Resistencia, mística y silencio

A continuación, se intentará trazar un esquema interpretativo de la forma en que actúan discursivamente los elementos mencionados en el artículo anterior, a partir de un texto con el que el EZLN abandonó el silencio que se prolongó desde marzo hasta julio de 1998. Se trata de "México 1998. Arriba y abajo: máscaras y silencios",(1) un extenso documento cuya estructura revela la conjunción y el contrapunto de elementos literarios, políticos y religiosos mencionados anteriormente:

25 DE JULIO DE 2005 · 22:00

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I. México, mitad de 1998. II. Las máscaras y los silencios de arriba. III. 1998. El Ejército Federal Mexicano: entre Ángeles y Huertas. IV. Las máscaras y los silencios para los de abajo. V. Las siete víctimas de la nueva estrategia gubernamental para Chiapas. VI. El viejo Antonio contra el maoísmo trasnochado. VII. La séptima máscara y el séptimo silencio. El texto abre con un epígrafe del Juan de Mairena , de Antonio Machado, relativo al hombre público, el político, a quien hay que exigirle "fidelidad a la propia máscara" dentro del juego político , entendido como "una confusión de máscaras, un mal ensayo de comedia", según las palabras del poeta español. Las palabras del comunicado son contundentes: Esta cara, la más irracional que el Estado mexicano haya tenido en toda su historia, oculta su horripilante imagen detrás de una máscara. Y el sonido de la sangre que cobra día a día, se calla tras un silencio. Pareciera evidente que las máscaras ocultan y los silencios callan. Pero es verdad que las máscaras también muestran y que los silencios hablan. Ocultar y callar, mostrar y hablar máscaras y silencio. Estos son los signos que ayudarán a entender este fin de siglo en México. Sí, éste es un país de máscaras y silencios.(2) Estas dos metáforas son el eje de todo el documento, crítica lapidaria y profunda del modelo económico-político impuesto, literalmente a sangre y fuego, sobre el país. Echando mano de Hamlet ("Ya he oído hablar de sobra de vuestros maquillajes: Dios os ha dado una cara y os hacéis otra; andáis a brincos, os contonéais, pronunciáis mal, ponéis apodos a las criaturas de Dios, y hacéis de vuestra ignorancia vuestra lascivia"(3)) Marcos arremete contra las máscaras oficiales productoras de silencios Las máscaras gubernamentales (la "historia oficial", el (inexistente, pero muy funcional) "Estado de Derecho", la "modernidad" a ultranza, la "Macroeconomía") se sirven del silencio de la desmemoria y del olvido para llevar a buen puerto sus propósitos. Según Glantz, Marcos ha jugado ampliamente con la ya clásica metáfora de las máscaras mexicanas de El laberinto de la soledad: el gobierno se esconde tras una palabra enmascarada por lo que las pláticas de paz, ese diálogo tantas veces roto por el gobierno y el ejército, se convierte de facto en una palabra enmascarada. La ya larga lucha entre zapatistas y gobernantes va marcada por una disyuntiva, la que legitima a quienes llevan la máscara en el rostro y la palabra verdadera, y descalifica -ilegitima- según los zapatistas, a quienes representan al gobierno, es decir a quienes se des cubren el rostro pero enmascaran su palabra, los que se ocultan tras una palabra sospechosa y no son fieles a su propia máscara.(4) La segunda y tercera secciones denuncian las violentas acciones gubernamentales y del ejército, quienes se han colocado "La Máscara de la Guerra" , porque " con ella viene el silencio de la muerte" : la muerte se ha convertido en una cifra, tal y como sucede con todo lo que toca el neoliberalismo. La cuarta sección mira hacia las máscaras y los silencios de los de abajo: el anonimato y el individualismo impuestos por la globalización para las mayorías del país, pero que no logran ocultar la pesadilla. Las máscaras de la apatía y el cinismo quieren cundir como plaga también. Y es ahí cuando surgen los más variados silencios: El del rencor en contra de todo o de nadie, que se concreta en el que está al alcance. El de la impotencia de sentirse demasiado pequeño ante una máquina avasallante, inasible y, sin embargo, omnipresente. El de la desesperación de verse y saberse solo, sin una sospecha siquiera de que las cosas podrán ser mejores mañana. El de la resignación que asume lo inevitable de la injusticia y del papel de víctima mientras el victimario borra su rostro al concretarse en el patrón, el policía, el varón, el mestizo, el ladrón, el vecino, el-otro-siempre-el-otro. Y el silencio de la rabia explota en cualquier momento, un silencio que se acumula y crece en situaciones absurdas, inesperadas, incomprensibles: el hombre con la mujer, el banda con el transeúnte cualquiera, el trabajador con el trabajador, el indígena con el indígena, el uno con el otro, el rencor con el rencor.(5) Se trata de un silencio múltiple, proteico, no necesariamente lastimero, negativo, sino también creador, impulsor de nuevas esperanzas y, en ese sentido, profundamente místico , místico para la acción: "Nuevas formas de lucha van creando sus propias máscaras y van forjando sus silencios. Poco a poco crece y se multiplica la digna máscara de la resistencia [...] Detrás de la misma máscara del anonimato [...] [todos] se resisten a quedarse así-como-si-nada [...] Y con la resistencia camina y se levanta un silencio terrible: el silencio que acusa y señala".(6) Es, así, un silencio eminentemente profético, que denuncia (la violencia y la injusticia) y anuncia (la esperanza del cambio social), al mismo tiempo que transforma positivamente las máscaras y los mismos silencios. Como en un juego cruel en el que el número siete acude con fatal recurrencia, la quinta sección enumera a "las siete víctimas de la nueva estrategia gubernamental en Chiapas" y cumple con el anuncio de la sección anterior de señalar despiadadamente los últimos movimientos del régimen hasta ese momento. La sexta sección, extremadamente alegórica, irrumpe con unos relatos del viejo Antonio "contra el maoísmo trasnochado", alusión seguramente dirigida hacia el pasado maoísta de muchos gobernantes recientes, porque, explícitamente se habla de algunos ex-izquierdistas que actualmente trabajan como "asesores de la derecha". La figura del león (¿el sistema omnívoro?, ¿el ogro filantrópico?) funciona como emblema de aquello contra lo que se combate y que se resiste de múltiples e imas formas a la aniquilación. La sabiduría indígena intuye, poéticamente, cómo conseguirlo: " Cuando entendimos que sólo el león podía derrotar al león empezamos a pensar en cómo hacer para que el león se enfrentara consigo mismo. Los viejos más viejos de la comunidad dique había que conocer al león y nombraron a un joven para que lo conociera ".(7) El joven que es enviado para conocerlo logra que el león, al comerse una presa "infiltrada" con vidrios en el corazón, se mate a sí mismo. La alegoría plantea, así, una posible (y realista) profecía sobre el futuro de esa colaboración ex-radical con el régimen. La última sección es, quizá, la más importante en términos de la afirmación del silencio como arma. Machacando una vez más con el número siete y retomando el simbolismo de la máscara y el silencio, el texto expone, de manera casi mística, los alcances y la fortaleza del silencio de los indígenas, pero también de todos aquellos que se sumen a la esperanza. Ellos, los indígenas, depositarios de la lucha ancestral, son los que perciben los caminos de los vientos. invitando a que se unan a su barco, nueva arca de Noé, aquellos que sintonicen con la búsqueda de la democracia, la libertad y la justicia. La suspensión del discurso, dice Glantz basándose en Sor Juana, está ligada casi siempre a estados místicos. Y si en la gran poeta, su silencio adquirió un sentido político, "la historia del zapatismo podría resumirse como una alternancia entre el silencio o suspensión del discurso y una producción desmesurada de palabras, [...] años en que la palabra hablada y la palabra escrita ocupan un lugar descomunal".(8) -------------------------------------------------------------------------------- (1) "México 1998. Arriba y abajo: máscaras y silencios", en "Perfil político de La Jornada ", supl. de La Jornada , 17 de julio de 1998, VIII pp. (2)Ibid , p. II. (3) Cf. W. Shakespeare, Hamlet [acto III, escena I]. Madrid, Aguilar, 1967, p. 117. (4) M. Glantz, op. cit. , p. 6. (5) "México 1998...", p. V. Cursivas de L.C. (6)Ibid , pp. V-VI. (7)Ibid , p. 7. (8) M. Glantz, op. cit. , p. 4. Artículos anteriores de esta serie: 1 Religión y cambio social en México

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