El viaje intelectual de Bergoglio, ahora papa Francisco

Su pensamiento surge de las fuentes jesuitas, pasando por las influencias latinoamericanas, hasta la matriz del Vaticano II de la Roma contemporánea, sin que haya sido corregido por la Palabra de Dios.

  · Traducido por Rosa Gubianas

14 DE ABRIL DE 2018 · 13:00

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Hace cinco años, Jorge Mario Bergoglio se convirtió, por elección, en el Papa Francisco. Desde entonces, se han publicado varias biografías para dar a conocer su vida al público en general. Por ejemplo, la obra de Austen Ivereigh, The Great Reformer: Francis and the Making of a Radical Pope [El gran Reformador: Francisco, retrato de un Papa Radical] (Nueva York, 2014) sobresale quizás como el trabajo más exhaustivo sobre la vida de Bergoglio. Como no era una gran figura en los círculos católico romanos globales antes de su elección y mucho menos en el resto del mundo, estos relatos han ayudado a muchas personas a entender mejor los principales acontecimientos de la historia personal de Bergoglio antes de llegar a ser papa.

Un libro reciente de Massimo Borghesi, Jorge Mario Bergoglio. Una biografia intellecttuale [2017: Jorge Mario Bergoglio: Una biografía intelectual] observa la vida de Bergoglio desde un ángulo particular. Borghesi se centra en las influencias intelectuales (p.ej. libros, periódicos, autores, amistades, redes sociales) que han conformado el pensamiento de Bergoglio. Al hacerlo, proporciona una perspectiva fructífera sobre la génesis y el desarrollo de la visión que Bergoglio encarna y promueve como papa. Además de examinar toda la literatura relevante, Borghesi también ha trabajado en un cuestionario al que respondió el Papa Francisco, dando más detalles y completando los espacios en blanco de intentos anteriores. Según este análisis tan bien investigado, la biografía intelectual de Bergoglio parece estar marcada por tres influencias primordiales.

 

EL PUNTO DE PARTIDA DE LOS JESUITAS FRANCESES

Los años de formación de Bergoglio como estudiante de filosofía y teología estuvieron profundamente impactados por sus lecturas de intelectuales jesuitas franceses como Henri de Lubac, Gaston Fessard y Michel de Certeau. Ellos introdujeron al joven Bergoglio en el pensamiento dialéctico, lejos del tomismo rígido y hacia la síntesis dinámica de abrazar a los opuestos y ampliar la visión general. En esta escuela de pensamiento jesuita, la cual, por cierto, se convirtió en el paradigma de la teología del Concilio Vaticano Segundo (1962-1965), lo que se percibe como oposiciones llegaron a ser “tensiones”, a veces dolorosamente perturbadoras, pero también potencialmente creativas y siempre se mantuvieron así. Bergoglio se persuadió de que el pensamiento humano está siempre “en tensión”, nunca fijo o estable. Se distanció de las definiciones y proposiciones abstractas. Aprendió a pensar siempre en formas de pensamiento programáticamente “abiertas” y “sueltas”.

Entrelazada con esta tendencia dialéctica estuvo la temprana exposición de Bergoglio a la Teología de la Liberación. A partir de sus primeros intentos de quedar bien con su creciente popularidad en América Latina, Bergoglio no estuvo interesado en el marco político e ideológico marxista de gran parte de la teología de la Liberación de aquellos años. Definitivamente se sintió atraído por la “teología del pueblo” que es un aspecto lateral de la teología de la Liberación. Según esta particular forma de teologizar, las inquietudes, preocupaciones, aspiraciones, etc. tienen que ser el punto de partida. Más que considerar las devociones y creencias populares como una etapa premoderna que será superada por la liberación política, la “teología del pueblo” las asume como vitales y centrales. Las devociones y prácticas marianas se han convertido en las expresiones más apreciadas del corazón del pueblo incluso si son contrarias a las Escrituras. La teología y la práctica pastoral deben, por consiguiente, desarrollarse solamente en un camino de abajo hacia arriba. Desde este punto de vista no tiene sentido que la Biblia sea la norma suprema para la fe y la vida. En términos de Borghesi, el futuro papa adoptó “una teología de la liberación sin marxismo” (p. 71). Este es el contexto del importante énfasis de Bergoglio en que las personas sean el tema principal de la teología y la vida de la Iglesia.

 

MEDIADO POR EL URUGUAYO ALBERTO METHOL FERRÉ

La temprana fascinación de Bergoglio por el pensamiento jesuita francés se consolidó aún más por la lectura del filósofo católico uruguayo laico Alberto Methol Ferré (1929-2009). De Methol Ferré aprendió que el pensamiento humano siempre es inestable, móvil y en constante renovación. Esta fue otra inyección más de dialéctica católica que movió a Bergoglio más lejos del tomismo tradicional y estático.

Methol Ferré es también el intelectual que sugirió que con el Concilio Vaticano Segundo, la Iglesia Católico Romana había finalmente superado tanto la Reforma Protestante como la Ilustración. Después de luchar ferozmente frente a las mismas (desde el siglo XVI al siglo XIX), Roma finalmente llegó a la conclusión que sería mejor asimilar y absorber la Reforma y la Ilustración con sus habilidades que oponerse a ellas. En el Vaticano II la Iglesia Católica tomó lo “mejor” de ambas y lanzó una “nueva” Reforma y una “nueva” Ilustración. Ya no eran adversarias, sino partes del logro “católico” con sus contribuciones positivas. Este es el antecedente tanto de las recientes palabras amables de Francisco hacia la Reforma con ocasión del 5º centenario como de su aproximación de bajo perfil hacia los estilos de vida controvertidos (p.ej. la homosexualidad) marcados por la autonomía individual moderna. Lo que esto significa básicamente es que después del Vaticano II la Reforma como tal ha terminado y ha sido absorbida dentro de la renovación continua de la Iglesia de Roma.

 

LE LLEVA AL ALEMÁN-ITALIANO ROMANO GUARDINI

Construyendo sobre estas dos fases importantes de su vida intelectual, se desarrolló en Bergoglio la convicción de que la Iglesia Católica es el “complexio oppositorum” (el conjunto que hace espacio a los opuestos). Su estudio del teólogo alemán Romano Guardini (1885-1968) corroboró la dimensión dialéctica católica de su pensamiento. Guardini argumentaba que el catolicismo romano es “Weltanschauung”, (una cosmovisión que lo abarca todo), la única que es capaz de manipular múltiples tensiones entre polos divergentes y llevarlos a la unidad “católica”. Partiendo de Guardini, Bergoglio desarrolló su idea de la unidad como si fuera un “poliedro”. El poliedro es una figura geométrica con diferentes ángulos y líneas. Todas las partes diferentes tienen su propia peculiaridad. Es una figura que junta la unidad y la diversidad y el catolicismo romano es la casa de la unidad como un poliedro. Esto explica el compromiso de Francisco con la unidad interreligiosa y ecuménica que resta importancia a las diferencias y se concentra en los elementos genéricos comunes. En este punto de vista la unidad no se rige por la verdad bíblica y el amor bíblico sino por la acaparadora visión de Roma que mantiene unidos todos los ángulos y las líneas de la vida.

El 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco, marcando una significativa transición en la Iglesia Católico Romana. Lo que ha estado diciendo y haciendo desde que fue elegido, p.ej. sus afirmativas actitudes hacia todo, sus ruidosos silencios sobre la doctrina, su concienzudo marianismo y su falta de claridad en varios temas clave, ha sido la causa de que muchos se pregunten de donde viene su pensamiento. La biografía intelectual de Borghesi deja claro que el pontificado de Francisco viene de lejos. Es el resultado de una larga serie de evoluciones dentro del pensamiento católico, desde las fuentes jesuitas a las influencias latino americanas y hasta la matriz del Vaticano II de la Roma contemporánea, sin que haya sido corregido por la Palabra de Dios. Hay que sumergirse en lo que sucedió en el concilio Vaticano Segundo para empezar a encontrar sentido en lo que Francisco dice y hace ahora. Todos los análisis de Francisco en los que se dice que es un papa “evangélico” o un “kerygmatic” son simplistas y miopes. Es mucho más que esto, en formas que son dialécticas, abiertas y al servicio de la visión católica para abarcar todo el mundo.

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