Brotes de haya en la nieve

Los brotes de las hayas en la época invernal, así como tantas otras cosas naturales que indican intencionalidad, solamente pueden deberse a la existencia previa de una mente inteligente.

22 DE JULIO DE 2018 · 14:00

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Les explicaba el apóstol Pablo a los cristianos de Roma la idea de que la razón humana es capaz de descubrir la invisibilidad de Dios, así como su eterno poder y divinidad, a partir de lo que se puede observar claramente en la naturaleza (Ro. 1:20). Doy fe de que esto es así. He observado en muchas ocasiones indicios naturales de tal idea paulina.

Vienen a mi mente, por ejemplo, esas minúsculas yemas pardas que crecen sobre las ramas de las hayas en pleno invierno del hemisferio boreal. Todo el norte de la península Ibérica, desde los Pirineos hasta Galicia, está repleto de hayedos por encima de los mil metros de altitud. Lo que más llama la atención de este majestuoso árbol caducifolio, y de otras muchas especies semejantes, es que aunque el suelo tenga un metro de nieve en plena estación invernal, y sus ramas peladas soporten también cierto grosor blanquecino, en los extremos de las mismas aparecen ya abundantes yemas que apuntan decididamente hacia la próxima e inminente primavera. ¿Qué ley siguen estas tímidas yemas inanimadas? ¿Por qué actúan en función de un fin concreto? ¿Cómo es posible que semejantes árboles broten y se desarrollen en previsión del buen tiempo cuando todavía las temperaturas son tan bajas?

Nuestro mundo secularizado ha confundido el cómo de las cosas con el por qué de las mismas. Pero entender los mecanismos biológicos y las influencias ambientales sobre las células vegetales no es lo mismo que comprender por qué actúan así o cómo lo consiguieron. Explicar cómo ocurren tales procesos fisiológicos casi nada tiene que ver con su causa original.

El hecho de que broten yemas en plena época fría pone de manifiesto todo un conjunto de acciones que van dirigidas a un fin concreto. Y esto, refleja la existencia del único poder capaz de lograr que los medios se adapten a los fines: la inteligencia. El azar es incapaz de hacerlo. Es absurdo recurrir a misteriosas fuerzas oscurantistas de la naturaleza para explicar tales fenómenos o decir que si estamos aquí es porque “de alguna manera” la materia lo ha hecho. La no inteligencia es absolutamente incompetente para parir la inteligencia. Además, el hecho de que dicha inteligencia haya actuado en la consecución de tales metas o fines implica una clara intencionalidad. Dicho con otras palabras, se requiere la existencia de una voluntad. Por tanto, sea lo que sea la fuerza responsable de tales hechos que observamos en la naturaleza debe poseer no sólo intelecto sino también voluntad. Pero, ¿qué es la unión de intelecto más voluntad? Ni más ni menos que una personalidad.

Los brotes de las hayas en la época invernal, así como tantas otras cosas naturales que indican intencionalidad, solamente pueden deberse a la existencia previa de una mente inteligente. De manera que, en el origen de todas las cosas no está la materia sino la mente personal con intelecto y voluntad. Pablo tenía razón, las yemas de las hayas delatan al Dios invisible.

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