Vincent Van Gogh: el pintor que quiso ser pastor

La paz tuvo poco espacio en su vida interior convulsionada e inestable.

22 DE ABRIL DE 2017 · 17:13

El sembrador, obra de Vincent Van Gogh.,
El sembrador, obra de Vincent Van Gogh.

La vida de Vincent Van Gogh, el célebre pintor holandés, está marcada por la tragedia y la frustración. La pintura fue para él un refugio a su desesperación y angustia. Su primer trabajo fue vender cuadros, pero su temperamento y exigente gusto no le ayudaron mucho. Era capaz de expresar su desagrado por una obra en la misma presencia de un potencial comprador.

Vincent Van Gogh, fue el segundo hijo de un trágico episodio materno.  Su hermano nació muerto, y él nació ese mismo día, un año después, el 30 de marzo del 1853. Su madre nunca se repuso de esta pérdida y su angustia tuvo repercusión en el niño a quien le pusieron también por nombre Vicent Van Gogh.

Durante su juventud estudió teología, ya que deseaba ser pastor como su padre. Se negó tomar el examen de latín y no pudo alcanzar el título. Sin embargo, consiguió un nombramiento como evangelista y se fue a Bélgica. Allí vivió con mineros y campesinos. Sus penurias y miserias las engarzó en su pincel. Convivió con ellos hasta confundirse con sus desventuras. Perdió su nominación como evangelista cuando se desgarró sus ropas interiores para curar unos mineros heridos en un derrumbe. Las autoridades de la iglesia consideraron este gesto como infame y deshonroso.

Vivió como un miserable trotamundos entre enfermedades físicas y severos síntomas mentales. Amó con intensidad mujeres que lo despreciaron y tuvo que conformarse con la compañía de mujeres de baja reputación, quienes le dispensaron cuidado y atención sin darle la felicidad buscada. Su hermano Theo, hábil vendedor de cuadros, instalado en París, fue su paño de lágrimas y sostén económico, fue también quien recogió su último suspiro agónico cuando un disparo, que se supone accidental, acabó con su atribulada existencia.

Durante diez años Van Gogh pintó de forma compulsiva y abundante. Le enviaba cuadro y cartas a su hermano Theo en Francia, quien fungía como su promotor y enlace con los más destacados personajes del ambiente parisino. Viajó a París y allí hizo contacto con los grandes pintores de su época. Nunca logró vender uno de sus cuadros, aunque en la actualidad muchos de ellos se han negociado por cientos de millones de dólares.

Dicen que una noche tuvo un disgusto con Paúl Gauguin e intentó agredirlo con una cuchilla; muy trastornado, al día siguiente utilizó la cuchilla para cortarse una oreja. Señalan sus biógrafos que este acto es un síntoma del Vértigo de Miniere, del cual se afirma sufría Van Gogh.

Se recluyó voluntariamente en un asilo, pero su mal carácter lo empujaba a la soledad. Vivió pobre y sin sosiego. La paz tuvo poco espacio en su vida interior convulsionada e inestable. En la biografía que sobre él escribió Irving Stone aparecen sin eufemismo los lados oscuros de su vida, pero también su generosidad como una virtud siempre presente en su alma. 

Luis D. Salem en un trabajo titulado” La crisis de un genio”, en el que reseña la vida apasionante de este pintor holandés, lo califica como un hombre bueno, dotado de gran amor hacia los pobres.  Destaca su anhelo de ser pastor y su dedicación al estudio de la teología. Sin embargo, sus superiores no lo tomaron en cuenta, al contrario, lo criticaron y le quitaron el cargo. Así llegó a ser víctima de la soledad. “Como el cactus creció, floreció en tierra estéril”, subraya Salem.

La iglesia Reformada de Holanda sería más famosa si en su lista de pastores hubiera conservado el nombre de Vincent Van Gogh. Quizás su deslumbrante habilidad pictórica, ocupa tanto espacio, que ha impedido un más profundo y minucioso estudio de su vida espiritual. La verdad es que Van Gogh quiso ser pastor -y hasta donde pudo lo fue-  y fuerzas mezquinas y poco visionarias se lo impidieron.

En 1990, al cumplirse un centenario de su muerte, Luis D. Salen, inspirado en la obra de Irving Stone, nos invitó a todos, en alusión a “Los girasoles”, uno de sus cuadros más famoso, a que avancemos mentalmente sobre su tumba y dejemos caer sobre ellas los girasoles de nuestra admiración a un pintor genial que quiso ser también pastor.

 

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