Un cadáver en la habitación del hotel

Es cierto que toda muerte es solitaria.

04 DE DICIEMBRE DE 2016 · 11:20

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Una mañana del 23 de Noviembre de 2016, en una de las habitaciones del Hotel de lujo Villa Real, ubicado en la Plaza de las Cortes de Madrid, de estancia elegantemente decorada con mezcla de modernidad y clasicismo, baños de mármol, terraza privada y con zona de descanso independiente y con vistas a la ciudad, se encontró el cadáver de la que fue Alcaldesa de Valencia, Rita BARBERÁ, y cuya vida se había dedicado al servicio público, que según se dice, es a través de la política. Muy pronto, curiosamente, se comunicó que había fallecido de un infarto de miocardio, bien que la ciencia médica es aún incapaz de discernir hasta qué punto actúa la ansiedad y la preocupación sobre el músculo cardiaco. 

Pese a todo lo que ya se ha escrito y debatido por tan sorprendente difunta, venerada por muchos, olvidada por tantos otros que antaño la llevaron en volandas, despreciada por no pocos cuyas trapisondas no deberían permitirles tirar piedras sobre nadie; a mí “Desde el Corazón” lo que me ha impresionado de esta muerte ha sido saber que murió sola. Sola, en la inmensidad de la noche, entre las cuatro paredes de una habitación de Hotel, la que tanto aplauso conoció, que vivió rodeada de muchas gentes que la vitoreaban y con esa forma misteriosa de trajinar con los caudales públicos era parte de camarillas de poder. Y murió sola.

Porque es cierto que toda muerte es solitaria. Y las velas, las coronas, los días de lutos, los momentos de silencio –que muchos no asumen más bien desprecian, porque ni a la muerte respetan- las campanas, las declaraciones a micros buscados para salir en el foto o la tele, son parte de la tramoya con la que nosotros fingimos apreciar, tras la muerte, a muchos seres a los que hemos arrinconado muchas veces mientras vivían.

“Desde el Corazón” nunca me ha impresionado el que los muertos se quedan solos en los cementerios. Pienso que al igual que una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte. Pero lo verdaderamente horrible es morir asfixiado por las emociones de culpa, de las injusticias cometidas y encerrada en las paredes frías de la soledad. Esa soledad que angustiaba tanto a Santiago RUSIÑOL que le hacía asegurar que, en esa hora de amargura, él llamaría a los cuervos para que le hicieran compañía.

“Desde el Corazón” nunca he tenido miedo a la muerte. Y esto no sólo porque por el don de Dios tengo fe en el Señor de la vida, sino también porque a la muerte no deberíamos temer, pues mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte llega, tenemos a Quien nunca nos dejó solos y menos en los momentos en que viene la vida que se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre: la eterna. 

Si alguna vez hubiera podido entrevistar en uno de mis programas de Radio -imaginar no cuesta nada- le hubiera preguntado a Rita BARBERÁ, como lo hago en muchas entrevistas: ¿cómo le gustaría morir? y probablemente me hubiera contestado o “trabajando” o “haciendo política” con la coletilla por el bienestar del pueblo ¡Ya! y lo de trabajar lo entiendo bien, pues siento que trabajar es vivir sin morir.

Pero sin la sumisión a Dios, Señor de la Vida, nuestros esfuerzos, trabajos, logros, se convertirán un día en la soledad de la muerte, sea en donde sea. La Alcaldesa de tantas luces y sombras, no sólo ha muerto sola, sino que no se ha podido llevar nada. Desgraciadamente, al igual que la sociedad del Siglo XXI, se sumerge en grandes negocios y pequeñas trivialidades, de tal manera que le hace olvidar a Dios. Da una significación infinita a las cosas finitas y eleva a categoría fundamental lo que es secundario.

Dejadme compartir una muy breve y sencilla pero dramática historia, muy relevante como todas las que enseñaba Jesús, por sus implicaciones y profundamente significativa en sus conclusiones. 

Cuando el hombre rico, poderoso y políticamente correcto hubo acumulado éxito, poder y seguro de que nadie podría juzgar, le llegó el turno a una experiencia que es común denominador irreductible de todos los hombres: la muerte. Bien que algunos viviendo físicamente, ya están muertos espiritualmente. La aparición de un infarto de miocardio es un anuncio retrasado de una muerte que ya se había pronunciado. Se muere, se está muerto en el momento en que se vive en delitos y pecados, en el tiempo en que se deja de mantener una línea de distinción entre los medios, gracias a los que se vive y los justos fines para los que se debe vivir y cuando dejamos de depender de los demás y de Dios. Nuestros medios de vida son ciertamente admirables, nuestros ideales políticos en la letra benefactores, y sin embargo nos falta algo: buscar primeramente el Reino de Dios y su Justicia. Nuestro poderío, abundancia y políticas no nos han ayudado a conseguir paz espiritual, ni serenidad y mucho menos a amarnos los unos a los otros… y a su tiempo, llega el hundimiento, la depresión, la angustia, la tristeza del alma y con ello, la muerte en la soledad de una habitación de hotel, quizás bien decorada, como los mausoleos. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Un cadáver en la habitación del hotel