¿Qué es eso de aceptar a Cristo?

Si queremos ver cambios en la tarea de evangelizar, tenemos que desmontar muchas de las estructuras que hemos construido y volver a la sencillez del mensaje de Jesús.

09 DE FEBRERO DE 2019 · 21:45

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Los cristianos manejamos lenguajes y códigos que solo entendemos nosotros. Con esos mismos lenguajes y códigos pretendemos que los que no pertenecen a nuestra fe nos entiendan. Y como no nos entienden, nos sentimos frustrados porque nuestras iglesias no crecen como quisiéramos. La gente no rechaza a Cristo; lo que rechaza es nuestra metodología. Y la rechaza porque le resulta demasiado enmarañosa.

Uno de los códigos a que me refiero puede definirse como “aceptar a Cristo”. Le decimos eso a la gente, en la calle, desde los púlpitos, desde la radio, la televisión e incluso desde los estadios, y descubrimos que -muchas veces- los que deciden aceptar a Cristo lo han hecho antes; una vez y hasta más de una vez. Y los que no lo han hecho nunca, se quedan sin reaccionar.

Además de lo anterior, hemos construido un andamiaje tan sofisticado en torno a eso de aceptar a Cristo que para muchos no creyentes resulta casi como una misión imposible. Tiene que hacer esto, lo otro y lo de más allá; tiene que dar estos tres, cinco o quince pasos; tiene que dejar, renunciar, alejarse, acercarse y así podríamos seguir enumerando “las condiciones” sin las cuales… ¡ejem! Bueno… ¡quién sabe!

Nosotros entendemos todo lo anterior porque ya “estamos adentro” pero los demás, no. ¿Qué es eso de levantar la mano, de pasar al frente, de anotar el nombre y otros datos en una hoja de papel? ¿De renunciar a esto, a aquello y a lo de más allá? La gente, como no entiende toda esta parafernalia que nosotros hemos inventado, da media vuelta y se aleja, sin pan ni pedazo. No está rechazando a Cristo; nos está rechazando a nosotros.

Si queremos ver cambios en la tarea de evangelizar, tenemos que desmontar muchas de las estructuras que hemos construido y volver a la sencillez del mensaje de Jesús.

Aunque según dicen los que saben, la cita que haré a continuación corresponde a otro contexto, muchas veces la usamos en la forma que yo la usaré. Lo pondremos de esta forma:

Estamos en casa. Alguien toca a la puerta. Abrimos. Nos encontramos con Jesús. Nos saluda con una sonrisa y nos dice: “Me permites entrar”. Nosotros le decimos que sí. Jesús entra y, gentilmente, espera que nosotros hagamos la siguiente movida. Ponemos rápidamente la mesa. Traemos la comida. Les decimos a nuestros hijos que ocupen sus lugares e invitamos a Jesús a sentarse y compartir con nosotros la cena. Jesús se sienta y se inicia una conversación entre él y nosotros. Como consecuencia de ese encuentro tan familiar, tan doméstico, tan sencillo pero tan elocuente le pedimos a Jesús que se quede a vivir con nosotros. Jesús acepta y, poco a poco, las cosas y costumbres de la casa y de nuestras propias vidas, empiezan a cambiar. Eso es aceptar a Cristo. Nada de imposiciones. Nada de requisitos. Nada de “tienes que hacer esto y lo otro”. Los cambios se van produciendo en forma espontánea, a medida que se prolonga la presencia de Jesús en “nuestra casa”.

Si presentamos el evangelio de esta forma, nadie podrá decir que no nos entiende. Todos acostumbramos a sentarnos a la mesa; todos recibimos visitas. La visita de Jesús con su amable toque a la puerta de nuestras vidas es para quedarse. Y a partir de ahí, las cosas cambiarán. Eso es aceptar a Cristo. ¿Complicado? ¡Sencillo! Como el evangelio.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El escribidor - ¿Qué es eso de aceptar a Cristo?