El Estado, el ejército y las primeras iglesias cristianas

El Evangelio de Jesucristo no justifica a cristianos que apoyan el armamentismo, las acciones militares destructivas, los nacionalismos exclusivitas, y la construcción de muros de odio.

26 DE FEBRERO DE 2017 · 11:25

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Quienes sufrimos el horror de las guerras mundiales, las guerrillas, las dictaduras militares, la Guerra Fría o la crueldad de cualquier forma de terrorismo de Estado, sabemos que los tiempos de muertes evitables son un llamado a la reflexión, a la oración y a la esperanza en acción (01).

La cuna de tantos predicadores, misioneros y escritores del Evangelio de Jesucristo que es EE.UU. también fue construida con aporte inmigrantes judíos, musulmanes y de otros credos o filosofías. Fueron en su mayoría hombres y mujeres que, sin distinción de raza, nacionalidad o condición social, aportaron lo suyo al surgimiento de esa poderosa Nación norteamericana.

Es cierto que esa rica diversidad también alentó el nacimiento del Ku Klux Klan, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (o Mormonismo), los Testigos de Jehová (o Ruselistas), la Ciencia Cristiana, la Nueva Era, y el Evangelio de la Prosperidad, entre muchos otros cultos extraños.

Si se confirmase que los norteamericanos tienen una gran inclinación por ‘lo cultual’; es muy posible que a Donald Trump se le recomendara posar levantando una Biblia; como un gesto de atracción al voto de miles de religiosos. De hecho lo hizo, y los resultados están a la vista.

EE.UU. ha elegido como presidente a un hombre que prometió ‘hacerlo grande otra vez’.

Esta conducta típica en todo ambicioso del poder no es nueva. Ya Constantino I, ‘El Grande’ (02), lo utilizó en el siglo IV. Osado guerrero desde los 17 años de edad, el emperador Diocleciano vio en él las cualidades exigidas para que eventualmente sucediera a Constancio, su padre. Y fue ese joven adiestrado para la guerra el que cambió la condición de las primitivas iglesias cristianas: de estar perseguidas a ser protegidas por el estado imperial.

La vida pública generalmente se desarrolla bajo la tutela de gobernantes apoyados por el poder del dinero y de las armas. Lo que lleva a preguntarnos:

¿Es conveniente que la misión de las iglesias cristianas se someta al imperio de las políticas de gobernantes de turno a cambio de la libertad de culto?

En una página web adventista, sobre este tema, leo:

Cuando Constantino el Grande se convirtió en emperador en el año 311, el imperio se hallaba aquejado por un sistema administrativo difícil de manejar, un ejército desorganizado y una economía que desfallecía. Además, la moral de la población multilingüe, de orígenes y costumbres múltiples,  estaba en bancarrota ética y espiritualmente.  La estrategia política de Constantino, gobernante de amplia visión, fue la de movilizar la población del imperio para reconstruir sus instituciones y lograr una unidad de la cual no había disfrutado en los últimos dos siglos.” (03)

Con tal de salvar la integridad imperial, puso en práctica la reorganización del ejército, de la economía y de la vida social del Imperio Romano; utilizó todos los medios que condujesen a galvanizar la unidad de la población. Como era muy inteligente tuvo la idea de atraer a los cristianos, sobre la base del principio ‘si no puedes vencerles, únete a ellos’. No entraremos aquí a profundizar el origen de esta idea, que da para un largo debate. Solo digamos que cumplió con su plan a la perfección; y, repitiendo al autor de ese artículo:

Seguramente Constantino sea más conocido por ser el primer emperador romano que permitió el libre culto a los cristianos.” (04)

Constantino usó frecuentemente la palabra “católico” para describir a la iglesia. Esa palabra significa ‘universal’. Constantino quería que todos los hombres en todas partes adoptaran la fe cristiana y quería que los cristianos estuvieran unidos, delegando en el Cristianismo el poder que necesitaba el imperio para unirse y ser grande. Desde entonces, es algo familiar relacionar al Cristianismo con la ‘Iglesia Católica’; esto no es casual, pues muchas de las prácticas, costumbres y enseñanzas de la ICAR comenzaron en los tiempos de Constantino (05).

En ‘La Marcha del Cristianismo’ (06), libro que venimos siguiendo, su autor ya mostró cuál era la realidad de las iglesias en los primeros siglos; ahora hace lo mismo respecto del Estado y el militarismo:

 

La Vida Pública

San Pablo enseñó que el Estado era una institución divina (07). Esto no debe confundirse, como ha sido hecho por algunos, con el pretendido derecho divino de los monarcas (08). No quiere decir tampoco que el gobernante A., B. o C., o el rey Fulano I o Mengano II sea un ungido celestial.

Lo que San Pablo quiso enseñar es que la sociedad debe vivir regida por autoridades que impidan a los malos ser perjudiciales a sus semejantes, que los que desempeñan estas funciones deben ser respetados, porque hacen una obra que Dios aprueba. Esta doctrina del apóstol demuestra que la vida civil es compatible con la profesión de cristiano.

En los primeros siglos, y especialmente en tiempos de Diocleciano, había muchos cristianos que ejercían funciones gubernativas.

La cuestión del servicio militar era ya otro problema que ofrecía más dificultades. Surgía entonces, como ha surgido muchas veces, y surge aún ahora, esta pregunta:

¿Es lícito al cristiano seguir una carrera que le obliga a matar a su prójimo?

Sabemos que los militares que se convertían, Cornelio (09), por ejemplo, no abandonaban su carrera para incorporarse a la iglesia, sino que eran recibidos en su seno a pesar de ser militares, pero es evidente que el militarismo era repugnante a los sentimientos pacíficos de los cristianos.

La religión del príncipe de la paz no podía ser favorable a la guerra. El que adoraba a Cristo no podía adorar a Marte (10). Justino Mártir decía: ‘Nosotros, que en otro tiempo estábamos llenos de pensamientos guerreros, de crímenes y maldades, hemos, en todo el mundo, transformado nuestras espadas en palas, y nuestras lanzas en instrumentos de agricultura’.

Tertuliano se oponía enérgicamente al militarismo diciendo que las glorias y coronas del ejército eran ganadas produciendo el duelo de esposas y madres, y que el cristiano no podía servir de instrumento para hacer sufrir a los cautivos. En Egipto, las iglesias seguían esta regla: ‘Que el catecúmeno o el fiel, que quiera ser soldado, sea excluido’. Algunos cristianos, como Maximiliano, en Argelia, llegaron hasta el martirio antes que aceptar el servicio militar.”

Por su parte, nuestro Señor Jesucristo enseñó a sus discípulos a respetar a las autoridades civiles. Los religiosos que eran condescendientes con el imperio invasor, interpelaron al Maestro de Galilea sobre la cuestión de los tributos (impuestos) para tentarle a decir algo que lo hiciese culpable del delito de sedición. Su respuesta inspirada e inspiradora dejó maravillados a todos:

Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.” (11)

Cuando la influencia del Evangelio se extendía por toda Judea los magistrados y religiosos se escandalizaron; llenos de envidia y rencor quisieron obligar a los Apóstoles y sus discípulos a dejar de predicar el Nombre de Jesucristo. La valiente y bíblica respuesta de los doce no tardó en llegar:

Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” (12)

Los Apóstoles dejaron así establecida para siempre la preeminencia del imperio soberano de Dios sobre todos los hombres, incluidos sus gobernantes. Desde entonces, los seguidores de Cristo podemos enfrentar decretos humanos que atenten contra la libertad de conciencia, pues nuestra esperanza está puesta en Dios, el arquitecto de la Nueva Jerusalén, la ciudad protegida de manera mucho más segura que con mil murallas construidas por el hombre.

 

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Notas

Ilustración: https://www.youtube.com/watch?v=6ahqX6G06SM

01. El autor mantiene aún vívidas las crónicas, fotografías y documentales de las acciones bélicas de la Segunda Guerra Mundial. En su edad escolar vivió el populismo peronista y la disputa entre ‘enseñanza laica o religiosa’. Fue testigo del escandaloso final del segundo período de gobierno de Perón. Ya en la Universidad perdió años de estudio debido a los sucesivos golpes militares, la interrupción de la vida cívica típica en todo Estado de Derecho. También estuvo entre quienes lloraron la desaparición y muerte de compañeros de estudio que habían abrazado la causa del ‘Che’ Guevara.

02. Flavio Valerio Aurelio Constantino (274-337); hijo de Helena de Constantinopla y Constancio, fue Emperador de los romanos desde su proclamación por sus tropas el 25 de julio de 306, y gobernó un Imperio romano en constante crecimiento hasta su muerte

03. Fuente: http://www.elevangelioeterno.com/index.php/component/k2/item/190-la-union-entre-la-iglesia-y-el-estado

04. Fuente citada en 03.

05. Ibíd. 03:“En el año 313, junto con Licinio proclamó el edicto de Milán, por el cual se daba libertad religiosa a todos los ciudadanos del imperio. Constantino quería recibir los beneficios de las oraciones de todos los fieles a sus dioses, entre ellos el Dios de los cristianos.  Más tarde eximió al clero cristiano del servicio militar y de los impuestos a la propiedad (313 d. C.). Abolió en 315 diversas costumbres paganas que resultaban ofensivas a los cristianos y facilitó la emancipación de los esclavos cristianos. En el año 321 promulgó la primera ley dominical, que mandaba que todos se abstuvieran de trabajar en día domingo. Los adoradores del sol y de Mitra también respetaban el día domingo.  Por esto, la gran mayoría de los ciudadanos de Roma podía fácilmente ponerse de acuerdo en un día común de descanso. En el año 323, Constantino se convirtió en emperador único y se hizo rodear de cristianos, otorgó enormes sumas de dinero para construir templos cristianos, e hizo educar como cristiano a su hijo Crispo. En el año 325 exhortó a todos los ciudadanos a hacerse cristianos.  Sin embargo, Constantino siguió con sus intrigas políticas y asesinatos; y era pontífice máximo del culto pagano del Estado. Era natural que, al cristianizarse el imperio, pensara que debía ser el dirigente de la iglesia cristiana.  Además, su gran afán de lograr la unidad en su imperio y sus dotes administrativas lo inducían a querer dominar también este aspecto de la sociedad.  Y los cristianos, cansados por la persecución de y felices de recibir los privilegios que les brindaba ahora el Estado, le concedieron a Constantino más autoridad en asuntos eclesiásticos de la que convenía que tuviera un emperador que no era ni siquiera bautizado. En esta nueva relación de la Iglesia con el Estado, los cristianos se estaban apartando de la tradicional política cristiana de no dejarse envolver en asuntos políticos.  Hasta ahora los cristianos no habían ejercido el poder político”.

06. Obra citada, del autor Juan Crisóstomo Varetto, páginas 105, 106.

07. “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.” Romanos 13:1-6.

08. Esta creencia está particularmente asociada al monarca francés Luis XIV y a Carlos I de Inglaterra, quienes justificaban su monarquía absoluta como un mandato del Creador.

09. Hechos 10.

10. En la mitología romana Marte, en latín Mārs, era el dios de la guerra. Hijo de Júpiter y de Juno se representaba como a un guerrero con armadura y con un yelmo encrestado. De su nombre derivan el planeta Marte, el día martes y el mes de marzo de nuestro calendario.

11. Mateo 22:21.

12. Hechos 4:19; 5:29. Comparar con Jeremías 35:13, Daniel 9:11, Zacarías 2:1-5, Hebreos 11:30 y Hechos 17:30.

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