¿‘Cristianos’ o ‘iglesia de Jesucristo’? (2)

Jesucristo, el ‘Yo Soy’ hecho carne, excluye todo ‘yoismo’ entre sus seguidores. El milagro de Su iglesia es ser un pueblo unido, salvado solo por Gracia y para Su sola gloria.

15 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 20:00

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El escritor del libro de Los Hechos de los Apóstoles dice que los primeros agregados por Dios a Su iglesia: “… perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (01).  En el artículo anterior hemos analizado las tres primeras características citadas (02); vayamos pues a la cuarta de ese listado: 

4. Perseveraban en las oraciones.

¿Cuáles serían las oraciones en las que perseveraban aquellos primeros tres mil convertidos en Jerusalén? Si proyectásemos el hábito de los ‘cristianos’ de orar, rezar y declarar en privado o en público, podríamos imaginar que aquellos del siglo I lo harían de la misma manera. Como el texto no nos aclara al respecto, debemos ir a los Evangelios para saber lo que Jesús enseñó a sus discípulos sobre la oración. Recordemos que había un grupo de unos 120 de ellos el día que recibieron al Espíritu Santo de la promesa. Esos habían sido enseñados por Jesús sobre cómo orar:

Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa (...) Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.”

Les reveló una razón para no imitar a los judíos hipócritas y a los gentiles verborrágicos: 

“No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.”

Ellos ya habían sido advertidos por su Maestro acerca del beneficio de orar así: 

“Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.”

Una vez marcadas las diferencias con la oración tradicional, Jesús también les había mostrado la manera correcta de hablar con Dios Padre: 

 “Vosotros, pues, oraréis así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén’.” (03)

De hecho, cuando fue bautizado por Juan en el Jordán, Jesús oraba en el momento de ser lleno del Espíritu Santo (04). En medio del revuelo que generaban los milagros por él realizados entre la gente, Jesús pasó orando toda la noche previa al día que eligió a los doce discípulos, a los que luego llamó ‘apóstoles’ (05). En otra ocasión, Jesús había llevado a tres de ellos - Pedro, Juan y Jacobo - cuando subió al monte a orar, en oportunidad de ser transfigurado (06). Los once apóstoles, con María - madre de Jesús - sus hermanos y varias mujeres perseveraban orando en Jerusalén antes de Pentecostés (07).

Al perseverar en la doctrina de los apóstoles, tener comunión unos con otros y participar de la mesa del Señor, la comunidad de fe compartía con los que Dios sumaba la importancia dada por Jesús a una relación fluida y constante con el Padre, por medio de las oraciones. Continuemos con las otras características de la iglesia que nacía bajo el poder de Dios:

5. Perseveraban en estar juntos.

Los espectáculos públicos llaman la atención – entre otras cosas – por mostrar una gran concentración de gente. Acuden a un mismo sitio convocadas por los organizadores con un fin predeterminado, o espontáneamente se encuentran atraídas por un tema de interés común. Gentes de diversos orígenes y trasfondos se juntan por el tiempo que dure el motivo que las ha unido. Luego, así como han llegado, se dispersan; sin obligación de verse otra vez.

Una característica de la naturaleza de aquella iglesia es que sus miembros estaban habitualmente juntos; como signo de unidad, unión, solidaridad, compañerismo, fraternidad, cercanía física. Esta manera de ser impactó a los habitantes de Jerusalén, culturalmente acostumbrados a la religiosidad que les obligaba cumplir con rituales o días festivos, convocados por autoridades celosas de comprobar su estricto cumplimiento.

Los primeros discípulos seguramente recordarían la enseñanza de Jesús sobre el pastor y las ovejas. El Maestro se presentó como “Yo soy la puerta de las ovejas (…) el que por mí entre será salvo”, y luego afirmó “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas (…) Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas (…) Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” (08)

También sabrían del deseo del Maestro por juntar a Jerusalén y salvarla de su destrucción, tal como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas para protegerlos; y fue rechazado (09). Y nadie podía juzgarlos por hablar de lo que no supiesen, porque ellos habían vivido junto a Jesús durante tres años; en todo ese tiempo habían visto a la gente - cada vez que pasaban por sus poblados - juntarse con premura cerca de él, para ser sanados de sus enfermedades; o cuando se agolpaban multitudes para escuchar sus enseñanzas, y Él las alimentaba. Sin embargo, Él no se fiaba de los que le seguían porque sabía lo que había en sus corazones. Poco después, serían esas mismas gentes las que clamarían por su muerte (10).

¿Dónde podían estar juntos esos más de cinco mil seguidores de Jesucristo? No había en esos días un estadio de fútbol, o un teatro monumental, o una sala de conciertos donde reunirse. ¿Alquilarían, comprarían, construirían un sitio amplio o pedirían permiso a las autoridades para usar un espacio público?

Nada de eso dice el relato apostólico. Solo afirma que “Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas.” (11) No faltará quien pregunte si, dos milenios atrás, esta no era una forma de comunismo o socialismo de avanzada. 

¡Cuán fácil es rotular lo que nos atrae de la manera que más convenga a nuestros intereses! 

Pidamos a nuestro Padre nos ayude a comprender que ser un genuino seguidor de Su Hijo es ser parte de ese edificio que Él construye, como prometió, en el cual todos somos iguales en utilidad porque hemos sido escogidos por pura gracia divina, para ser Uno en Cristo (12).

Continuaremos describiendo a los genuinos ‘cristianos’, próximamente, si el Señor lo permite.

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Notas

Ilustración: tomada de la página www.catequistasemformacao.com

01. Hechos 2:42-47: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”

02. http://protestantedigital.com/magacin/45466/Cristianos_o_iglesia_de_Jesucristo

03. Mateo 6:5 -13. Los párrafos han sido parcializados aquí por el autor en el análisis propuesto.

04. Lucas 3:21,22 – “ Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado y, mientras oraba, el cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma; y vino una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia’.”

05. Lucas 6:12 – “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.”

06. Ibíd. 9:28 - 36.

07. Hechos 1:12 -14.

08. Juan 10:7-18.

09. Mateo 23:37; Lucas 13:34; 

10. Mateo 5:1; 9:10,36; 14:14 -23; 15:10, 31-36; 19:2; 20:29; 21:8; Marcos 2:2,4,15; 3:7-9; 4:36; 5:21-31; 6:33-45; 7:14-17; 8:1,6; 9:14-25; 10:1,46; 12:12-37; 15:8; Lucas 5:3,19: 6:17; 7:11,49; 8:4-45; 9:13,37,38; 11:27-29; 12:1,13,54; 14:25; 18:36;19:3,37-39; 23:27,48; Juan 2:24; 6:2,5; 7:12-40; 11:42; 12:9,12,29.

11. Hechos 2:44.

12. Juan 17:11,21,22; Romanos 12:5; Gálatas 3:28; Efesios 2:19-21.

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