El fruto indeseado de la reforma de Zwinglio, el anabautismo (I)

Integrantes del círculo de estudios dirigido por Zwinglio se fueron distanciando de él y construyeron una alternativa teológica y eclesiológica reprobadas por el reformador.

26 DE MAYO DE 2019 · 09:00

Monumento a Zuinglio. / Adrian Michael, Wikièdia (CC 2.5),
Monumento a Zuinglio. / Adrian Michael, Wikièdia (CC 2.5)

El estudio del Nuevo Testamento en griego transformó vida y ministerio de Ulrico Zwinglio. La lectura neotestamentaria la hizo en la edición realizada por Erasmo en 1516, entonces “compara la Iglesia de sus propios días con la Iglesia de Pablo y los Apóstoles” (Diarmaid MacCulloch, The Reformation, Viking, New York, 2004, p. 133). Hacia fines de 1518 Ulrico ingresa al equipo clerical de la Catedral de Zúrich, y el primero de enero del siguiente año hace a un lado el calendario litúrgico católico romano e inicia con la predicación sistemática de libros bíblicos. Primero lo hace con el Evangelio de Mateo, al que le siguió Hechos de los Apóstoles. Así daba inicio la reforma religiosa y social de Zúrich.

Integrantes del círculo de estudios dirigido por Zwinglio se fueron distanciando de él y, como veremos, construyeron una alternativa teológica y eclesiológica reprobadas por el reformador. No solamente Zwinglio, sino otros reformadores magisteriales, comprobaron cómo en el seno de los movimientos que encabezaron surgieron disidentes que sostuvieron críticas tanto al catolicismo romano como hacia ellos.1Fueron resultados indeseados, no hijos sino hijastros de la Reforma.2

Afuera la temperatura rondaba los cero grados centígrados, dentro de la casa ardían los corazones de los asistentes. Eso sucedió el 21 de enero de 1525, en Zúrich, Suiza.3

Los reunidos en casa de Félix Mantz (o Manz, como también es citado su apellido), uno de los líderes del grupo, sabían bien que pesaba sobre ellos una orden que prohibía congregarse en hogares para estudiar e interpretar la Biblia y efectuar actos como la Santa Cena. El Concejo de Zúrich, partidario de las enseñanzas del reformador Ulrico Zwinglio, decretó el 18 de enero de 1525 que los niños y niñas debían ser bautizados en el plazo de una semana. Esto implicó que Conrado Grebel, Félix Mantz, Jorge Cajacob y otros tomaran la decisión de no obedecer la citada ley, confrontándola con su entendimiento bíblico sobre el significado del bautismo.

Los antes mencionados fueron inicialmente discípulos de Zwinglio, más tarde la brecha fue creciendo entre él y ellos, hasta que los mismos tomaron la decisión de seguir por un camino que les apartaba de su antiguo maestro. Es necesario mencionar lo sucedido antes y durante las primeras semanas de 1525 para tener un cuadro más amplio de la decisión tomada por el círculo de ex zwinglianos en cuanto a practicar el bautismo de creyentes.

Hacia finales de 1524 Ulrico publicó Quién da ocasión a la revuelta, escrito en el que criticaba las enseñanzas de sus adversarios y la desestabilización social que causaban, entre ellos los anabautistas, sobre quienes expresó que “si se bautiza a niños, ellos gritan diciendo que en la cristiandad no hay nada más abominable, espantoso o pecaminoso que bautizar niños. Y de este tipo de ridículas farsas producen día a día más de lo que produce África en materia de animales extraños”.4

El Concejo de Zúrich no respondió a la petición hecha en diciembre por Félix Mantz sobre que requiriera a Zwinglio poner por escrito las razones por las que apoyaba el bautismo de infantes. El cuerpo gobernante decidió actuar cuando Jacobo Hottinger, de Zollikon, interrumpió el sermón de Gaspar Megander, quien estaba exponiendo acerca de bautizar niñas y niños. El Concejo decidió llamar a un debate sobre el tema para el martes 17 de enero de 1525.5

En la disputa con Zwinglio participaron sus ex discípulos, pero no es posible saber con certeza lo que expusieron dado que no quedaron registros de lo sostenido por ellos. En contraparte, Zwinglio sí dejó constancia de que se alzó con la victoria ya que, según él, “testigos imparciales” lo apoyaron. Agregó que “Grebel y varios otros, que son insignificantes, persistieron en sus opiniones”.6Al día siguiente del debate el Concejo tomó partido por Zwinglio, y mandó que los infantes fueran bautizados. Esto implicó que Conrado Grebel, Félix Mantz, Jorge Cajacob y otros tomaran la decisión de no obedecer la citada ley, confrontándola con su entendimiento bíblico sobre el significado del bautismo. A Grebel le tocaba de manera directa el mandato del Concejo sobre bautizar infantes, ya que pocos días antes, el 5 de enero había nacido su hija Raquel.7

Las autoridades reforzaron el 21 de enero las medidas contra los rebeldes prohibiendo todas las reuniones que no hubiesen sido autorizadas previamente, además decretaron que quienes no fueran ciudadanos de Zúrich iban a ser expulsados en ocho días. No eran ciudadanos en el círculo de Grebel y Mantz, entre otros, Wilhelm Reublin, pastor en Wytikon; Hans Brötli, pastor asistente en Zollikon; Andreas Castelberger, librero en Zúrich y Ludwig Hätzer, quien se unió al grupo en el otoño de 1524.8

Los disidentes de Zwinglio y las autoridades de la ciudad se congregaron para decidir qué hacer ante la ordenanza que les declaraba ilegales y, de continuar en rebeldía, sujetos de ser encarcelados. En casa de Félix Mantz, el 21 en la tarde, era sábado, y después de intercambiar opiniones sobre los pasos a dar tomaron una decisión crucial. Conscientes de las represalias a sufrir por ir en sentido contrario a las doctrinas de la simbiosis Iglesia-Estado en Zúrich, aconteció que Jorge Cajacob se puso de pie y pidió a Conrado [Grebel] que lo bautizara por el amor de Dios, con el verdadero bautismo cristiano sobre su fe y su conocimiento. Y cuando se arrodilló con esa súplica y ese deseo, Conrado lo bautizó, en vista de que en esos momentos no había ningún ministro ordenado que llevara a cabo semejante acción. Después de que esto se hizo, los demás desearon de manera semejante que Jorge [Cajacob] los bautizara. Y él bautizó a todos cuantos se lo pidieron. De esa manera todos a una se entregaron a sí mismos al nombre del Señor, en el alto temor de Dios. Cada uno de ellos confirmó al otro en el servicio del Evangelio, y comenzaron a enseñar y a conservar la fe. A partir de entonces comenzaron a apartarse del mundo y de sus malas obras.9

Sobre Jorge Cajakob se conoce que era un ex clérigo casado, originario de Bonaduz en Grisones, Suiza. No es posible saber con precisión cuándo llegó a Zúrich, aunque se la ha situado en la ciudad junto con su esposa a partir de diciembre de 1524.10Primero se acercó a Zwinglio y después hizo causa común con Grebel y Mantz. Se le conoció más por su apodo (Blaurock, abrigo azul), porque en una ocasión intervino en una discusión y alguien preguntó quién había tomado la palabra, la respuesta fue el del abrigo azul.11

En los bautizos tuvo parte “un pequeño grupo de varones”, tal vez “aproximadamente una docena de hombres”.12Participaron del acto Jorge Blaurock, el primer bautizado, Conrado Grebel, Félix Mantz, Wilhelm Reublin, Hans Brötli y Simón Stumpf y otros más.13Lo que esa noche hicieron, practicar el bautismo de creyentes y ahondar su idea del sacerdocio universal de los creyentes, fue resultado de descubrimientos iniciados años antes al estudiar la Biblia junto con Ulrico Zwinglio. Quisieron poner en práctica un principio del que ya estaban convencidos meses atrás. 

La narración de lo acontecido la gélida tarde/noche del 21 de enero de 1525 es de la conocida como Crónica Hutterita, cuyo iniciador fue Gaspar Braitmichel, él tuvo como fuente a Jorge Cajacob, el primer bautizado.14La Crónica es una interpretación sobre la continuidad de las comunidades de creyentes desde tiempos del Antiguo Testamento, así como del remanente fiel a través de los siglos iniciando con la Iglesia primitiva. Menciona los enfrentamientos de John Wyclif, en el siglo XIV, y de Jan Hus, en el siglo XV, con el sistema eclesiástico cuya cúspide era el papado. También describe el levantamiento de Martín Lutero en 1517 y de Ulrico Zwinglio en 1519, quienes, para la Crónica, no fueron congruentes con sus planteamientos iniciales.15El documento enfatiza que ambos “Lutero y Zwinglio, denunciaron y sacaron a la luz toda la alevosía y bribonada de la santidad papista, como si quisieran echar todo por tierra con rayos. Empero, no ofrecieron nada mejor a cambio. No bien se apoyaron en el poder temporal y se remitieron a la ayuda humana les ocurrió lo mismo que a quien remienda un viejo caldero y sólo logra que el agujero empeore”.16

Más adelante el cronista denuncia que los reformadores magisteriales “defienden su doctrina –que en realidad han recibido y aprendido de su padre y cabeza, el Anticristo– con la espada, aun cuando saben que las armas de la milicia de los cristianos no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de toda confabulación humana (2 Corintios 10:4 y siguientes). De modo que la fe no puede imponerse por la fuerza, sino que es un don de Dios (Efesios 2:8 y siguientes)”.17

Acerca de la base sobre la que descansaba la convicción de enseñar y practicar el bautismo de creyentes por parte de Grebel y los demás, el reformador Enrique Bullinger, adversario de los anabautistas, escribió que la fundamentaron en las Escrituras, “de los Evangelios y de Hechos de los Apóstoles, remarcaban que los apóstoles no bautizaron infantes sino solamente adultos conscientes”.18En la concordancia bíblica compuesta por Conrado Grebel en 1525, sobre la fe y el bautismo, los pasajes centrales eran Mateo 28:18-20; Marcos 16:15-16; Hechos 2:38, 9:17-19, 16:17-34, 19:1-5.19

 

Notas

1El término reformadores magisteriales lo uso en el sentido definido por George H. Williams, cuando se refiere “a los protestantes clásicos de la Reforma Magisterial encabezada por Martín Lutero, Juan Calvino y Tomás Cranmer […] Reforma Magisterial [designa] las iglesias establecidas del protestantismo clásico, así las territoriales como las nacionales (en oposición a las sectas, comunidades e iglesias voluntarias de la Reforma Radical). El adjetivo ‘magisterial’ procede de la palabra magistratus o sea la magistratura (concejales, príncipes y reyes) y no de la palabra magisterium, o sea la autoridad magistral, y se refiere, en consecuencia, a la manera como se establecieron y se mantuvieron gubernamentalmente en el siglo XVI las tres formas principales del protestantismo clásico”. La Reforma radical, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, p. X. 

2Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren, The Baptist Standard Bearer, Arkansas, 2001. En el volumen, Verduin sigue la pista a hijastros y otros términos oprobiosos, acuñados en la Reforma Magisterial, para estigmatizar a los inconformes que buscaban no tanto reformar el cristianismo existente en el siglo XVI sino restituirlo conforme al modelo de la Iglesia primitiva. 

3Juan Driver, La fe en la periferia de la historia. Una historia del pueblo cristiano desde la perspectiva de los movimientos de restauración y reforma radical, Guatemala-Bogotá, Ediciones Semilla-CLARA, 1997, p. 171.

4“Quién da ocasión a la revuelta”, en René Krüger y Daniel Beros (traductores y editores), Ulrico Zuinglio, una antología, Buenos Aires, La Aurora-ISEDET, 2006, p. 206.

5John Howard Yoder, Anabaptism and Reformation in Switzerland. An Historical and Theological Analysis of the Dialogues Between Anabaptists and Reformers, Kitchener, Ontario, Pandora Press, 2004, p. 26.

6Idem.

7https://en.wikipedia.org/wiki/Anabaptism#Switzerland

8Harold S. Bender, Conrad Grebel, c. 1498-1526. The Founder of the Swiss Brethern, Goshen, Indiana, The Mennonite Historical Society, 1950, p. 136.

9George H. Williams, La Reforma radical, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 149.

10Harold S. Bender, Conrad Grebel…, p. 135. 

11William R. Estep, Los anabaptistas, revolucionarios del siglo XVI, Farmington, New Mexico, 2008, Publicadora Lámpara y Luz, p. 61.

12Ibíd., p. 23; John D. Roth, Beliefs, Mennonite Faith and Practice, Scottdale, Pennsylvania, Herald Press, 2005, p. 59.

13John Howard Yoder (compilador), Textos escogidos de la Reforma radical, Burgos, España, Biblioteca Menno, 2016, p. 141.

14George H. Williams y Ángel M. Mergal (editores), Spiritual and Anabaptist Writers, Philadelphia, The Westminster Press, 1957, p. 39.

15Ídem.

16Partes de la Crónica en John Howard Yoder, Textos escogidos…, p. 138.

17Ibíd., pp. 139.

18C. Arnold Snyder, “The Birth and Evolution of Swiss Anabaptism (1520-1530)”, TheMennonite Quarterly Review, vol. LXXX, núm. 4, octubre 2006, p. 538.

19Una lista completa de los pasajes bíblicos seleccionados por Grebel en Leland Harder (editor), The Sources of Swiss Anabaptism.The Grebel Letters and Related Documents, Scottdale-Ontario, Herald Press, 1985, pp. 425-428.

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