¿Nos estamos deshumanizando?

No quiero perder todo lo conseguido y que nos hace vivir mejor, pero me pregunto si a mí particularmente me hace mejor.

16 DE DICIEMBRE DE 2017 · 22:45

Una calle de Salamanca.Unacalle de Salamanca./ Jacqueline Alencart,
Una calle de Salamanca.Unacalle de Salamanca./ Jacqueline Alencart

Ayer, en Salamanca, pude asistir a un encuentro literario con un poeta salmantino, concretamente de La Alberca, un bello pueblo de nuestra provincia que merece la pena conocer.

El poeta, José Luis Puerto, además de leernos sus poemas, retrocedió en el tiempo, rememorando su infancia, juventud y antiguas costumbres, algunas de las cuales merecerían ser continuadas.

Y nos comentó acerca de la necesidad de reflexionar sobre la 'ética de la presencia', ya que hoy los medios modernos que utilizamos para comunicarnos nos roban la presencia, es decir, hacen que nos vayamos ausentando.

Señaló que, en sus apreciaciones, no se estaban denostando las maravillas de la comunicación como el teléfono móvil, el watsapp, las redes sociales, u otras de las innumerables formas rápidas de contactarnos, sino que no nos absorbieran.

¿Quién restaría importancia a los medios como el Facebook, Twitter, correo electrónico, etc., a la hora de difundir mensajes y reflexiones, crónicas de nuestros viajes, publicidad de un buen libro, revistas, poemas, ensayos, grandes descubrimientos científicos, noticias de última hora, felicitaciones, logros y proyectos...?

No tengo por costumbre utilizar el teléfono móvil, ni muchas de las posibilidades virtuales existentes, pero sí aprovecho el Facebook y el correo electrónico para realizar algún trabajo o fomentar relaciones de amistad y afectos.

Y cómo no, algunos medios me facilitan contactar e incluso ver imágenes y noticias que me acercan a los seres queridos, a quienes no puedo ver constantemente debido a la distancia o la dificultad de cruzar océanos a nado...

Sigo siendo fan del papel, pero aprecio las bondades de las formas digitales de tener acceso a diversa información, apoyar buenas causas. Resalto ese buen uso, pero no aquel de usar estos medios para generar conflictos, romper relaciones de los unos con los otros, difamar, dañar reputaciones... grabar con el móvil conversaciones supuestamente confidenciales para luego difundirlas.

Hay momentos en que te asusta cuando alguien te pide tu opinión sobre algo, en confianza, claro, y te deja el teléfono encendido...

Ayer también oí acerca de que nos vamos deshumanizando. Y se recordó aquella salida de la época feudal que dio paso a un proceso de renovación llamado Renacimiento. Quizá a alguno no le guste hablar de estos asuntos.

Pero si recordamos bien por qué se fue generando esa etapa, cuáles los factores que la propiciaron, veremos que alguno también daría lugar a la Reforma Protestante y a los nuevos aires de renovación que todos estos movimientos generaron. No insisto más ya que de todo ello se ha hablado bastante en estos últimos tiempos.

La verdad es que me he sentido interpelada al escuchar que vamos olvidando la importancia de las pequeñas cosas, valorar los sentimientos, el caer de una lágrima... rescatar el tú a tú.

El decirnos las verdades cara a cara, o los afectos si se tiene la oportunidad y no hay grandes distancias de por medio. Nos estamos olvidando de palpar, de compadecernos, de saborear juntos una aromática comida, compartiendo los panes y los peces. De las tertulias para proyectar algo en favor de los demás, que no es fácil ya que construir lleva trabajo, pues lo fácil es deshacer.

Todo esto nos hace recordar a nuestros abuelos y abuelas sentados en la acera de sus casas, donde tenían lugar las tertulias para ver cuál era la orilla del río más adecuada para lavar la ropa. O cómo elaborar estrategias de coser las prendas con el menor gasto de tela o de lana.

Cómo hacer rendir más la olla de garbanzos para que restara un poco para los vecinos de al lado. O darle las gracias a la profesora heroína que decidía quedarse en un sencillo pueblo de provincia para enseñarles a sus hijos. O cómo hablar de su fe en medio de la intolerancia. O sobre si ese año todos los hijos podrían ir a la escuela.

¡Cómo se redimía bien el tiempo! ¡Ojo! No quiero perder todo lo conseguido y que nos hace vivir mejor, pero me pregunto si a mí particularmente me hace mejor. Si estoy utilizando bien todo lo que en su santa misericordia Dios me ha permitido alcanzar.

Me cuentan que incluso algunos médicos para ganar tiempo, le dejan a las máquinas toda la labor. Ya no se necesita observar, palpar... No toda la culpa es de ellos, pues me imagino que ya ni siquiera en las facultades se les recalca que van a trabajar con un ser humano con sentimientos, carencias, etc.

También está la merma de recursos para ampliar plantillas, si lo que se quiere es que todo se vaya deteriorando. ¿Por qué? Porque nos estamos deshumanizando de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.

 

Plaza Mayor de Salamanca. / Jacqueline Alencart

Algunas veces para abaratar costes, se utilizan materiales de baja calidad y, por causas naturales, los edificios se derrumban... ¿Por qué? Porque nos vamos deshumanizando.

Lo queremos medir todo. Hasta el extremo de decirles a nuestros subordinados o a nuestros amigos y compañeros de trabajo que 'Tengan ideas pero no tantas'. Solo un 5%, o un 30%... Y así... para desanimarlos y que no progresen.

Quizá llegaremos a los despidos por teléfono o twitter, para que se entere todo el mundo. Pero no seremos tan valientes y misericordiosos para decirle a la persona frente a frente, mirándole a los ojos con pena, que lo sentimos pero que no queda otra, que hay un motivo... y así le aliviaremos un poquito la carga pesada.

Hasta para ser jefe hay que tener algo de humanidad. La verdad es que no me gustaría tener como jefe a un robot.

Nos estamos deshumanizando. En este tiempo añoramos que alguien te critique o incluso te diga un 'no' frente a frente. Pero lejos de esto lo que hacemos es enviar señales, que ni siquiera son de humo, o una nube, o una columna de fuego... ¡No se ve!

Es una señal de incertidumbre. Será, no será. Quiere decir esto o lo otro, me quita el sueño. No como. Genero un gasto para más para la Seguridad Social con el asunto del Psicólogo.

Y luego nos preguntamos por qué crece a pasos agigantados el bullying en los colegios. Porque somos buenos ejemplos. Y es ahí donde me pregunto cuál ha sido mi cuota en estos logros. Me pregunto dónde está mi vida transformada.

No obstante, sigo pensando en lo bueno que son los avances tecnológicos si los usamos bien, con sabiduría, respeto. Pero que no se tornen en el centro de nuestras vidas. Que sin temor publiquemos nuestras ideas, sentires sobre lo que nos rodea, sobre las personas, las necesidades; haciendo una crítica constructiva buscando ayudar, y quizá cambie lo que considero debe ser de otra manera.

Yo en este momento estoy diciendo que me sentí interpelada y lo reconozco; pues hace mucho oír las cosas con palabra sazonada con leche tibia; certera pero amable. Así, es más fácil de ser recibida y generar resultados.

Te parecerá que estás escuchando salmos, himnos y cantos espirituales. Te parecerán parábolas contadas por aquel que no dudó en humanizarse para ponerse al lado del hombre, llegando un día de Navidad como el que estamos a punto de celebrar.

Supo utilizar muy bien las redes sociales de su época, sentándose en una mesa global y sin distinciones. Se integró en el día a día del pueblo. Se encarnó en la realidad para poder llevar a cabo la misión encomendada.

Aprovechó una boda, la sinagoga, un monte, una cena, a los lirios del campo, a las aves del cielo, a una higuera, una semilla de mostaza, una perla, una lámpara, a un sembrador, el funeral de un amigo, etc., para lanzar su mensaje y mostrar la gloria del Padre.

Fue el modelo de misionero que no solo sería portador del mensaje, más bien Él era el mensaje: por su comportamiento con los otros, por no hacer acepción de personas y atender a todos los que necesitaban.

Se dio cuenta que el hombre requería de una atención integral. Jesús fue una carta viva, una expresión viviente del mensaje, como dice un querido amigo.

Además, Jesús se dio cuenta que la gente no quería solo escuchar sino también ver, algo que corroborara lo que habían escuchado. Que esas personas tenían expectativas, necesidades y esperanzas.

Y Él cubría esas necesidades, y esas personas eran transformadas; hombres y mujeres nuevos en medio de su realidad, que serían los nuevos mensajeros. Jesús se tomó en serio su contexto, pero es necesario decir que en ningún momento cambió su mensaje para alcanzar a más personas.

Y se preocupó por la integridad de este mensaje, que abarcaba todas las facetas del hombre. Y al descubrir la verdad del mensaje, la gente testificaba acerca de Él, como la mujer samaritana, un ciego, un extranjero, un endemoniado gadareno... que iban contando todo lo que Él le había dicho.

Es decir, contaban algo valioso. Se utilizó el boca a boca, pero de forma fidedigna, porque el mensaje lo era. ¡Y no tenían los medios que tenemos hoy! El 'chollo' que se nos pone delante en bandeja de plata.

¿Te imaginas a todos transmitiendo buenas noticias, defendiendo causas importantes, clamando por los necesitados... a través de nuestros watsapp, facebook, twitter y demás?

Cada uno dentro de sus posibilidades, pues hay muchas cosas por hacer y, por lo tanto, no hay que competir, ni pelearse. Unos atendiendo a sus familiares, otros a sus amigos, otros a los desconocidos, otros a... Así nadie quedará desatendido.

Yo declaro el 'mea culpa' por las veces que no lo hago tan bien como mensajero, pero espero trabajar para llegar a ser una buena portadora de mensajes verdaderos. Que Dios me ayude a alcanzarlo.

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