Fiebre

La niña tiene fiebre, mucha fiebre. Está estirada en el sofá y su tez ya no es blanca; tiene las mejillas muy encendidas y lleva callada demasiado rato. A su lado estoy yo; finjo hacer cosas mientras la observo con impotencia.

20 DE AGOSTO DE 2009 · 22:00

,
Los medicamentos no han hecho efecto e incluso tengo la sensación de que, desde que nuestra madre salió, su fiebre ha aumentado. La niña me mira y la oigo hablar por primera vez en mucho rato; “Alba, quítame la fiebre, por favor, yo no quiero estar así”. Me conmueve verla así y tengo que hacer un esfuerzo para no bloquearme. Lo único que se me ocurre es darle una ducha con agua templada... Aún no he abierto el grifo y la niña ya está temblando. Cuando el agua empieza a caer sobre su delgado cuerpecito sus temblores son aún más fuertes; ella empieza a sollozar y a gritar, “¡Por favor, para esto! ¡Páralo! ¿Por qué no lo paras? ¡Páralo...!”. Y en medio de sus súplicas, cierro el grifo y la arropo y le acaricio su dulce carita mientras ella respira aliviada. Y es que su fiebre ha desaparecido. Ella no podía entender por qué para hacer desaparecer su fiebre yo tenía que someterle a aquello. A menudo nos sucede lo mismo con Dios, ¿no crees? Porque... ¿Cuántas veces le has rogado a Dios que te cambie a ti o a alguna situación difícil? Dándole aquella ducha fría a mi hermana pequeña, comprendí que a veces estamos en apuros y recurrimos a Dios. Entonces pasamos por momentos en los que estamos tan ofuscados en nuestro dolor que no comprendemos que nos está moldeando; que está haciendo bajar nuestra fiebre, que nos está sanando. Cuando estás bajo el grifo te preguntas por qué Dios no actúa, por qué permite todo lo que te sucede; mas Él está al mando de todo. Un abrazo,
“Mira que te mando que te esfuerces y que seas valiente, No temas ni desmayes, Porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” Josué 1:9 “Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré y Tú me enseñaras. De oídas te había oído mas ahora mis ojos te ven.” Job 42: 1-5 “Deléitate asimismo en el Señor, Y el concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, Y confía en Él, y Él hará” Salmo 37: 4-5

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - X-tremo joven - Fiebre