Perdidos

Era un día de mucho calor y la playa estaba abarrotada, yo tenía cuatro o cinco año y mi hermano un par menos, así que mis padres decidieron que era la hora de marchar. Mi madre tomó a mi hermano pequeño en brazos y se dirigió hacia las duchas, dejándome a mí con mi padre mientras él recogía la sombrilla y demás chismes playeros.

16 DE MAYO DE 2008 · 22:00

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Para ganar tiempo mi padre me dijo: “Alba, ¿ves las duchas allá al fondo? Ves allí con mamá”. Yo respondí que sí con la cabeza sin tenerlo demasiado claro. Recuerdo que cogí mis chanclas y caminé hacia la dirección que creía que mi padre me había indicado. Empecé a caminar, era pequeña por lo que debía caminar bastante lento... la cuestión es que se me cayó una zapatilla, y tras recogerla caminé durante bastante rato pero nunca encontré las duchas y mucho menos a mi madre. Me asusté por lo que intenté deshacer el camino y volver donde estaba mi padre pero al llegar a la orilla tampoco lo encontré a él. Deambulé por la playa buscando a mis padres con una angustia terrible, hasta que una mujer se dio cuenta de que yo estaba perdida y avisó a su esposo para buscar a mis padres. Finalmente aquel matrimonio encontró a una pareja desesperada mirando de un lado a otro… eran mis papás. Como os podéis imaginar el camino de vuelta lo pasé abrazada a mi madre llorando mientras ella me acariciaba el pelo… No puedo imaginar el susto que se llevaron mis padres cuando vieron que no estaba con ninguno de los dos. Supongo que aquello ocurrió porque yo debería haber escuchado mejor a mi padre o puede que la simple caída de una zapatilla hizo que desviara mis ojos de mi objetivo y que perdiera el rumbo... Pero es que hoy entiendo que en la vida espiritual nos pasa igual. A menudo no tenemos clara nuestra meta, y caminamos y caminamos hasta que nos damos cuenta de que estamos perdidos. Perdidos. En otras ocasiones nos despistamos por cualquier cosa y cuando queremos fijar nuestra vista, no sabemos por donde caminar. Pero nuestro Padre nos busca hasta que nos encuentra. A veces Dios usa a otras personas para acercarnos a Él, otras usa situaciones o pruebas. Pero una vez lo encontramos, lejos de regañarnos o castigarnos, nos abraza con su amor y su misericordia. Escucha la voz de tu Padre y fija tu meta; ¿Te atreves? Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos. Salmo 32: 8

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