Menos “Dios me dijo” y más “escrito está”

Lo que normalmente hay detrás de esta expresión es una desviación de la única fuente de revelación firme y segura.

03 DE MARZO DE 2019 · 18:00

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En nuestro contexto actual, expresiones como «Dios me dijo» o «siento de parte de Dios» se usan como «muletillas» para expresar en realidad lo que nosotros humanamente, cuando no carnalmente, sentimos y deseamos. A menudo, Dios nada tiene que ver con esto, pero muchos creen que, usando en el nombre de Dios, sus opiniones particulares gozarán de mayor autoridad o serán más escuchadas. Pocas cosas están haciendo más daño a la verdadera fe cristiana que el uso indiscriminado, blasfemo y abusivo de estas expresiones.

Esta práctica tan recurrente en nuestros tiempos no es nada novedosa. En realidad, fue frecuentemente condenada en las Escrituras hebreas. Veamos algunos ejemplos:

Deuteronomio 18:20 «Pero el profeta que se atreva a hablar en mi nombre y diga algo que yo no le haya mandado decir, morirá…».

Ezequiel 13:2-3 «Hay profetas que anuncian a Israel mensajes que ellos mismos inventaron [de su propio corazón]. Por eso, ve y diles de mi parte lo siguiente: “¡Pobres profetas, qué tontos son ustedes! Yo no les he dado ningún mensaje. Ustedes inventan sus mensajes…”».

Ezequiel 13:6-7 «Todo lo que ustedes anuncian es mentira; es sólo producto de su imaginación. Aseguran que hablan de mi parte, pero eso es mentira: yo nunca les he pedido que hablen por mí. ¿Y todavía esperan que se cumplan sus palabras?».

Isaías 8:20 «¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido».

Jeremías 23:28-32 «… ¡Pero que se dejen de cuentos! Estoy cansado de sus mentiras. ¡Y todavía se atreven a decir que hablan de mi parte! Estoy en contra de esos profetas que dicen haber recibido mensajes de mi parte, pero yo no les he comunicado nada. Esa clase de mentiras no le hace ningún bien a mi pueblo; al contrario, lo conducen al error».

Lo que normalmente hay detrás de la expresión «Dios me dijo» es una desviación de la única fuente de revelación firme y segura, «a la cual hacéis bien en estar atentos» (2 Pe 1,19), y que no es otra que la Sagrada Escritura.

Nos haría mucho bien seguir el consejo paulino de «no ir más allá de lo que está escrito» (1 Co 4,6). De hecho, este fue el ejemplo que nos dio el Señor Jesús, quien constantemente citaba las Escrituras como la autoridad final e infalible: «Escrito está» (Mt 4,4.6.7) o «¿No está escrito […]? (y la Escritura no puede ser quebrantada)» (Jn 10,34-35).

Por supuesto que Dios sigue hablando actualmente –y lo hace principalmente a través de su Palabra– (He 1,1) y puede hacernos sentir impulsos internos –deseos y emociones– (Fil 2,13), pero evitemos a toda costa recurrir a estas peligrosas expresiones –usadas a menudo en las sectas religiosas–. Hablar en nombre de Dios cuando Él no ha hablado es un grave pecado que no quedará impune.

Mi consejo: Menos «Dios me dijo» y más «Escrito está». 

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