El Mundial del pulpo Paul y la Carbonero

La celebración por primera vez en el continente africano de una Copa del Mundo de fútbol parece importar bien poco tanto a seguidores como a periodistas (salvo pocas y honrosas excepciones, que las hay) en lo que respecta a sus connotaciones históricas, sociales y hasta económicas.

09 DE JULIO DE 2010 · 22:00

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Confieso que he intentado seguir algunos partidos del campeonato (sí, lo admito: me gusta el fútbol) y hasta algún programa especial alrededor de él, pero la vergüenza ajena ha podido conmigo y me he acabado limitando a los partidos en sí. El devastador Síndrome Callejeros que se está adueñando cada vez más de nuestras parrillas televisivas también ha llegado al Mundial, y ver las incursiones de la gente de Cuatro en Soweto o en busca del primer folklorismo o imagen de miseria que llevarse a la boca (y a la cámara) provoca un rechazo visceral. Pero cuando creía haberlo visto todo, resulta que el gran protagonista televisivo del Mundial no será Villa con su olfato casi de perdiguero. Ni Xavi con sus pases imposibles. Ni Iniesta con su visión de Playstation. Ni Casillas con su solidez. Ni siquiera las salidas de tono de Maradona, las lágrimas de Messi, la reivindicación de Robben, los tropezones ciclistas de Cristiano Ronaldo o la frustración de Eto’o. No. Resulta que nuestras teles son tan cutres (es lo que tiene entregar los derechos a Telecinco) que los protagonistas, los personajes más seguidos acabarán siendo una reportera que no sabe de fútbol y que es novia de Iker Casillas (ojo al dato, que diría el añorado Butanito: Carbonero ha desbancado a la intocable, a la princesa del pueblo Belén Esteban, en el liderazgo de los buscadores de Google) y un pulpo. Sí amigos, este pasado viernes varias cadenas (Cuatro, Telecinco, Antena 3, La 1, TV3 y diversas páginas web) decidieron retransmitir en directo cómo un cefalópodo llamado Paul ejercía de Rappel cualquiera para dilucidar quién ganará la final de hoy entre España y Holanda. La forma de saberlo, con menos glamour que un bocata de fabada, consistía en observar como el animal bajaba en una pecera hasta un par de urnas decoradas con ambas banderas y con un
mejillón en su interior. El vaticinio del pulpo fue que la Roja (nombre, por cierto, contra el que han hecho campaña los engominados y algo inquietantes personajes de Intereconomía, ya que lo relacionan con…¡la Pasionaria!) ganaba el Mundial. Pero eso es lo de menos. Lo peor es que hasta se creó un debate acerca de si los criadores del pulpo le incitaban a decantarse por una urna o por otra o que si éste suele buscar los colores más llamativos. El pobre pulpo (del acuario alemán Sea Life, en Oberhausen), pues, ha conseguido su particular primer puesto en el podio de personajes de un Mundial que se rige más por la anécdota y el cutrerío (ver los “comentarios” de José Antonio Camacho ruborizan hasta al peor tertuliano de barra de bar), un podio en el que Carbonero se alza con la plata, mientras el bronce se lo podemos adjudicar a otra chica de la que televisiones, webs y periódicos no han parado de hablar: Larisa Riquelme, la modelo paraguaya que prometió desnudarse si su país ganaba el campeonato. Después de su apuesta, bajó el listón a semifinales. Finalmente, a pesar de caer en cuartos ante España, la joven decidió que cumplía su promesa igual, que para eso se ha convertido en una especia de novia del Mundial gracias a sus minutillos de gloria mediática. Gracias, pues, Telecinco, Cuatro y demás teles hispanas por convertir un espectáculo deportivo (y sociológico) en una sucesión de nimiedades, de anécdotas sin sustancia y de soserías varias. Gracias por no haberos interesado por un continente que lucha por deshacerse de estigmas y de lastres (para ver a Manu Carreño enseñando niños pobres por la calle, mejor lo del pulpo de marras), por haber obviado un panafricanismo latente en un Mundial que confiaba en Camerún, en Ghana, en Costa de Marfil. Gracias por haber pasado olímpicamente de tantas historias de superación, de tantas vidas alejadas de los cristianos ronaldos a los que nos tenéis acostumbrados (¿Cómo es la vida de los jugadores de Honduras? ¿Por qué Suiza se alimenta de futbolistas hijos de inmigrantes? ¡A quién le importa!) y gracias por haber estado tan pendientes de cómo Iker miraba o no a su chica paseando palmito y micrófono por la banda y de cómo un pulpo se desayunaba un mejillón para ejercer de Aramis (pero en cefalópoda) y decidir quién ganará esta noche una Copa del Mundo que, eso sí, contará con nuevo campeón. Por un lado, una España con un palmarés mundialista sonrojante (un cuarto puesto en 1950 y va que chutas) y una Holanda a la que la historia le birló dos veces el título en 1974 y en 1978. Vale, el pulpo dice que España, pero creo que voy a consultarlo a mi hámster: en su jaula pondré dos imágenes, una de Naranjito y otra de la Naranja Mecánica (no sé todavía si la de Kubrick o la Cruyff), que ese ratón es muy espabilado y puede que hasta me lleve a la fama.

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