¡Imprime tu sello sobre mí!

¡Qué dados somos a quejarnos cuando sentimos el calor del fuego del horno de Dios sobre nuestras vidas!

06 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 15:20

,

“A menudo, Dios vacía nuestras manos para llenar nuestros corazones”

Se cuenta una vieja metáfora que me parece de lo más ilustrativa y preciosa.

Un día la cera se quejaba:

¡Esto es increíble! Decía mientras la llama la hacía caer derretida sobre el papel que había debajo.

¡Jamás había sufrido tanto cómo ahora! Se volvía a quejar la cera mientras seguía goteando.

Esto no ocurre por casualidad, hay un buen designio detrás de todo, y ya verás que va a tener un buen fin, contestó el papel.

La cera no pudo responder al momento; pero cuando pudo mirar hacía arriba, tenía una hermosa impresión en el rostro, el sello que se le había aplicado.

¡Ah, ahora entiendo! Dijo la cera. Me derritieron para que pudiera recibir esta hermosa y duradera impresión. Y se acabaron todos sus sufrimientos y también todas sus quejas.

 

¡Qué dados somos a quejarnos cuando sentimos el calor del fuego del horno de Dios sobre nuestras vidas! No entendemos, y nos quejamos una y otra vez del calor, del sufrimiento, de esto, de lo otro, de este, de ese, de aquel, de aquello, de lo otro, y de lo de más allá. Y ¡qué miopes somos espiritualmente hablando! Una vez tras otra, pareciera como si, en lugar de callar, de dejar de decir toda clase de tonterías, y de desconfiar de los designios perfectos de nuestro Dios, no viéramos más allá de nuestras propias narices, y simplemente sólo supiéramos quejarnos una y otra vez.

Escribe F. B. Meyer.

“Antes pensaba que los dones de Dios, estaban en estanterías puestas una sobre la otra, y que mientras más creciéramos en el carácter cristiano, más fácil nos resultaría alcanzarlos. Pero he descubierto que los dones de Dios, están en repisas colocadas una debajo de la otra, y que no es cuestión de crecer para alcanzarlas; sino de ir cada vez más abajo. Tenemos que descender siempre, para obtener sus más preciosos dones”

¡Señor!

Perdóname por todas las veces que no entiendo tus propósitos y tus planes para mi vida. Perdóname por todas mis quejas y mis preguntas sin sentido. Perdóname por mi orgullo e impaciencia…

Ayúdame a comprender que necesito la humildad suficiente para agacharme una y otra vez, bajar y descender al escalón más bajo que Tú me ordenes, y así, poder recibir todos y cada uno de los maravillosos dones del Santo Espíritu. Llena mi vida, aunque me duela. Hasta ver impreso tu sello sobre mi.

 

Imprime tu sello sobre mi, Señor de los señores,

y llena de tu fuego el corazón, Amor de mis amores.

Lléname de humildad, aceptación y entrega irresoluble,

inflama mi corazón de ti, paz mía en todos mis temores.

 

Dame humildad completa, Señor de los señores,

y quita todo orgullo, altivez o condiciones.

Pon sobre mi tu sello santo y en albores;

¡qué toda Tu presencia me inunde en bendiciones!

 

Señor de mi existir, Amor de mis amores,

ven y sopla tu fuego envolviendo mis horrores.

Que no hay nada que pueda apagar tu sello santo;

Señor de los señores y Amor de mis amores.

 

Beatriz.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Follas novas - ¡Imprime tu sello sobre mí!