¿Quiénes son los hermanos y la madre de Jesús?

Nadie va al cielo por ser hijo de creyentes.

13 DE OCTUBRE DE 2018 · 22:10

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Hoy estamos con Marcos 3:31-35. Marcos es un evangelio dinámico. Salta de escena en escena. La acción no para.

La palabra más usada en el libro es la palabra “y” (1.096 veces). Se utiliza 10 veces en nuestro pasaje.

Otra cosa que hace a nivel gramatical es utilizar el presente histórico 151 veces para producir un efecto dramático y vívido, por ejemplo, el v. 31 tendría que leerse, “Vinieron después sus hermanos”; pero pone, “Vienen después sus hermanos”, metiéndonos así en la escena.

Esta sección es la quinta escena del capítulo tres:

  • El hombre de la mano seca (1-6);
  • La multitud a la orilla del mar (7-12);
  • La elección de los doce (13-19);
  • La blasfemia contra el Espíritu Santo (20-30);
  • La madre y los hermanos de Jesús (31-35).

El texto

Vamos a dividir el texto en tres partes: 1) Jesús, buscado por su familia (31-32); 2) Jesús explica quiénes son sus familiares (33-34); 3) Una verdad universal (35).

1.- Jesús, buscado por su familia (vv. 31-32)

Como en el caso de la última escena (v. 21), los familiares de Jesús fueron en busca de Él. Cristo se entregó tan apasionadamente a la tarea que su Padre le había asignado que a veces no tenía tiempo para comer pan (v. 20).

En esta nueva sección, Jesús está otra vez con la gente; y seguramente estaba enseñándoles algo sobre Dios.

Vienen los suyos, pensando que tenían cierta autoridad sobre Él, llamándole. La gente dijo al Salvador, “Tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan” (v. 32).

Es decir, aquí hay un conflicto. Jesús está sirviendo a su Padre celestial pero su familia biológica, en cierto sentido, quiere interrumpir su enseñanza.

¿Qué hace Jesús? ¿Se queda dentro de la casa enseñando o sale para estar con su familia? En este caso, sigue enseñando a la gente. ¿Por qué? Pues, no sabemos cuál fue la intención de su familia en llamarle.

Juan 7:3-5 demuestra que “ni aun sus hermanos creían en él” pero querían que Cristo fuera a Judea para que, en palabras de ellos, “tus discípulos vean las obras que haces”.

Tal vez hubo algo de tensión entre Cristo y sus hermanos como en el caso de José y los suyos en el libro de Génesis.

Jesús seguramente sabía lo que había en el corazón de su familia. Solamente podemos especular en cuanto a la verdadera raíz de su petición.

Antes de seguir, habría que recalcar que la mención de la madre y los hermanos de Jesús es interesante por dos razones: 1) parece ser que José, el marido de María, estaba muerto; y 2) el hecho de que Cristo tuviera hermanos significa que la doctrina católica tocante a la virginidad perpetua de María es falsa. Mateo 1:25 explica que José no conoció a su mujer “hasta que dio a luz a su hijo primogénito”.

2.- Jesús explica quiénes son sus familiares (vv. 33-34)

La gente le dice a Jesús que los suyos le están buscando. Ahora el Señor toma la palabra. En vez de salir adónde ellos lanza una pregunta al auditorio, “¿Quién es mi madre y mis hermanos” (v. 33). Jesús, a diferencia del Vaticano, no exalta la figura de su madre.

En su comentario sobre este pasaje el Papa Francisco tuerce nuestro texto cuando escribe lo siguiente, “¿Y quién cumplió mejor en esta tierra esa voluntad de Dios sino María? Su madre, ella, la siempre fiel.

Por eso la puso de modelo. Todo aquel que llegue a cumplir los deseos de su Padre podrá asemejarse a aquella dulce madre, fidelísima a quien se le confiaron tesoros tan grandes”.

 

El Papa Francisco no hace justicia a las palabras de Jesús en nuestro pasaje.

Cristo no está hablando de María en este texto. No la está poniendo de modelo. Está diciendo que lo que cuenta en el reino de Dios no es el nacimiento físico sino el renacimiento espiritual.

Pablo llega a decir en 2 Corintios 5:16, “De aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”.

No es una relación física con Cristo la que nos salva; sino la regeneración obrada en nosotros por el Espíritu del Hijo.

“Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos” (v. 34). De nuevo, no exalta la figura de María.

Ni María ni sus hijos pueden entrar en el reino de Dios sin el nuevo nacimiento. No es por enchufe carnal; sino por resurrección espiritual.

Aun si tu padre o tu marido o tu hermano o tu hijo fuera el mesías, no quiere decir que seas del Señor. Hay que conocer a Cristo en el Espíritu; no según la carne como si se tratara solamente de alguna figura cultural o filosófica o religiosa. Esto no salva.

3.- Una verdad universal (v. 35)

La verdad universal que Cristo procura enseñarnos se encuentra en el v. 35, “Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

En otras palabras, no tienes que pertenecer a la familia biológica de Jesucristo para ser salvo. Lo que hace falta es hacer la voluntad de Dios. ¿Y qué es lo que Dios quiere de nosotros? Que nos convirtamos.

La conversión tiene dos elementos: fe y arrepentimiento. La fe trata de creer que el Señor Jesucristo murió por nuestros pecados en la cruz y resucitó al tercer día.

El arrepentimiento trata de dar la espalda a nuestra vida de pecado, aborreciendo lo malo que antes hacíamos. Los convertidos son los hermanos del Señor Jesús.

Hay que entender esta frase en la cosmovisión pro-gentil de Marcos. Ser cristiano no es lo mismo que ser judío.

Marcos demuestra que Dios quiere bendecir a los gentiles por medio del ministerio de Cristo. En primer lugar, darnos cuenta de que el evangelio de Marcos fue enviado a los romanos (no a los judíos).

O sea, los romanos convertidos también son los hermanos y la madre de Jesús. Luego, hay seis pasajes en Marcos donde vemos como ciertos gentiles reciben bendición de parte del Señor:

  • El endemoniado gadareno (5:1-);
  • La mujer sirofenicia (7:34-);
  • El sordomudo de Decápolis (7:31-);
  • La casa de Dios sería llamada “casa de oración para todas las naciones” (11:17);
  • Dos veces la misión de Jesús va dirigida hacia todas las naciones (13:10; 14:9);
  • El centurión romano confiesa fe en Cristo diciendo, “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (15:39).

Aplicación

1.- Cuidado con tu familia y tus seres queridos

Es cierto que los cristianos tenemos que tener nuestra casa en orden. Un creyente cumple con sus deberes domésticos.

No obstante, hasta la familia (como cualquier otro regalo de Dios) puede convertirse en un ídolo y así estorbar nuestra entrega al Señor.

A lo largo de los años he visto cómo preciosos hermanos en la fe, por tener cónyuges acomodados y materialistas, ya no sirven al Señor. Son esclavos del qué dirán de sus seres queridos.

Escrito está, “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y madre y mujer e hijos y hermanos y hermanas y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Cristo exige tu lealtad suprema.

Cumple con tus deberes matrimoniales y caseros; pero no te olvides de que tu familia no es Dios. Si hay un conflicto entre la voluntad de Dios y la voluntad de tu familia; la voluntad de Dios siempre tiene que prevalecer.

2.- No se trata de María

Vivimos en un país con fuertes raíces católicos y es importante, a luz de lo estudiado, reconocer que la fe cristiana no gira en torno a María sino en torno a Jesucristo. María dice en Juan 2:5, “Haced todo lo que os dijere”.

La María de la Biblia no busca veneración para sí mismo; siempre apunta a Cristo. Como cristianos, admiramos la fe de nuestra hermana María; pero de ninguna manera nos dirigimos a ella en oración.

No creemos que ella sea nuestra corredentora ni que sea una especie de mediadora entre nosotros y Cristo. La vida cristiana se centra en Cristo: ¡solus Christus!

 

Los creyentes protestantes no veneran a María, sino a Jesucristo.

 

3.- Cuidado con los enchufes carnales

Dos palabras de aplicación aquí. Una para los no convertidos y otra para los convertidos. En cuanto a los no convertidos: nadie va al cielo por ser hijo, marido o padre de creyente. Mis padres no van al cielo por ser padres de un hijo cristiano.

El reino de Dios no se hereda por afiliación familiar sino por el renacimiento espiritual.

En cuanto a los convertidos; podríamos aplicar esta misma verdad espiritual a nuestro servicio en la iglesia.

A veces, sobre todo los que llevamos muchos años en el Señor, empezamos a olvidarnos de que no merecemos nada y creemos erróneamente que tenemos derecho a ejercer un ministerio público o a hablar mal a los hermanos más jóvenes en la fe o a criticar a la gente en la iglesia porque supuestamente somos más maduros.

Tristemente, a veces los creyentes más novatos demuestran más madurez que los “maduros” porque los mayores ya no exhiben humildad ni gratitud por la gracia de Dios revelada en el evangelio.

4.- Acuérdate de los no alcanzados

El pasaje también nos recuerda que Dios quiere alcanzar a los que no son como nosotros.

Si el Dios de los judíos quiso salvar a los gentiles; nosotros también tenemos que orar para que el Señor nos dé una mentalidad cristológica, pensando no solamente en nuestra familia sino también en aquellos que ahora mismo no tienen nada que ver con nuestro Salvador.

Seamos misioneros, pues, para la gloria de Dios y la extensión del evangelio.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Brisa fresca - ¿Quiénes son los hermanos y la madre de Jesús?