Con la muerte no se negocia
Se atribuye a Teresa de Jesús la frase “Vivir se debe la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”. ¿Viviríamos como lo hacemos cada día si supiésemos la fecha de nuestra muerte?
21 DE MAYO DE 2017 · 15:00
Una de las personas que más contribuyeron a mi forma de pensar en mi temprana juventud fue, sin duda alguna, Don Alejandro T. Clifford (01). Le conocí allá en su amada Córdoba (‘La Docta’, de Argentina) cuando Don Alec administraba una serie de publicaciones de sólida enseñanza bíblica.
Hace poco me topé con un enlace que me llevó a releer algunos de sus muy recordados como prácticos escritos. De uno de ellos, en aquella muy leída columna ‘Visto al Pasar’, de su autoría, cito lo que escribió sobre la muerte con su inconfundible estilo (02).
“Leemos en un periódico de gran circulación, un anuncio de gran formato que comienza con las siguientes palabras:
‘¿Pensó usted, Señor, en la Muerte? ¿Ha pensado usted en el momento triste en que se nos va un ser amado?’ Hasta aquí vamos bien. No sabemos si va a seguir el texto con una homilía cristiana, o qué. Pero sigamos leyendo:
‘¿Dónde después usted lo visitará para rendirle homenaje a tantos años vividos juntos con amor y felicidad?’
Seguimos desorientados. ¿Estará hablando el autor acerca del cielo? Enseguida pasa a explicarnos:
‘La sociedad XX, previendo todo esto, ha construido un nuevo y moderno Panteón Social en el Cementerio San Jerónimo de nuestra ciudad, donde usted, al ir a visitar a sus seres queridos, se encontrará con una moderna y acogedora capilla. Allí podrá orar por ellos. Además, utilizando sus ascensores con memoria automática y capacidad hasta de 12 personas para llevar, podrá subir al piso en donde están.’ Las explicaciones continúan. Respetamos la redacción del original:
‘Rendir el cariño de las flores haciendo uso de los amplios piletones con todo el servicio sanitario correspondiente, y tirando los desechos necesarios en resumideros centrales que eliminan la fea vista del canasto de residuos…’
Este documento para la historia, termina ofreciendo nichos en arrendamiento por 99 años, con amplios planes de financiación. Todo sería eminentemente cómico, si no se tratara de un asunto tan serio como la muerte.
¡Visitar a los seres queridos! ¡Orar por ellos! Disfrutar de piletones, sanitarios y resumideros centrales!
Cuán lejos está todo esto de la fe cristiana que ha de profesar en alguna forma la mayoría de los beneficiarios del anuncio. A unos cien metros o menos del cementerio mencionado, están sepultados mis padres, una hermanita, mi hija y mi esposa. Muy de vez en cuando visito sus tumbas. Hay quienes se gozan en “el culto del cementerio”. Yo no puedo hacerlo. El envoltorio mortal de mis seres queridos está allí. Pero ellos, ni pueden ser visitados ni necesitan de mis oraciones.
Están para siempre con Cristo, Salvador y Señor de sus vidas. Ese Cristo cuyo cuerpo no permaneció en el sepulcro, sino que se levantó de entre los muertos y está hoy a la diestra de Dios, intercediendo por mí.
‘Vivo, me amaba; muerto, salvóme; en el sepulcro mi mal enterró. Resucitado, es mi eterna justicia. Un día vuelve, pues lo prometió.’ (03)”
En otro enlace de ‘Compromiso Cristiano’ encontré un muy buen estudio bíblico sobre la muerte (04). Comienza así: ‘La muerte se cita en la Biblia como un sueño (05), la disolución de la morada terrestre (06), abandonar el cuerpo (07), el pedir el alma de parte de Dios (08), ir por el camino por el cual no se vuelve (09), el reunirse con los padres (10), descender al silencio (11), expirar (12), tornar al polvo (13), ser cortado (14) y partir’ (15). Un excelente comienzo para ir a fondo en esto de la muerte del cristiano.
Veamos lo que nos dice el historiador J. C. Varetto al hablar sobre ‘las catacumbas’ (16):
“No vamos a ocuparnos del origen de las catacumbas, ni de los múltiples problemas arqueológicos, religiosos e históricos, que surgen ante este grandioso monumento de la antigüedad cristiana. Damos por admitido, lo que ya no se pone en duda, que las catacumbas son esencialmente cementerios cristianos, especialmente del tiempo de las grandes persecuciones, desde Nerón a Diocleciano, o sea en los tres primeros siglos de nuestra era. Las catacumbas son una inmensa red de cavidades subterráneas, que en Roma comprende leguas de extensión. Hay catacumbas en Nápoles, en París y en muchas otras ciudades; pero las que más llaman la atención son las de Roma, donde las constantes excavaciones, demuestran que tienen una extensión tal, que las personas allí sepultadas pueden ascender a millones (17).
El cardenal Wiseman (18) las describe así:
‘Una catacumba puede ser dividida en tres partes: sus pasadizos o calles, sus habitaciones o plazas, y sus iglesias. Los pasadizos son galerías largas y angostas, cortadas con tal regularidad, que el pavimento y el techo forman ángulos rectos con los lados, siendo por algunos sitios tan estrechos que con dificultad pueden marchar dos personas de frente. Algunas veces se prolongan hasta una gran distancia, aunque se hallan cruzadas por otras, y éstas por otras, en términos de formar un laberinto completo y una verdadera red de pasadizos subterráneos. El perderse en ellos es tan fatal como fácil. Pero estos pasadizos no están construidos como el nombre para indicarlo, para conducir a alguna otra parte. Son el cementerio, la catacumba misma. Sus paredes, así como las de los lados de la escalera, están cubiertas de sepulturas, esto es, de líneas de excavaciones grandes y pequeñas, de longitud suficiente para contener el cuerpo humano, desde el niño hasta el adulto, tendido a lo largo de la galería. A veces se encuentran una sobre otras hasta catorce líneas de sepulcros, a veces sólo tres o cuatro.
Encuéntranse estas excavaciones tan amoldadas a la medida del cuerpo que encierran dentro de sí, que es casi seguro yaciera éste al lado mientras la abrían. Depositado el cadáver en los nichos envuelto en género de lino y substancias balsámicas, se cerraba el frente herméticamente, ya con una piedra de mármol, ya con tejas puestas de canto, embutidas en aberturas hechas en la roca y cubiertas de cementum, lo que era más frecuente.’
Muchas veces hay varios de estos caminos subterráneos, unos sobre otros, y unidos por escaleras. De trecho en trecho hay una abertura que llega hasta el suelo para dejar entrar un poco de aire y luz. En algunas partes los corredores se hacen anchos y dan capacidad para muchas personas. Eran sitios arreglados para celebrar los cultos en tiempo de persecución.
‘Yo recorría a menudo - dice Jerónimo (19) - esas criptas excavadas en las profundidades de la tierra, cuyas paredes de ambos lados contienen cadáveres sepultados, y donde reina una oscuridad tal que uno está tentado a decir, aplicándose las palabras del profeta: He descendido al infierno. Rara vez un poco de claridad viene a iluminar el horror de estas tinieblas, penetrando por aberturas a las que apenas se les puede dar el nombre de ventanas."
‘No hay nada - dice Pressensé (20) - que pueda dar la impresión que uno siente al recorrer esos largos y obscuros corredores cuyas paredes encierran tantos despojos sagrados y están cubiertas de innumerables inscripciones y de frescos simbólicos. Parece que todo ese polvo se anima, que la llama inmortal que lo penetró brilla en todo su puro esplendor, que la visión del profeta de Israel se renueva, que los huesos se mueven, y que la iglesia heroica de los primeros siglos reaparece bajo nuestros ojos, triunfando de sus pretendidos triunfadores, de los cuales ella supo prever la derrota en sus símbolos expresivos. El que ha vivido familiarizado con este gran pasado, lo ve resucitar verdaderamente para él, bajo esas bóvedas obscuras; recibe una intuición rápida, que no olvida jamás, y que deja al pensamiento franquear los siglos, y le permite vivir un instante en una época lejana.’
Aunque todos los que están sepultados en las catacumbas hayan pertenecido a la masa de los cristianos, no hay que formarse la idea peregrina de que todos fueron mártires o santos esclarecidos. La simonía ha hecho de este sitio sagrado un depósito de supersticiones e idolatría. Los que trafican con las almas de los hombres, envían a todo el mundo huesos de este inagotable depósito, que despachan como perteneciendo a tal o cual santo o santa.
Por otra parte los ritualistas, no pudiendo hallar en el Nuevo Testamento la confirmación de sus costumbres, apelan siempre al testimonio de los mosaicos y lápidas de estos cementerios, y no hay rito, por extravagante que sea, que no encuentre algo en las catacumbas que lo confirme; mayormente si se tiene en cuenta que hay en ellas mucho que no pertenece a la época de las grandes persecuciones, sino a siglos posteriores, cuando el cristianismo ya había degenerado a consecuencia de su unión con el estado.
Es necesario revestirse de un fuerte espíritu de discernimiento para saber qué cosas en las catacumbas realmente arrojan luz sobre la fe, la práctica y la vida de los primitivos cristianos.
Ahora examinaremos algunos de los epitafios y símbolos que son de más valor. La inscripción en la mayoría de las lápidas es corta y simple; el nombre del que yace y algunas palabras de consuelo.
IN PACE, es la frase constantemente repetida. IN DEO VIVÍS, demuestra cuál era la confianza que animaba a los santos cuando colocaban en la tumba a los que habían dormido en el Señor. Otros epitafios son más largos, especialmente cuando el que está sepultado es un mártir, y se leen entonces dedicatorias como ésta:
PRIMITIVS, EN PAZ; MÁRTIR VALEROSO DESPUÉS DE MVCHOS TORMENTOS. VIVIÓ CERCA DE TREINTA Y OCHO AÑOS. SV ESPOSA LEVANTA ESTO A SV AMADO ESPOSO. Simple monumento destinado no sólo a perpetuar el heroísmo de la fe, sino el dulce carácter de la familia cristiana, y el amor santificado de los que se unían en matrimonio. Otros epitafios dicen así:
CLEMENCIA, TORTVRADA, MVERTA, DVERME. RESVCITARA.
LANNVS, MARTIR DE CRISTO, DESCANSA AQVI. SUFRIO BAJO DIOCLECIANO.
Un padre expresa su confianza, escribiendo estas palabras en la tumba de su hijo que ha partido de este mundo:
LORENZO, A SV DULCÍSIMO HIJO SEVERO, LLEVADO POR LOS ANGELES EL DÍA SIETE DE ENERO.
Otro epitafio instructivo y que es la prueba de que el celibato no existía entre los que se dedicaban al ministerio cristiano es el que dice así:
AQVI YACE SVSANA, HIJA FELIZ DEL PRESBITERO GABINO, VNIDA A SV PADRE EN PAZ.
El pensamiento religioso de los cristianos de aquellos tiempos está bien expresado en los epitafios y símbolos de las catacumbas. Imitando a un autor, podemos decir que la iglesia aparece allí como Raquel que llora sus hijos y no quiso ser consolada. En lugar de la voz de un eclesiástico que habla ex cátedra, podemos oír la de los fieles haciendo resonar los himnos de triunfo en medio de las amarguras de la persecución.”
-------ooooooo0ooooooo-------
Notas
Ilustración: un aspecto de las famosas catacumbas de Roma; convertidas en atracción turística en la ‘ciudad eterna’. https://www.disfrutaroma.com/catacumbas-roma
La frase citada en el copete de la mística cristiana fue lema de algunas familias antiguas. El libertador latinoamericano José de San Martín (1878-1850) también la citó al escribirle a su hija ‘Merceditas’.
01. A.T.C. (1907-1980) nacido en San Miguel de Tucumán del matrimonio de misioneros formado por Jaime Clifford y Juana K. Thomson, dedicó su vida a la literatura cristiana. A su primer libro ‘Nuestra Biblia’ le siguieron ‘Cosas de Viejos’, ‘Bajo la Cruz del Sur’, ‘Un hombre bueno’, ‘Anécdotas e ilustraciones’, ‘Joyas de la poesía cristiana española’. Por sus manos pasaron las revistas ‘El Despertar’, ‘Pensamiento Cristiano’ (de la que toma título esta serie en P+D), ‘Verbo’, ‘Certeza’ y ‘Decisión’. Muchos encontramos en este hombre consagrado al Señor un listón difícil de superar.
02. http://www.compromisocristiano.com/la-muerte/visto-al-pasar.html
03. Himno de autor y compositor desconocidos, cantado en la mayoría de las iglesias cristianas reformadas.
04. Publicación digital de la Fundación Escuela Bíblica Evangélica, de Villa María, Córdoba, Argentina.
http://www.compromisocristiano.com/la-muerte/introduccion-al-tema-la-muerte.html.
05. Juan 11:11.
06. 2ª Corintios 5:1.
07. 2ª Pedro 1:14.
08. Lucas 12:20.
09. Job 14:2.
10. Génesis 49:33.
11. Salmo 115:17.
12. Hechos 5:10.
13. Génesis 3:19.
14. Job 14:2.
15. Filipenses 1:29.
16. ‘La Marcha del Cristianismo’, páginas 133 a 136.
17. Por las excavaciones realizadas hasta ahora se estima que tienen una longitud de 12 kilómetros.
18. Nicholas Patrick Stephen Wiseman (1802-1865) sacerdote inglés, que se convirtió en el primer cardenal arzobispo de la arquidiócesis de Westminster con el restablecimiento de la jerarquía católica en Inglaterra y Gales en 1850
19. Eusebius Sophronius Hieronymus, Jerónimo de Estridón o San Jerónimo (340 – 420), autor de la versión en latín de la Biblia, conocida como ‘La Vulgata’. No se sabe a qué profeta se refiere con su cita.
20. Edmond de Pressensé (1824 – 1891) pastor, teólogo y político francés.
Todas las notas son responsabilidad del autor, lo mismo que los énfasis en negritas.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Agentes de cambio - Con la muerte no se negocia