer la distinción. El porqué es sencillo de explicar: muchas de las doctrinas que formulan concuerdan con la enseñanza bíblica (Trinidad, divinidad de Cristo, salvación por gracia, etc.) y parte de sus miembros realmente han “nacido de nuevo”. También llevan a la práctica principios de vida cristiana y, en términos generales, exponen la verdad (1 Co. 15:3-4), la posibilidad de una nueva vida (2 Co. 5:17), el camino de la salvación (Ro. 10:9-10), la vida eterna (1 Jn. 5:13), al causante de la verdadera paz (Jn. 14:27) y ofrecen amor y hermandad (Jn. 13:34).

El problema reside en que, junto a verdades elementales de las Escrituras, introducen diversas mentiras. Tengamos siempre presente que ser adoctrinado es sumamente sencillo: basta con oír y aceptar automáticamente enseñanzas ajenas sin comprobarlas objetiva e imparcialmente por uno mismo y sin prejuicios. ¿De qué ingredientes está formado el veneno de la mentira a los que hay que prestar suma atención?

 

Analicemos algunos de ellos:

1) Herejías. Entre otras, y en mayor o en menor grado e intensidad, destacan la Teología de la prosperidad, la confesión positiva, las supuestas reliquias y objetos “ungidos”, la enseñanza de mediadores ante Dios aparte de Jesucristo, etc. 

2) Liderazgo malsano. Por norma general, son personas normalmente amables, pero debajo de ese maquillaje esconden auténticos volcanes que entran en erupción cuando las circunstancias o los demás les contrarían, ante los que se muestran autoritarios e intransigentes cuando no siguen sus normas. De ahí los cambios de humor tan marcados que muestran y el hecho de que siempre tengan la última palabra. Por otro lado, basta con observarlos atentamente durante una temporada para comprobar que en muchas facetas no viven lo que predican. Magnifican las faltas de sus seguidores (“el diablo los ha atrapado”) y minimizan las propias (“Dios lo ha permitido para que yo crezca”). En la práctica, están por encima del bien y del mal.

3) Obediencia absoluta. La creencia que tienen de que los pastores son los ‘Ungidos de Jehová’ –idea que enseñan con insistencia, usando erróneamente versículos que convierten en eslóganes inquisitoriales-, trae como consecuencia directa el establecimiento de una jerarquía piramidal a semejanza del sistema católico romano. Esto conlleva automáticamente que haya que obedecerlos ciegamente en todas las cuestiones, incluso las personales. Mientras la persona lo hace, las sonrisas y alabanzas a su nombre anidarán por doquier; malas caras, duras críticas veladas y aislamiento cuando no lo haga.

4) Vida abierta de par en par. La obediencia conlleva implícitamente el añadido de que hay que responder a todas las preguntas que los superiores hacen, sean de una índole u otra. Si algo no se cuenta, no tardan en llegar las acusaciones de falta de sinceridad, de desconfianza en los líderes o, lo que es peor, de la ocultación de algún pecado. Las intimidades narradas en privado terminan siendo de dominio público puesto que el líder las cuenta a quien cree conveniente.

5) Vida absorbida. El grupo y sus actividades son prioritarias sobre todo lo demás (familia, trabajo y matrimonio). También se anteponen las necesidades económicas del grupo a las de los seres cercanos que están en necesidad.

Teóricamente, todo es voluntario, pero la presión es evidente: “no estás cuando se te necesita”, “esperábamos más de ti”, “vives en la carne”, etc. Esto acarrea sentimientos de culpa, por lo que la persona hace todo lo posible por no fallar. Termina con cargas que le abruman y con la idea de que mientras más participe en reuniones, talleres, congresos y retiros más entregado estará.

Este tipo de vida termina creando una dependencia malsana en términos psicológicos, emocionales y espirituales.

6) Dificultades para salir. Aparentemente, cualquiera puede marcharse cuando quiera. La realidad es diferente: cuando le dicen a un miembro que todos aquellos que se han marchado “no han conocido realmente a Dios, están en tinieblas, son hijos del diablo, sus vidas están en ruinas y llenas de infelicidad”, la persona está siendo directamente coaccionada para que permanezca con ellos.   

 

Todos estos componentes –que suelen ir juntos y se mezclan con un aire de buenismo, diversiones, actividades lúdicas y obras sociales- se van mostrando y desarrollando sin prisas, paulatinamente, hasta que calan profundamente en la psique del individuo, que termina aceptándolos como algo normal.

 

¿Qué hacer ante esta situación?

Si es el caso del lector, puede que conocieras el Evangelio en ese lugar y que Dios se sirviera de ello para tu conversión. Puede que hayas aprendido de manera correcta ciertas cuestiones y que algunas de las respuestas que te ofrecieron fueran bíblicas. Puede que hayas pasado buenos momentos con personas que merecían la pena. Pero aquí no estamos hablando de razones superficiales para marcharse de dicho grupo sino del veneno que esclaviza.

Ora al Señor que te muestre qué camino tomar y cómo. Quizá llegó la hora de dar un paso al frente y comenzar una nueva vida. Quizá llegó el momento de buscar nuevamente la libertad en Cristo y un nuevo lugar para respirar aire fresco en todos los aspectos. Dios no te dejará ni desamparará, estará todos los días de tu vida contigo y Él perfeccionará la obra que empezó en ti (cf. Jos. 1:5; Mt. 28:20; Fil. 1:6).

 

Jesús Guerrero Corpas – Autor – Algeciras (España)

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