La mística práctica de la sulamita

Se ha dicho que para conocer a un hombre, se puede hacer de dos maneras: leyendo sus libros o pasando por su corazón.

21 DE ENERO DE 2017 · 22:50

Foto: Unsplash,
Foto: Unsplash

Es muy habitual que mi ministerio nos lleve a la idea de que lo que el Señor nos enseña nos sirva para convertir el Evangelio en una realidad práctica.

Estoy en contra de la espiritualización de la Biblia, que no de la espiritualidad, ya que en tal caso estaría cayendo en una contradicción desde el punto de vista de los presupuestos básicos del Cristianismo.

El texto del Cantar de los Cantares parece un poco contrario a la idea de convertir LA PALABRA EN PRAXIS. El mismo nos apunta hacia una dimensión espiritual que vivencia el cristiano y la comunidad (la Iglesia), pero que no está en contradicción con que la recepción de la Palabra (la conversión) se explicite en una praxis, como expresión de la fe que actúa desde el corazón y las entrañas del creyente y de la Iglesia.

Alguna personas que tomaron como inspiración de su vida este libro, fueron también las que hicieron obras grandes y concretas en el nombre de Dios; y sin embargo pasaron a la historia como místicos.

Entre ellos destacamos a Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León en España. Éstos tuvieron como base primordial de su inspiración cristiana el libro de Cantar de los Cantares, lo que no les impidió realizar obras a favor de las personas más necesitadas en los diversos aspectos de la vida.

Voy a entrar en el análisis de diversos aspectos místicos. Pero cuando hablo de misticismo, me refiero a la realidad teológica que tiene que ver con las profundidades de la misma divinidad, es decir con lo más profundo y secreto de la interioridad de Dios.

Con el estudio de este libro vamos a intentar dar un paseo, por nuestra propia interioridad, transitando por los estratos más profundos de nuestro corazón.

Se ha dicho que para conocer a un hombre, se puede hacer de dos maneras: leyendo sus libros o pasando por su corazón.

Vamos a intentar sumergirnos en los estratos mas profundos de nuestra propia interioridad. Esta clase de misticismo es la que necesitamos.

Tengo la impresión de que este viaje a las profundidades de nuestra esfera íntima constituye una invitación de Dios para que no solo nos centremos en la dimensión social y práxica del Evangelio, sino para que tengamos en cuenta que también hay otros aspectos salvíficos y soteriológicos, del mismo, que actúan sobre la esfera de la intimidad del ser y que no debemos descuidar.

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