Política y religiosos poderes

Entre nosotros aún quedan muchos vestigios de aquellos compromisos entre el Estado y la Iglesia.

12 DE DICIEMBRE DE 2016 · 17:54

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Cuando yo era un joven estudiante, España se encontraba sometida a la tiranía de la dictadura franquista, en aquellos tiempos no me resultaba extraño ver que en las ceremonias religiosas, bien difundidas por el famoso NODO, al general Franco, vencedor de una guerra civil que produjo millones de muertos, se le llevaba bajo palio junto a las altas jerarquías eclesiásticas. ¡Bajo palio!; hecho que yo sólo en mis tiempos de monaguillo había visto llevar bajo palio la custodia con la Eucaristía los días del “Corpus Cristi”; el día que se cantaba en la coplilla: “Tres Jueves hay en el año, que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión”.

Franco ganó la guerra incivil que sangró a España –y no tengo “Desde el Corazón” ninguna acritud ni rencor, sólo me limito a mencionar unos hechos- por dos ejércitos: el ejército de Franco, compuesto por españoles, italianos, alemanes y árabes de Marruecos, y el segundo por el ejército del nacionalcatolicismo, es decir, una jerarquía romana que actuaba como quinta columna, anclada en el Catolicismo de Trento. Ejército éste, que prosiguió su oposición al Protestantismo hasta principio de los años 60, por poner una fecha. Franco consiguió un Concordato con la Santa Sede en el que el Vaticano había concedido abundantes privilegios, entre los que se contaba con el poder de designar los Obispos españoles ¡qué malversación de los principios bíblicos para la elección y el reconocimiento del Obispado!. En el siglo XX nunca se había visto tanto poder religioso en manos de un político. Era la mezcla adulterada del poder religioso con el poder civil. Era la degradación de la política y la perversión de la religión.

Como en la España franquista, el poder mantuvo por siglos esta contaminación entre el poder religioso y el civil. Eran las tristemente famosas teocracias, donde la legitimidad de los monarcas procedían directamente de Dios: “por la Gracia de Dios” hasta 1966, como mínimo, funcionaron las monedas en España con esta acuñación: “Francisco Franco, Caudillo de España, por la gracia de Dios” sin la mínima crítica de las altas esferas vaticanas, ni de la “Comisión de la Sana Doctrina”. Hoy, en no pocos países islámicos se mantiene vigente esta fórmula de dominación y tiranía. Otro de los ejemplos de esta visión política, muy lejos de los tiempos de los “Estados Pontificios” mantenidos en casi toda Italia con el poder de las armas, es el Vaticano donde gobierna el Papa y los Cardenales y amplia jerarquía. Esta mezcla sórdida de ley y sermón fue puesta en duda por la Reforma, y el Protestantismo más Evangélico con la elevación de la cultura, los valores bíblicos, las libertades de conciencia, expresión e interpretación teológicas, que aportaron mucho a la luz de las sociedades humanas, al separar las democracias de las sacristías y las declaraciones de independencia de los Estados, respecto a los poderes eclesiásticos.

Desde el Corazón” hoy, casi mejor dicho, “desde mi observación cultural”, en Occidente la política es más bien laica, o al menos aconfesional, y en no pocos foros más bien beligerantemente laicista, sembrando sutilmente que ésta es liberación del yugo religioso, menos mal que al menos, en nuestro País, de momento, los pueblos no están en manos de los poderes religiosos, bastante bajo las urnas, que nos permiten decidir a través del voto. No obstante, entre nosotros aún quedan muchos vestigios de aquellos compromisos entre el Estado y la Iglesia.

Un reciente gesto, aunque sea meramente protocolario, la genuflexión del Rey Felipe VI y la reina Letizia, en su visita a la Conferencia Episcopal, ante el Cardenal Presidente y “su besa mano”, junto a la declaración de que institución religiosa, ha “acompañado la vida del país” de una manera armónica y con unas relaciones basadas en “la independencia y la sana cooperación”. ¡Y tan sana! en la firma de los Acuerdos Económicos de enero de 1979, la Iglesia “se comprometió a lograr, por sí misma, los recursos suficientes para la atención de sus necesidades (autofinanciación)”. Han pasado más de 35 años, la Iglesia católica no ha cumplido su compromiso, por lo tanto el Estado estaría obligado a no cumplir este Acuerdo, ¡cómo no va estar sana! ¿y qué no diremos de cooperación?; mientras aumenta la pobreza y se privatizan servicios públicos, el Estado español (central y periférico) aporta a la Iglesia católica, a través de subvenciones directas y exención de tributos una cifra que supera los once mil millones de euros anuales”, según ha denunciado Europa Laica. La iglesia católica española es inmensamente rica, no ha sufrido la crisis y además disfruta de un verdadero paraíso fiscal, al estar libre de pagar impuestos, como el IBI, obras, sociedades, pisos, locales, a través de sus más de 40.000 instituciones (diócesis, parroquias, órdenes y congregaciones religiosas, asociaciones, ONG’s, fundaciones, universidades, centros de enseñanza, etc.) conforma un enorme patrimonio, consistente en bienes mobiliarios e inmobiliarios, miles de hectáreas de terreno… ¡tenía razón el rey: sana cooperación, muy “in” además!.

Desde el Corazón” me es aún muy difícil hoy, aceptar que en España haya independencia del poder civil y el religioso. A los que se creen que su poder les procede directamente de Dios o Alá es imposible descabalgarles de su trono, y a los sumisos a tales caudillos, sólo un nuevo nacimiento les puede transformar de su oscuridad. A los que se aprovechan de tales ventajas, también Dios les pedirá cuentas; y mientras los que creemos en el Evangelio, debemos seguir enseñando el Señorío de Aquél que dijo: “a César lo que es de César, a Dios lo que es de Dios”… y añado… y nunca a César lo que es de Dios.

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