Feliz… ¿Navidad o Vanidad?

Los comercios lucen sus escaparates con cintas, muñecos y adornos variados, ofreciendo sus ofertas a los más espabilados. ¡Alegría ¡ qué llegó la lotería... si te tocó el gordo te has forrado y si cae un buen pellizco dejas de currar. Pon el árbol de Navidad en el pasillo, o en la sala de estar, que lo vea la familia que nos va a visitar. Llena el armario de turrón y champán; y el frigorífico de marisco, solomillo o cordero, que una buena cena es lo primero. Hemos cobrado la paga del mes, ahora hay más pasta para ir al Corte Inglés: ¿bricolaje? ¿un viaje? ¿un ordenador? ¿o quizás un televisor? Hay mucha competencia para traer a los niños los regalos, ¿quién ganará, Papa Noel, Olentzero o los Reyes Magos? Llegó el fin de año... a disfrutar del cotillón; en el pub, en la plaza o en la disco, mueve el esqueleto, haz el indio y pega un brinco. Al sonido de las doce campanadas a tomar las uvas y por la madrugada borrachos como cubas. ¿Es todo lo descrito la Navidad? ¿No será más bien vanidad? Navidad, amigo lector, es recordar al Rey de reyes y Señor de señores, aquel Cristo que en la cruz sufrió horrores para salvar al mundo de sus terribles errores. La Navidad no es lo que hace todo el mogollón, sino convertirse a Cristo y llevarlo en el corazón: “No temáis porque he aquí os doy noticias de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc 2:10). “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1:21).