¿Es moral diseñar estrategias misiológicas solamente para pueblos grandes?

Me pregunto si estamos considerando el elemento moral cuando aprobamos o desechamos el ir también a los pueblos pequeños para plantar iglesias.

14 DE JULIO DE 2019 · 14:00

,

Siempre tengo en mi mente el recuerdo de la historia de una misión extranjera con la cual trabajamos mi esposa y yo por siete años. Fue la Misión Evangélica Española; la Spanish Gospel Mission (inglesa). Comenzamos a trabajar en esta misión (también llamada La Misión de Valdepeñas, Ciudad Real), en agosto del 1982.

La historia de esta misión, compuesta de obreros nacionales y británicos, empezó en Valdepeñas; una ciudad, por aquel entonces (1915) con unos 10.000 habitantes. Se fue extendiendo por la provincia de Ciudad Real y luego saltó a la provincia de Jaén y también a la de Córdoba (en ésta lo hizo en Peñarroya-Pueblonuevo).

Salvo en Valdepeñas, Puertollano, Úbeda, Sabiote, Villanueva del Arzobispo y Peñaroya, todas las demás (unas 10) ciudades donde llegaron a plantar nuevas congregaciones, eran poblaciones que no sobrepasaban los 3.000 habitantes. Uno siempre se preguntaba ¿pero cómo es que los ingleses, dirigidos por Percy Buffard y Ernesto Braun (discípulos de Roland Allam, el misiólogo más importante del siglo XIX) no les importó iniciar labores misioneras en poblaciones tan pequeñas? 

Todos los misiólogos contemporáneos pensamos en las ciudades grandes para iniciar nuevas obras, entre otras razones, porque es donde hay un mayor nivel de anonimato para toda aquella persona que se acerca a la fe cristiana evangélica y siendo donde menos gente les conoce y por eso recibirá menos desaprobación por haber dado semejante paso de “cambiar de fe”. 

Bueno, pues la realidad fue que ellos, en burros y en bicicletas, recorrían valles y montañas (de las cuales hay muchos y muchas en la provincia de Jaén) predicando el evangelio en pueblitos y en aldeas. Por ejemplo, Benatae, Aldea Hermosa de Montizón, Orcera, Trujala, etc (en todos estos lugares, el Señor me permitió ser el pastor de los creyentes de allí). Y uno también se preguntaba: ¿un matrimonio inglés, misionero, en un pueblo de 500 habitantes? ¿Acaso el catolicismo omnipresente era menos contrario que el de hoy a la hora de evangelizar? ¿Eran las tradiciones y la cultura reinante más tolerante que la de hoy?

En nuestros días, las agencias misioneras y sus estrategias para con la evangelización y la plantación de nuevas iglesias en España, no aconsejan a sus obreros que se instalen en ciudades con menos de 15 a 20 habitantes. Dan argumentos y razones para tal consejo; quizás demasiados consejos y probablemente no todo de dirección de Dios, como de dirección de conceptos y principios del marketing.

Creo que deberíamos pensar y valorar si nuestras estrategias contemporáneas de misión para España (las que nos vienen del extranjero y las que ideamos nosotros, los que somos autóctonos), son morales y espirituales. 

Hoy, de nuevo, pero que no es nada nuevo, se habla mucho, a nivel político, de los pueblos vacíos o de la España vacía. Precisamente leyendo hoy uno de esos artículos con una crítica acertada, desde mi punto de vista, que comenta que es necesario plantearse desde la perspectiva moral razones para que se esté dando, por muchas décadas, una desatención a la ciudadanía de parte de los diversos Gobiernos que hemos tenido en los últimos 40 años.

“Desde hace un tiempo, en la política pública la despoblación es un tema de recurrente actualidad. Pero en muchas ocasiones parece que se trata más de números que de las personas que hay detrás de esos números. De sus derechos y situaciones y de su propia vida cotidiana… Pero los que tienen responsabilidad pública deben enfocar el tema sobre la base de la calidad de vida de los ciudadanos rurales: no son tan importantes los números como las personas y cómo se desenvuelven en su espacio rural cotidiano… Adquiere, en consecuencia… Se advierte como una (in)justicia posicional por los individuos que residen en una zona despoblada. Cuando ser pocos es un problema” (Fuente: Ángel Paniagua. El País. 25/5/2019).

Que en los sectores religiosos se tenga en cuenta el aspecto moral de los temas relacionados con la sociedad, los habitantes y sus necesidades, es y debe ser lo normal; pero que ese planteamiento provenga de reflexiones ajenas al entorno religioso, eso si que es un “abis raris”. 

Motivado por esta “singular perspicacia” del autor del artículo (https://elpais.com/elpais/2019/05/14/opinion/1557848842_003677.html), me he puesto a pensar de puertas para adentro (refiriéndome a las Iglesias Evangélicas de España) si estamos considerando el elemento moral cuando aprobamos o desechamos el ir también a los pueblos pequeños para plantar iglesias; son personas, no meramente números, son vidas sin Cristo, no meramente categorías de análisis basadas en porcentajes de habitantes, lo que debería tenerse en cuanta a la hora de la toma de decisiones, para la aprobación y el envío de parejas de obreros, a plantar nuevas congregaciones. 

Conociendo sobre este tema, a nivel nacional, tengo que decir que es casi nula la visión y la implementación de estrategias de plantación que consideren candidatas a las ciudades de menos de 10 mil habitantes (en especial si se trata de agencias misioneras y sus obreros extranjeros). 

Nuestra realidad es que, la mayoría de nosotros, en esta cuestión de tener en cuenta el llevar el Evangelio a toda ciudad, pueblo, aldea y campos (como sí hacía Jesús y sus discípulos) no estamos siendo responsables moral y espiritualmente por el estado sin Cristo que viven cada uno de los que residen en las poblaciones pequeñas. A la hora de orar, invertir recursos humanos y materiales en pueblos pequeños, casi nadie piensa en ellos y menos en ir a esos lugares. Pero ¿podemos sentirnos tranquilos en nuestra conciencia con nuestra actitud y la implementación de solo la estrategia que hoy practicamos, de ir a las ciudades grandes? Eso es materia para que cada uno maneje se examine delante del Señor.

Coincido con el autor del artículo de El País, en que el asunto apunta a un trato injusto e injustificable. Desde el punto de vista misiológico, la orden del Señor y de su propio ejemplo también es injusto e injustificable no ir a las poblaciones más pequeñas con el Evangelio. Superemos, en conciencia, el estigma que, misiológicamente hemos establecido para con “los pocos” (los habitantes de poblaciones pequeñas). 

Así digo que el problema no está en ellos, lo tenemos nosotros al haberlos abandonado y dejado, debido a que nuestras estrategias nos impiden pasar hasta ellos, porque no entran dentro de los baremos de ciudades “alcanzables” y ciudades donde si consideramos que son candidatas para que enviemos a nuestros obreros y gastemos nuestros recursos económicos y humanos, dentro de sus contornos. 

Seguramente, si consideramos el modelo de Jesús (Mr.6:6,55 Lucas. 8:1-3; 9:6; 10:1-6; 13:22) y nos atrevemos a ponerlo en práctica (teniendo más fe en su ejemplo que en nuestras actuales estrategias contemporáneas de hacer misión) para alcanzar a los perdidos sin Cristo, empezaremos a tomar otros tipos de decisiones misiológicas, para llegar con el Evangelio a toda criatura que reside en España, independientemente del número de habitantes que le rodee en su hábitat de residencia y de vida. Porque, en realidad, el campo donde es necesario hacer misión es en el conjunto de todas las ciudades, pueblos y villas que componen hoy España. Para la cosmovisión del Nuevo Testamento, el campo es el mundo (nuestro universo en España es, toda España). Tomemos unos momentos y leamos los textos de Mateo 13:38; Marcos 5:14; Juan 4:35 y Romanos 15:23. Debemos concederle más autoridad a los ejemplos del NT que a muchas de nuestras estrategias contemporáneas de misión sobre: determinación, definición y gestión, en la selección de lugares.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La misión urgente - ¿Es moral diseñar estrategias misiológicas solamente para pueblos grandes?