Indiferencia

Paso y siempre sigue igual. Vuelvo a acercarme a él. Ni siquiera me mira. Sus ojos perdidos no prestan atención a mis vaivenes. Su expresión tampoco. No dice nada. No habla.

08 DE ABRIL DE 2006 · 22:00

,
Y yo paso. Su cara pintada de blanco me atrae de nuevo. Pero ¿Es que acaso va a pasarse toda la tarde así? ¿No conoce mi impaciencia? ...Tal vez es que yo no conozco su secreto. Me alejo. Pero mi curiosidad me hace mirar hacia atrás. Alguien se acerca. Se agacha y deposita una moneda en una caja situada a sus pies. Entonces y sólo entonces, se mueve. Hace una reverencia y girando sobre sus talones, ofrece una flor inexistente. Y otra vez se queda inmóvil, inmutable, ausente. Me voy. Y pienso... es difícil. Sí, es difícil pararse en una calle concurrida, sin expresión alguna. Y a pesar de que a tu alrededor todo son miradas, permanecer indiferente, aunque alguien de manera suplicante te incite a moverte. ¡No! ¡No debes romper tu impasibilidad! ¡Que descubran tu secreto! ¡Que se agachen y lancen su moneda! Entonces y sólo entonces, obtendrán el galardón de mi pirueta. Me voy y mi pensamiento me acompaña. Veo a mi lado pasar a la gente. Sus prisas. Su devenir diario a la rutina. Veo sus expresiones marcadas por una mueca de inexpresión. Y al pasar delante de un escaparate, veo mi imagen reflejada. Me señalo ¡Ese eres tú!. También tienes el sello de la indiferencia. También tú eres impasible a lo que te rodea. También a ti te miran miles de seres que suplican que te muevas, que anhelan tu acción, que lloran por tu dejadez ¡Ese eres tú! Con tu mirada perdida en la nada. Nada te rodea. Nada eres. Nada escuchas, porque nada te interesa. Y así, inmóvil. Parado frente a mí mismo oigo a mis pies el sonido metálico de una moneda. Aturdido, quiero rebelarme, quiero gritar que yo no estoy inmóvil, quiero decirle a esa persona que se agacha ante mí que yo no soy indiferente, que escucho el dolor que me rodea, que lo oigo dentro de mí. Pero no puedo, sin poder evitarlo, mecánicamente, de manera refleja, me inclino en una reverencia, doy una vuelta sobre mis talones y ofrezco una inexistente flor. Para después volverme a quedar quieto.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Colores - Indiferencia